lunes, 16 de mayo de 2022

LA SENSACIONAL VENA CABARETERA DE RUTH ROSIQUE

10º Concierto del XXXII Ciclo de Música de Cámara de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Ruth Rosique, soprano. Óliver Díaz, dirección. Programa: Pierrot Lunaire, Op. 21, de Schoenberg; Tres canciones de Kurt Weill. Espacio Turina, domingo 15 de mayo de 2022


No vamos a engañar a nadie, nos encanta Ruth Rosique. Consideramos sin embargo que todo su potencial, flexibilidad y amplio espectro de actuación no están suficientemente aprovechados en nuestra tierra, donde ha nacido y ha desarrollado gran parte de una carrera que le ha llevado por todo el mundo cosechando merecidos éxitos. La hemos visto y oído enfrentarse a todo tipo de géneros y estilos, siempre con una extraordinaria capacidad de adaptación, dándolo todo de sí y encandilándonos no solo con una voz bien colocada y de hermoso timbre, sino con una gracia escénica de la que no todos ni todas pueden presumir. En solo un año hemos pasado en Sevilla de apenas disfrutar de una página emblemática de la música vocal del pasado siglo como es Pierrot Lunaire de Arnold Schoenberg, a poder hacerlo en dos ocasiones, quedando esta segunda para el justo recuerdo, mientras en la versión que
Gohai Ensemble y Marta Knorr ofrecieron en este mismo Espacio Turina hace justo un año encontramos serios desajustes de estilo y dramatización que dieron al traste con la propuesta. Rosique y un inagotable Óliver Díaz, que con este concierto culminó satisfactoriamente su periplo de una semana junto a la Sinfónica en tres espléndidas citas, acertaron notablemente con su versión de la página, a la que añadieron tres canciones de Kurt Weill que contaron con los arreglos del propio Díaz para adaptarse a la instrumentación convocada para la ocasión.

Como preludio, Rosique atacó Youkali del maestro alemán con un amplio sentido del lirismo y un afortunado toque exótico, haciendo hincapié en un melodismo que no habríamos ya de encontrar en el difícil ciclo con el que Schoenberg puso música a los poemas de Albert Giraud en torno a las conversaciones del payaso italiano y la luna en la que vierte sus miedos, pesadillas, anhelos, traumas y vicios. Un glosario de emociones y caracteres que Rosique supo traducir a la perfección en ligeras pero muy expresivas inflexiones de la voz, con el toque justo de ironía, sarcasmo e ingenio que la página demanda, y un extraordinario y muy disciplinado trabajo de declamación (Sprechstimme) que dio como resultado una versión excitante de la pieza, donde la irreverencia (Madonna) se alternó con lo grotesco (Parodie) y la melancolía (O Alter Duft) de manera ejemplar y significativa, mientras los imprescindibles subtítulos iban arrojando algo de luz sobre esta misteriosa y enigmática obra de arte. Díaz por su parte sacó muy buen provecho de un conjunto instrumental de primera categoría, sobresaliendo el siempre idiomático piano de Tatiana Postnikova, y las muy atinadas intervenciones solistas de Dirk Vanhuyse al violonchelo, además de la responsabilidad a la cuerda de Alexa Farré Brandkamp. Solo cabría reprochar al director asturiano que no hubiera medido mejor las dinámicas y el equilibrio entre la formación y la soprano, con el fin de arroparla más que solaparla en la zona en la que su voz encuentra menos defensas, que suele ser la media, mientras sus agudos siguen siendo rutilantes y llenos de brillo.

El concierto, que la tarde anterior se ofreció como cuarta y última entrega del ciclo ROSS in Camera, terminó con Rosique volviendo al estilo melódico con el que Weill triunfó primero en los cabarets berlineses pre Entartete Musik (Música degenerada), y después en Broadway. De esta singular forma encaró con sutileza y mucha gracia un Nanna’s Lied que luego derivó en perfecto estilo canalla con una depurada versión con tintes operísticos del Mackie Messer que Bobby Darin inmortalizó para la posteridad en el célebre Mack el navaja.

Fotos: Guillermo Mendo
Artículo publicado en El Correo de Andalucía

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