Dirección Roland Emmerich Guion Roland Emmerich, Spenser Cohen y Harald Kloser Fotografía Robby Baumgartner Música Harald Kloser y Thomas Wander Intérpretes Halle Berry, Patrick Wilson, John Bradley, Charlie Plummer, Michael Peña, Kelly Yu, Carolina Bartczak, Donald Sutherland, Eme Ikwuakor, Stephen Bogaert, Maxim Roy, Hazel Nugent Estreno en Estados Unidos y España 4 febrero 2022
Sorprende la pésima acogida que esta película ha tenido entre la prensa especializada. Es como si hubiésemos perdido definitivamente el sentido de la fantasía y la pura ciencia ficción, como si todo debiéramos tildarlo de disparate si no se atiene a la razón pura. Emmerich, que desde su primera incursión en el cine americano con Soldado Universal, después de haber generado en su Alemania natal varios éxitos también relacionados con el género fantástico, no ha procurado más que realizar cintas espectaculares, Independence Day o Asalto al poder entre las mismas, podría considerarse como el más desprejuiciado y desacomplejado de los cineastas actuales. Quién sabe si algún día lo saludaremos como el Julio Verne de la modernidad, dado su talante ocasionalmente visionario, siempre desde la más absoluta falta de ambición intelectual.
Seguramente creció fascinado por aquel añorado cine de catástrofes de los años setenta, y desde aquella invasión extraterrestre aludida ha sacudido mil veces el planeta, especialmente Estados Unidos, en títulos como El día de mañana, Godzilla o 2012. Ahora es la Luna la que amenaza la Tierra, y de paso realiza, con la ayuda en el guion de su compositor habitual Harald Kloser, que ya contribuyó a los libretos de 2012 y 10.000 a.c., una descarada relectura del origen de la humanidad, tan divertida como carente de todo tipo de prejuicios y complejos. Pura fantasía como la que Richard Fleischer propuso en Viaje alucinante en 1966 a propósito del cuerpo humano. Ahora es el satélite terrestre el objeto de ese viaje completamente alucinado y demencial del hombre a su interior. Da igual que los viajeros carezcan de preparación para tripular naves espaciales o no lo hagan desde hace mucho tiempo, lo importante es el espectáculo, generar imágenes recargadas de efectos visuales (incluso Halle Berry parece algunas veces uno de ellos) y situar a sus sufridos personajes en una y mil situaciones peligrosas.
En el cóctel no falta la incompetencia institucional, la corrupción política y la denuncia geotérmica, mientras el héroe por una vez no es esbelto ni apolíneo sino todo lo contrario, y además un friki que a pesar de su talento e inteligencia trabaja en una cadena de comida rápida atendiendo al público, para que veamos que en todas partes cuecen habas. Solo hay una manera de acercarse al universo Emmerich, todo lo reaccionario y patriótico que se quiera, y es con ojos inocentes y desprejuiciados, como el sentido del espectáculo y el negocio que maneja el tan megalómano como sincero director germanoamericano.
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