Espacio Turina, domingo 21 de enero de 2018
Morelló, Martín y Baraviera de izquierda a derecha |
El más brillante de los trece tríos que Haydn compuso entre 1784 y 1790, de cierta inspiración mozartiana, contó con una interpretación ajustada, acaso poco comprometida pero en cualquier caso compenetrada. El andantino, impregnado del espíritu de la variación, fue quizás el movimiento más satisfactorio dentro de una interpretación algo rutinaria aunque henchida de júbilo y ligereza, e impecable a nivel técnico. La parte de flauta sustituyendo al original violín supuso un mayor grado de ingenuidad en el conjunto, lo que no ocurrió en el trío de Weber, concebido para esta particular formación, y que logró resultados notables en su allegro inicial, cuyos matices melancólicos y románticos fueron muy bien traducidos en el violonchelo de Baraviera y el expresivo pianismo de Martín. Morelló sonó virtuoso en el scherzo, cuyos aires campesinos fueron perfectamente transmitidos. Quizás faltó al andante central, el Lamento del pastor, una mayor intensidad melancólica; brillante fue sin embargo el intercambio de voces entre una fogosa flauta y un chelo lírico y expresivo en el allegro final.
El aliento romántico se apropió definitivamente de los intérpretes en el trío de Mendelssohn, con protagonismo absoluto, a veces avasallador, del piano, motivado quizás por la confesa admiración de Martín por la página en cuestión; mientras, sus compañeros quedaron relegados a un segundo plano, dentro de un conjunto apasionado, incluso desmelenado por parte sobretodo del pianista, que estuvo a la altura en su exquisito andante en forma de lied, con un toque patético y una brillante formulación del espíritu fantástico en el scherzo y su apasionada conclusión.
Artículo publicado en El Correo de Andalucía
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