Francia-USA 2023 96 min.
Guion y dirección Woody Allen Fotografía Vittorio Storaro Intérpretes Lou de Laâge, Valerie Remercier, Melvil Poupaud, Niels Schneider, Elsa Zylberstein, Grégory Gadebois, Guillaume de Tonquedec, Anne Loiret, Sara Martins, Arnaud Viard, Jeanne Bournaud, Sâm Mirhosseini Estreno en el Festival de Venecia 4 septiembre de 2023; en Francia 27 septiembre 2023; en España 29 septiembre 2023
Estábamos acostumbrados a un estreno de Woody Allen al año, pero llegó la censura y el boicot presuntamente puritano americano y retrasó el estreno de su película número cuarenta y ocho, Día de lluvia en Nueva York. Cumplió con Rifkin’s Festival, pero empezó con ella un peregrinaje por otras cinematografías europeas, en esa ocasión de la mano de su amigo Jaume Roures, que continúa ahora con una brecha insólita en su filmografía de tres años, en parte debida seguramente a la pandemia, con esta película de producción e idioma francés. Recupera con ella su amor por la intriga criminal, que tan buenos resultados le dio en Delitos y faltas y Match Point. Pero aunque en las estantería del elegante apartamento parisino de la protagonista luce bien visible un pack de películas de Hitchcock, el homenaje esta vez de Allen es al legendario cineasta especializado en intrigas policiacas Claude Chabrol.
Pero que nadie se asuste, ésta, como todas sus películas, es un Woody Allen genuino, con toda su impronta y características esenciales. Lástima que en sus últimas producciones, ésta y Día de lluvia en Nueva York, haya abandonado esa clase burguesa intelectual que tan interesantes personajes le facilitaron, y se decante por otra más sofisticada, de clase alta, mucho menos proclive a diseñar personajes fascinantes. Nadie en esta película consigue llegar a ese status, salvo quizás el esposo personificado por Melvil Poupaud, con el que el director deja claro que nadie llega al triunfo económico absoluto sin antes haber pisoteado a unos cuantos por el camino, cuando no a través del crimen directamente. Ahí radica el principal interés de una cinta que, por supuesto, se ve con agrado, el que proporciona sus suntuosas localizaciones, ese París otoñal siempre hermoso e idealizado, aunque frecuente los ambientes más cursis imaginables en su paseo por una clase que apenas puede ofrecernos las satisfacciones que sí han hecho otros ambientes a lo largo de su fecunda filmografía. Aquí no hay una Scarlett Johansson tan profunda y precisa, sino un Niels Schneider que aunque pretendidamente bohemio, acaba resultando tan insufrible y pedante como el resto del elenco, incluida su muñeca protagonista, una joven que parece heredar los vicios de clase y género que tanto cuestan superar.
Allen sin duda ha cumplido y celebrado sus cincuenta películas, y mantiene el buen pulso en la escritura y en la creación de ambientes, a pesar de algunos inconvenientes de lógica o razón, que llevan a una estupenda Valerie Remercier mostrarse tan intrépida y responsable como confiada e ingenua. Pero se mantiene en un nivel de mero entretenimiento, siempre por encima de muchos otros realizadores y realizadoras empeñadas en emular sus éxitos, y que en Francia no son pocos. Coquetear con la casualidad como leit motiv tiene su precio, y el cineasta lo paga considerablemente. En el apartado musical, el mítico Cantaloop de Herbie Hancock parece cumplir esa cuota de sofisticación que exige la película, y que con otros standards del jazz más canalla parece querer rendir tributo a esa nouvelle vague que tanta atención prestó también al cine negro americano, Ascensor para el cadalso como principal referente e impulsor.
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