martes, 1 de junio de 2021

SIERVOS Problemas en la piel

Título original: Sluzobníci
Eslovaquia-Rumanía-Rep. Checa-Irlanda 2020 80 min.
Dirección
Ivan Ostrochovský Guion Rebecca Lenkiewicz, Marek Lescák e Ivan Ostrochovský Fotografía Juraj Chlpík Música Cristian Lolea y Miroslav Toth Intérpretes Samuel Skyva, Samuel Polakovic, Vlad Ivanov, Vladimir Strnisko, Milan Mikulcík, Tomás Turek, Vladimir Zboron, Martin Sulík, Vladimir Obsil Estreno en el Festival de Berlín 24 febrero 2020; en República Checa y Eslovaquia marzo 2020; en el Festival de Sevilla noviembre 2020; en España 28 mayo 2021


Poco sorprende que para su segundo largometraje de ficción, después de las muy laureadas Velvet Terrorists y Koza, el director eslovaco Ivan Ostrochovský haya descubierto en el blanco y negro y formato cuadrado que el polaco Pawlikowski ha convertido en marca de estilo con Ida y Cold War, como pasaporte para contarnos una historia de lucha y represión en clave de cine negro. En Siervos cuenta la situación que vivió la Iglesia Católica en la antigua Checoslovaquia bajo régimen totalitario comunista. Con la jerarquía eclesiástica sometida al régimen a través de la asociación Pacem in Terris, la cinta tiene como protagonistas a un par de jóvenes seminaristas en principio inconformistas con que su fe y su vocación se vea mediatizada por la represión comunista.

Pero que nadie crea que asistimos a un episodio de combate heroico y lucha sin cuartel. Aquí todo es muy sobrio y solemne, víctima de una estética muy controlada y triste como corresponde a esa tradición cinematográfica de la antigua Europa del este, con una narrativa construida a fuerza de situaciones breves y concisas en las que la información fluye con dificultad, prácticamente obligando al espectador a interpretar su versión de los acontecimientos, su comprensión de la situación que viven de un lado los jóvenes con acusado acné y el policía secreta con problemas de piel que pretende darles caza. Problemas de piel a menudo relacionados con el stress, aquí solo visible en esas manchas y granos que emborronan sus físicos y que parecen ser consecuencia de una inocencia a la que todavía no se ha renunciado, de una parte, y de la otra el malestar de una existencia marcada por la represión y la persecución de los demás y la renuncia a unos ideales propios.

Su cuidada fotografía, con encuadres precisos y en ocasiones sofisticados, y sobre todo el uso del sonido, a menudo claustrofóbico y amenazador, y una banda sonora muy deudora del estilo Ligeti, todo lo cual hizo merecer a la película el Premio Georges Delerue del Festival de Gante, además de conseguir el de mejor dirección en Valladolid, hacen del film una aproximación nueva y para muchos discutible al género del terror.

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