Dirección Marta Díaz Guión Marta Díaz y Zebina Guerra Fotografía Vanesa Sola Música Javier Rodero Intérpretes Gloria Muñoz, Pepa Aniorte, Carmen Flores, Juan Gea, Rocío Molina, Joaquín Núñez, Alejandro Albarracín, Manuel Morón, Rosario Pardo Estreno en Festival de Málaga 17 abril 2018; en salas comerciales 4 mayo 2018
La directora rondeña Marta Díaz había abordado ya en un par de cortometrajes, Y otro año perdices y Los pestiños de mamá, las relaciones familiares entre mujeres. Ese mismo espacio y ambiente le sirve ahora para acometer su trabajo más ambicioso hasta la fecha, con la cocina también como elemento en el que se desarrollan las intrigas y los anhelos de unas mujeres de provincia que reivindican su papel en una sociedad cada vez más concienciada con la igualdad de género. El espinoso tema de las cofradías de Semana Santa, donde tan difícil y con tanto recelo han ido incorporando las mujeres su participación más allá de ser meras camareras o mantilleras, sirve a la realizadora y guionista para tejer una entretenida comedia del tipo que hace más sonreír que reír a mandíbula abierta, pero que sirve en bandeja el formato ideal para introducir cuestiones importantes y reivindicativas con sutileza y sin severidad. Varias mujeres sufren aquí, en un inigualable Ronda retratada con tanto cariño como profesionalidad, su marginación como mujeres, pero sin estridencias ni salidas de tono. La protagonista quiere ser Hermana Mayor de su cofradía, y lo merece por dedicación y tiempo; su hija se ve reducida a mujer florero en manos de su esposo el alcalde; su nieta también ve su futuro comprometido por la injerencia de un apuesto joven; y la mayor preocupación de la vecina es quedar bien como anfitriona, y las torrijas pueden ser las claves para ese propósito. Una situación incómoda servirá, gracias a un guión muy bien urdido y puesto en escena, para catalizar todas estas preocupaciones y revelar a las protagonistas la solución a sus servidumbres familiares. Cine por lo tanto feminista sin sal gorda, comedido y comediante, que su directora y las actrices intervinientes manejan a la perfección para lograr un producto a la vez reflexivo y entretenido, con buenas ocurrencias y con la inteligencia suficiente para no molestar ni faltar el respeto a nadie, y sin renunciar a verter ideas y soflamas justas e interesantes. Además tiene ritmo, está rodada con buen gusto, equilibrio y conocimiento técnico, una estupenda banda sonora que combina marchas procesionales y pasodobles con épico sinfonismo, y disfruta de unas muy buenas y sorprendentes interpretaciones. Es como si alguien hubiera tenido el acierto de poner al día los sainetes de los Quintero al servicio de la mujer.
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