domingo, 1 de mayo de 2022

ALCARRÀS Experiencia inmersiva en la familia y el desarraigo

España-Italia 2022 120 min.
Dirección
Carla Simón Guion Carla Simón y Arnau Vilaró Fotografía Daniela Cajías Música Andrea Koch Intérpretes Jordi Pujol Dolcet, Anna Otin, Xènia Roset, Albert Bosch, Ainet Jounou, Josep Abad, Montse Oró, Carles Cabos, Berta Pipó, Isaac y Joel Rovira Estreno en el Festival de Berlín 15 febrero 2022; en salas 29 abril 2022

Con un Oso de Oro bajo el brazo no hay quien le tosa a este segundo largometraje de Carla Simón (Verano 1993), ni falta que hace, porque nos encontramos ante un film insólito en la deriva habitual de nuestro cine. Una película que rezuma verdad, sinceridad y talento por los cuatro costados, lúcida, fresca y natural en torno a una familia de melocotoneros, centrándose sobre todo en el retrato coral de sus integrantes a través de una mirada tan limpia e inocente como lo sería la de una niña. El desarraigo y los problemas de mercado serían su motor, aunque lo que de verdad interesa a Simón es esa sucesión de estampas familiares que dan forma y estructura a su emotivo relato.

Los juegos de niños siempre dominados por la niña que no sabe que pronto perderá ese control en un mundo que continúa siendo fuertemente machista, el carácter permanentemente huraño del cabeza de familia que ve cómo su mundo se derrumba y no se convence frente a nuevas tecnologías y fuentes de energía que sustituyan su por otro lado poco rentable cosecha, o la mirada triste e incomprendida del abuelo que recibe más reproches que mimos después de una vida sacrificada por los suyos, no son sino episodios de un universo que conmueve y engancha desde el primer instante gracias a su capacidad inmersiva y al talento y el mérito de quien ha sabido conjugar un guion certero, al que no sobra ni una coma ni un fotograma, con unas interpretaciones sólidas y sinceras milagrosamente extraídas de gente corriente, la mayoría en su primera vez ante las cámaras profesionales.

Hablada casi entera en un catalán algo cerrado y a menudo castellanizado, Alcarràs nos lleva de la mano por tierras luminosas y estampas familiares en las que son los más pequeños y pequeñas quienes permiten que no se instale la decadencia, con una feliz alternancia entre desengaños, rencillas familiares, juegos en la piscina y bailes en las fiestas del pueblo. El cine español necesitaba una película así, diferente a todo lo demás, a las corrientes que tanto imperan buscando esa taquilla que siempre vencerán los superhéroes americanos; una película que nos hiciera reír, llorar y sobre todo sonreír, con la que sean pocos y pocas quienes no conecten con su universo humano y social y sean capaces de identificarse con su iconográfico mundo... una película redonda.

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