USA 2020 114 min.
Guion y dirección Thomas Bezucha, según la novela de Larry Watson Fotografía Guy Godfree Música Michael Giacchino Intérpretes Kevin Costner, Diane Lane, Kayli Carter, Jeffrey Donovan, Lesley Manville, Booboo Stewart, James Blackledge, Otto y Bram Hornung, Will Brittain, Connor Mackay, Adam Stafford, Greg Lawson Estreno en Estados Unidos 6 noviembre 2020; en España 28 mayo 2021
Siempre es agradable reencontrarse con el estilo clásico y genuinamente americano de narrar historias, y con intérpretes solventes llenos de garra y buen oficio. Decir que esta es la mejor película de Thomas Bezucha hasta la fecha, tampoco es lanzar las campanas al vuelo. Las anteriores películas del director, la comedia familiar y sofisticada La joya de la familia, y la comedia romántica adolescente Monte Carlo, no dieron mucho de sí, de manera que no necesitaba esforzarse demasiado para mejorarlas. Sin embargo durante dos tercios de su metraje, Bezucha consigue conjugar eficazmente los excelentes recursos puestos a su disposición, creando una película sobria, elegante, pausada y estimulante sobre unos abuelos que viajan desde su rancho en Montana en los años sesenta del pasado siglo, a Dakota del Norte para recuperar a su nieto y salvarlos tanto a él como a su madre del maltrato que sufre por parte de su nueva pareja.
Con la ayuda inestimable de Costner y Lane, sin cargar las tintas y haciendo gala de unas interpretaciones reflexivas y muy meditadas, la cinta se desenvuelve entre la melancolía y un certero retrato generacional, mientras el viaje les hace encontrarse con esa América profunda tan querida de cineastas y escritores, que arrastra todavía la herencia del salvaje oeste, la aniquilación de los indígenas y la defensa enfermiza hasta lo criminal de la familia, con una espléndida Lesley Manville erigida en mamá sangrienta a la cabeza. Lástima que todas estas virtudes den paso en su último tercio a la irremediable sucesión de violencia, armas descontroladas y situaciones desbocadas al disparate, unos fuegos artificiales finales que malogran el espíritu contenido que apuntaba el producto y su sana vocación de triste alegato contra el salvajismo imperante en una sociedad enferma y herida por los instintos más bajos e infrahumanos.
Una vez más nuestros distribuidores yerran al traducir el título, adjudicándole una reminiscencia de Scorsese al que en su versión original, Déjale marchar, hace más bien referencia a la impotencia frente al abandono de un ser querido, sea el difunto hijo de los protagonistas o el secuestrado nieto que sirve como eje de una búsqueda con tintes de odisea. Su impecable acabado técnico y artístico nos permite disfrutar de unos parajes idílicos, siempre en un tono crepuscular que nos remite al estilo Clint Eastwood, banda sonora de Michael Giacchino incluida. Pero hubo un tiempo en el que una Katharine Hepburn o un Henry Fonda no necesitaban de las armas para hacer un discurso social y sentimental convincente y desgarrador.
No hay comentarios:
Publicar un comentario