USA 2018 105 min.
Dirección Jaume Collet-Serra Guión Byron Willinger y Philip de Blasi Fotografía Paul Cameron Música Roque Baños Intérpretes Liam Neeson, Patrick Wilson, Vera Farmiga, Sam Neill, Jonathan Banks, Elizabeth McGovern, Dean-Charles Chapman, Clara Lago, Florence Pugh, Letitia Wright, Shazad Latif Estreno en Estados Unidos 12 enero 2018; en España 26 enero 2018
Buscando una imagen para ilustrar esta reseña, observo que varias de las propuestas diseñadas para promocionar la película guardan cierta semejanza, un homenaje supongo, con los diseños de Saul Bass para las películas que Hitchcock dirigió en los cincuenta y sesenta, y eso me lleva a corroborar el parecido que particularmente encuentro entre la relación de Jaume Collet-Serra y Liam Neeson y la que guardaba el director británico con Cary Grant o James Stewart en películas de intriga y acción donde el protagonista era un hombre corriente al que una circunstancia eventual convertía en hombre de acción y aventura. Salvando las distancias, eso es lo que el director catalán viene haciendo con el actor irlandés desde que lo dirigiera por primera vez en Sin identidad hasta ésta su cuarta colaboración juntos, un film en el que un agente de seguros se ve involucrado directamente en una conspiración criminal a bordo de un tren de cercanías poblado de pasajeros con diferentes historias, al más puro estilo del cine de catástrofes de los años setenta. Salvando las distancias, fundamentalmente por culpa de un guión disparatado y repleto de flecos sueltos, Collet-Serra consigue un film entretenido en el que destaca el dominio de las hechuras cinematográficas al servicio de una serie de situaciones harto improbables que lastran el buen acabado de un espectáculo que podría haber sido apasionante. Neeson, visiblemente demacrado y delgado, da la talla en esta historia de conspiraciones y traiciones, mientras el resto del elenco hace bien su trabajo, incluida una Clara Lago que si juega bien sus cartas podría instalarse en el sistema hollywoodiense como lo ha hecho definitivamente su compatriota. Pero lo que de verdad destaca en este juego de disparates es el ritmo frenético y la buena mano del realizador para imprimir suspense a su historia desde prácticamente el minuto cero. Lástima que el interés se vaya evaporando conforme vamos siendo víctimas de una enrevesada trama plagada de situaciones imposibles que nunca acaban de convencer. Pero el entretenimiento, afortunadamente, no decae.
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