lunes, 31 de mayo de 2021

LA ESTRELLA ES CARMEN

1er reparto de la ópera de Georges Bizet en producción del Teatro del Liceo con dirección escénica de Calixto Bieito y musical de Anu Tali. Con Ketevan Klemokidze, Sébastien Guèze, Simón Orfila y María José Moreno. Teatro de la Maestranza, domingo 30 de mayo de 2021

Ketevan Klemokidze

Hacía mucho tiempo que no necesitábamos en Sevilla dos repartos para una misma producción operística. La crisis de hace una década frenó el buen ritmo de crecimiento que iba cogiendo la afición sevillana y tuvimos que volver al escuálido número de cuatro representaciones como máximo por título, salvo alguna excepción muy aislada. La enorme popularidad del título de Bizet ha propiciado que incluso en estos tiempos tan delicados de pandemia y restricciones, hayamos recuperado la feliz programación de varias funciones seguidas, lo que exige un doble reparto para no agotar las voces principales. Y como todo ahora es diferente, el brote de covid que impidió estrenar el pasado lunes 24 como estaba previsto, ha provocado que fuese el segundo reparto el que estrenase este pasado sábado, con la intención de no cambiar el elenco asignado a cada fecha prevista. Ayer domingo este primer reparto tuvo su oportunidad en la producción finalmente estrenada y que ha sustituido a la inicialmente anunciada del propio Maestranza en colaboración con la Ópera de Roma. La del Liceo
dirigida por Calixto Bieito resulta anticuada para muchos, a pesar de los cambios que ha ido sufriendo a lo largo de sus veintidós años, pero nosotros la encontramos acertada e impactante, beneficiándose además por un espléndido trabajo de reposición de Joan Anton Rechi.

Simón Orfila es Escamilla
La mezzo georgiana Ketevan Klemokidze se ha trabajado a conciencia un rol que ya conocía bien. La suya es una Carmen descarada, desvergonzada, seductora y con mucho carácter, y eso lo supo llevar tanto a la escena como al canto. Su voz no es todo lo gruesa que cabría esperar en su tesitura, y atesora un timbre a menudo metálico más propio de una soprano, pero eso en absoluto es un impedimento para triunfar en el papel, que tantas veces se ha abordado con éxito en voces de registro más agudo. De cualquier forma logra mantener un timbre y un registro homogéneos y combinar una interpretación dramática de primer orden con un canto lleno de expresividad. Ella es sin duda la estrella de la función, como debe ser, ya desde una Habanera cantada con todas las armas de seducción a su alcance, que deriva después en una Seguidilla socarrona y un arranque en la taberna de Lillas Pastia, reducida a un Mercedes desvencijado, en el que exhibe ese tono justo entre enamorada y esperanzada, del mismo modo que a partir del tercer acto es capaz de transmitir el desencanto propiciado por el carácter celoso y pusilánime de su amante. Todo ello con una línea de canto sólida, precisa y decidida, con momentos estelares como la escena de las cartas, defendida con un tono adecuadamente trágico y sombrío.

Sébastien Gueze seducido por Carmen
Del resto de este primer reparto merece destacarse a Simón Orfila perfilando con su voz más de bajo que de barítono, un Escamilla rotundo, que ya desde su aparición con la famosa Canción del toreador encandila y convence, fraseando a gusto y proyectando con generosidad. Así hasta la oración del último acto, en la que se tuvo que emplear a fondo para controlar su torrente de voz, modular con discreción y transmitir como fue capaz ese toque piadoso que la pieza exige. También convenció María José Moreno, que aunque empezó un poco avibratada, fue ganando peso a lo largo de la función, dominando agudos y cambios de registro hasta lograr ese aire de ternura y compasión que demanda su personaje de Micaela. Lástima que en el plano actoral la encontrásemos algo perdida, lo que también fue controlando según avanzaba la trama.

María José Moreno y César Méndez Silvagnoli
En el lado opuesto encontramos al tenor francés Sébastien Gueze en el papel de Don José. Le costó más que a nadie aclimatarse a su personaje, y aunque fue dominándolo, no llegó a convencer del todo, al menos en esta su primera función. Como actor dejó bastante que desear, echando mano más de lo conveniente de gesticulaciones y excesos dramáticos. Y como cantante evidenció muchas carencias de tipo expresivo y técnico. Se mantuvo rígido prácticamente todo el tiempo, a menudo sofocado, fraseando con dificultad y exhibiendo muchas tiranteces, lo que nada ayudó en sus escenas junto a la heroína. Solo en el dramático desenlace encontramos un trabajo más de peso, equilibrado y en su tono justo. El coro corrigió los desajustes mencionados en la crónica anterior, y todos y todas, incluidas las niñas y niños de la Escolanía de Los Palacios y los figurantes, parecieron volver a disfrutar de lo lindo, especialmente en el muy jubiloso saludo a los toreros del acto final. Esperemos que no tengan que pasar muchos años para recuperar a Carmen en su Sevilla natal. Quizás pronto sea el momento de desempolvar esa producción propia que se quedó en el camino a causa de la pandemia.

Fotos: Guillermo Mendo
Artículo publicado en El Correo de Andalucía

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