1er Concierto del Ciclo Solistas y Maestros de la Temporada nº 31 de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Hakan Hardenberger, trompeta y dirección. Programa: Concierto para trompeta Hob. VIIe:1 y Sinfonía nº 22 en Mi bemol mayor Hob. 1/22 “Der Philosoph”, de Haydn; Suite Pulcinella, de Stravinski; 3 MOB Stücke, de Gruber. Teatro de la Maestranza, jueves 3 de febrero de 2022
Amigo personal de Marc Soustrot desde que coincidieron cuando el director francés se hacía cargo de la Sinfónica de Malmö, su ciudad natal, Hakan Hardenberger inauguró anoche uno de los ciclos con los que la ROSS estructura este año su temporada, haciendo justicia a su título, Solistas y maestros. Se trata de un reputado y muy reconocido trompetista que como director sabe dejar su impronta, por discutible que pueda resultar para muchos y muchas que prefieren otro tipo de estéticas y soluciones cuando de acercarse al clasicismo se trata. Y es que de esta corriente artística bebió el programa configurado para la ocasión, con Haydn como rotundo protagonista, secundado por aquel Stravinski que saludaba al neoclasicismo con su ballet Pulcinella, y coronado con una obra de Heinz Karl Gruber que dentro de sus limitaciones deja entrever también esa línea depurada y conservadora que caracteriza esta corriente musical.
Con la orquesta reducida para la ocasión y los dos primeros violines ocupando un estrado por encima del resto de sus compañeros y compañeras, a la misma altura que la generosa plataforma que ocupaba el solista y director, Hardenberger atacó las piezas de Haydn con suma delicadeza, con una volatilidad evidente y un sentido del color más próximo al pastel que al cromatismo vivo y severo con el que se suele asociar hoy su música. El Concierto de Haydn fue pionero para la trompeta de llaves que desarrolló Anton Weidinger, y que hoy se sustituye con una de tres pistones en el repertorio sinfónico. Con una perfecta afinación y un fraseo fluido y amable, sin estridencias ni salidas de tono, el trompetista hizo alarde de su capacidad melódica ya desde un principio, llegando a bordar la cantabilidad del andante y alcanzando el virtuosismo más enérgico en el célebre allegro finale. La ayuda del concertino para la ocasión, Luis Miguel Díaz Márquez, fue decisiva para el atento y atemperado acompañamiento de la orquesta. Del Haydn maduro del concierto al más joven de su Sinfonía nº 22, que Hardenberger acometió desde un mismo prisma cálido, balsámico y considerablemente melódico, con aportaciones espléndidas de trompas y cornos que dotaron al conjunto de una gracia y una vitalidad más distendida que extrema.
Pulcinella se suele interpretar más en su versión suite que como ballet, aunque en febrero de 2012 pudimos disfrutarla en versión completa de la mano de Josep Pons. No hace ni cinco años que Pablo González dirigió una versión muy desangelada de esta pieza stravinskiana. La de Hardenberger hizo de nuevo hincapié en la transparencia de las texturas. Al conjunto faltó ciertamente mordacidad y mayor sentido de la ironía, mientras sus aires rococós quedaron a menudo desdibujados. Sonó sin embargo impecable, con una factura técnica envidiable y una indiscutible atención por parte del director, encaminada eso sí a esa estética amable y distendida que defendió a lo largo del concierto. La respuesta de solistas fue en todo momento ejemplar, y alguno mereció la ovación de un público entre el que se encontraba mucha gente joven, toda una alegría, seguramente convocados por alguno de los maestros de la orquesta. La obra de Heinz Karl Gruber, cuyo Concierto para trompeta Aerial estrenó precisamente Hardenberger (tiene también uno para violonchelo destinado a Yo-Yo Ma y otro de piano para Emanuel Ax), es un arreglo de una pieza camerística para siete instrumentos intercambiables, que tiene en el dominio de diversos tipos de trompeta y sordinas, así como un calculado uso de la percusión, su principal baza. Por lo demás se trata de una obra convencional, tonal y melódica de aires inconfundiblemente populares y a menudo jazzísticos, que sirvió para una nueva demostración de virtuosismo por parte del solista y director.
Como propina Hardenberger recreó la pieza con la que él y Soustrot inauguraron en 2015 la Sala de conciertos de la Sinfónica de Malmö, Sputnik del compositor también sueco Tobias Broström, en la misma línea melódica, épica y festivalera que la pieza de Gruber. Y ya para terminar el trompetista puso la nota sentimental dedicándole a su esposa Heidi, presente en la sala, el clásico de Richard Rodgers My Funny Valentine, que tan popular hicieron Frank Sinatra y Chet Baker, a solo unos días de la celebración del amor. Abrir mentes y salir del corsé de vez en cuando es sano, es solo cuestión de complejos.
Fotos: Guillermo Mendo
Artículo publicado en El Correo de Andalucía
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