martes, 1 de junio de 2021

PEQUEÑO PAÍS La mirada inocente frente a la barbarie

Título original: Petit pays
Francia-Bélgica 2020 112 min.
Guion y dirección
Eric Barbier, según la novela de Gaël Faye Fotografía Antoine Sanier Música Renaud Barbier Intérpretes Djibril Vancoppenolle, Jean-Paul Rouve, Isabelle Kabano, Dayla De Medina, Tao Monladja, Ruben Ruhanamilindi, Edouard Niyonteze, Veronika Varga Estreno en Francia 28 agosto 2020; en España 21 mayo 2021


Entre quinientas mil y un millón de tutsis fueron masacrados por el régimen hutu de Ruanda a finales del pasado siglo, en el que es el peor genocidio de ese periodo y una auténtica vergüenza para la comunidad internacional, que una vez más prefirió mirar hacia otro lado a intentar sofocar un crimen de tan tremenda magnitud. En ese contexto Eric Barbier, director francés familiarizado con el cine comercial en títulos como su versión de Promesa al amanecer, The Last Diamond o La serpiente, ambienta la vida en principio apacible y feliz de un niño refugiado en Burundi junto a su padre belga y su madre ruandesa.

Tras una primera mitad dedicada a manifestar ese ambiente distendido y amable en el que se desenvuelve, entre clases y juegos, la vida de este joven, su hermana pequeña y sus amigos, auténticos privilegiados de clase burguesa en un país cuyas miserias y dificultades no parecen interesar al director, el film se adentra en su segunda mitad en los horrores de la guerra, bajo la mirada asustada e incrédula del joven protagonista. Un ejercicio que hemos visto en muchas ocasiones en el cine y que poco aporta a este tipo de denuncias políticas, morales y humanitarias. Las atrocidades y sus consecuencias físicas y psicológicas se van agolpando en esta segunda parte de terror, acentuando la pérdida de inocencia y la sustracción de la infancia, mientras asistimos a episodios no suficientemente explicados y echamos de menos un mayor análisis del papel colonialista en la zona y las graves consecuencias que el paso de la ambición europea dejó en esta maltrecha África que siempre se desangra.

Pero a Barbier parece interesarle más conmover y practicar una buena caligrafía, logrando un producto entretenido pero en cierto modo malogrado con todo el potencial que prometía. Evidentemente en todo el conjunto quienes más brillan son sus pequeños protagonistas.

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