Guión y dirección Dan Gilroy Fotografía Robert Elswit Música James Newton Howard Intérpretes Denzel Washington, Colin Farrell, Carmen Ejogo, Amanda Warren, Lynda Gravatt, Hugo Armstrong, Sam Gilroy, Tony Plana, DeRon Horton, Amari Cheaton Estreno en Festival de Toronto 10 septiembre 2017; en Estados Unidos 22 noviembre 2017; en España 4 mayo 2018
Dan Gilroy debutó hace un par de años con Nightcrawler, una excelente película en la que Jake Gyllenhaal interpretaba a un fotógrafo sin escrúpulos capaz de vender a su madre por una exclusiva. En su segundo largometraje como director se adentra de nuevo en la putrefacta y cada vez más jodida sociedad norteamericana, potenciada ahora por una administración que no hace sino empañar más esa América de las libertades y las oportunidades, y evidenciar el fracaso de un sistema antaño sustentado en el hombre y su capacidad para avanzar y desarrollarse al margen de sus condicionamientos económicos y sociales. Denzel Washington interpreta de manera brillante y descomunal a un abogado idealista que tiene la oportunidad de exhibir sus valores y principios gracias a la misantropía de su jefe y mentor; pero al morir éste se verá arrojado a un mundo de tiburones donde es difícil sobrevivir sin traicionar ese espíritu idealista y renovador que hizo al país grande en tiempos pretéritos. Es cierto que siempre hubo obstáculos para lograr ese fin, y ahí están las películas de Stevens y Capra de hace casi un siglo para demostrarlo. Pero en la era Trump se ha potenciado la falta de escrúpulos, de ética y de razón, y el sometimiento de las clases más desfavorecidas, generalmente constituidas por la raza negra. El descenso a los infiernos de este personaje, desde la integridad a la oportunidad de morder el anzuelo y arrastrarse por el fango de la falsa felicidad, promueve y dinamiza esta crónica en la que se pone en entredicho un sistema legal y judicial que apenas da esperanzas a pequeños y medios delincuentes, condenados de antemano y sometidos a la carrera política de sus denunciantes y defensores. Parece todo muy sesudo y complicado, pero Gilroy sabe dosificar tan bien la información y la narración que el conjunto acaba siendo ameno y revelador, sin excentricidades ni ridiculeces. El inmenso trabajo de Washington está acompañado de las muy justas interpretaciones del resto del elenco, especialmente un Farrell que convence e hipnotiza en su aparente ambigüedad moral, y acaba seduciendo por su amable y equilibrada caracterización. La sobria puesta en escena viene corroborada por una solemne banda sonora de James Newton Howard, a su vez adornada con una excelente colección de canciones que suenan en el iPod de este escudero de la ley (Esq. es la abreviatura de Esquire, literalmente escudero aunque tiene la acepción de letrado o jurista como título u honor), un Sancho Panza que ha perdido a su Quijote, tropieza en su torpeza y con la ayuda de otro Quijote más realista redescubre la utilidad de su idealismo.
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