Irán-Alemania-Rep. Checa 2020 150 min.
Guion y dirección Mohammad Rasoulof Fotografía Ashkan Ashkani Música Amir Molookpour Intérpretes Ahsan Mirhosseini, Shaghayegh Shoorian, Kaveh Ahangar, Darya Moghbeli, Mohammad Valizadegan, Mahtab Servati, Mohammad Seddighimehr, Baran Rasoulof, Zhila Shani Estreno en el Festival de Berlín 28 febrero 2020; en España 25 junio 2021
Hubo un tiempo, no hace mucho, en que la miseria, la falta de libertad, la maldad absoluta y el autoritarismo estuvo presente en nuestro país, y durante muchos años. Lo justificaron las leyes, que aunque amparadas ahora en la democracia siguen marcando gran parte de las más inflexibles opiniones de la actualidad, como está demostrando la sinrazón política de quienes se cubren de honor y dignidad con el supuesto respeto a la ley y la Constitución. De algunas de aquellas atrocidades se hicieron eco también algunos de nuestros mejores cineastas, como Buñuel o Berlanga, de quien justamente ahora se celebra el centenario. A través de la comedia, que ayuda a pasar más desapercibido ante la censura, el director de La escopeta nacional nos habló con precisión y contundencia del oficio que aquí sirve a Mohammad Rasoulof para levantar su particular protesta y reivindicación frente al régimen totalitario iraní.
En cuatro episodios y una duración generosa de dos horas y media, el realizador en espera de sentencia por su sinceridad y valentía, nos cuenta la vida rutinaria de un hombre tranquilo y bondadoso que nos oculta una demoledora verdad. Después cambia de registro y pasa de la observación a la acción a través de la peripecia heroica de un joven que cumple el servicio militar obligatorio, para de ahí contarnos una historia de amor imposible marcada por la crueldad del régimen, y termina con una tragedia familiar en la que surge otro de los protagonistas habituales en estos paisajes pervertidos por la maldad autoritaria, el topo. La objeción de conciencia, prohibida y masacrada como tantos derechos y libertades, se erige así en leit motiv de este mosaico de aspereza e incomprensión que ha adoptado el título internacional de La maldad no existe (There Is No Evil), aunque aquí hayamos optado por el más oportunista La vida de los demás, quizás para atraer a los más incautos que guardan en el recuerdo la estimulante película de Florian Henckel von Donnersmarck de 2006.
En su camino de denuncia de la depravación más devastadora, no solo en el tema explícito que toca sino en cualquier otro ámbito que hace que un país que podría estar a la vanguardia de los de su zona, se mantenga en tan primitivo estado intelectual y humanitario, Rasoulof no desprecia unas impecables formas puramente cinematográficas, contando para ello con un atractivísimo elenco, una fotografía preciosista en el encuadre y las texturas, e incluso una hermosa e inspiradísima banda sonora, dando así forma amable y perfectamente digerible a tan demoledor aunque necesario espectáculo. Premiada en Berlín con el Oso de Oro y en Valladolid con el Premio Especial del Jurado, ha tardado varios meses en llegar a nuestras pantallas, quizás por la pandemia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario