Guion y dirección Jaione Camborda Fotografía Rui Poças Música Camilo Sanabria Intérpretes Janet Novás, Siobhan Fernandes, Carla Rivas, Daniela Hernán Marchán, María Lado, Julia Gómez, José Navarro, Nuria Lestegás, Darío Fernández Raposo, Diego Anido, Belén Merino Estreno en el Festival de Toronto 10 septiembre 2023; en salas comerciales 11 octubre 2023
Nuestro país puede sentirse orgulloso por ser pionero, como en tantas otras cuestiones de carácter progresista, en aglutinar tal cantidad de estrenos dirigidos por mujeres que por fin consiga dar voz a sus protagonistas, durante tantísimo tiempo eclipsadas y reducidas a un valor de mera servidumbre, también en lo artístico. Con varios cortometrajes y un largometraje a sus espaldas, Jaione Camborda se ha convertido ahora en la primera española en lograr la Concha de Oro en el Festival de San Sebastián, y lo ha hecho con una cinta difícil aunque hermosa, sensible aunque austera, dura y en cierto modo dolorosa.
La directora gallega utiliza sus recursos de forma sabia y controlada para lograr transmitir un mensaje de sororidad en torno al hostigamiento que la mujer sufría en los estertores del franquismo, y aún hoy lo hace en ciertos ámbitos y comunidades. Mujer madre, como demuestra su larga y difícil secuencia de arranque; mujer asida a la tierra, como especifica su más explícito título internacional, The Rye Horn (El cuerno del centeno) y podemos observar en esas carreras de atletismo sobre la arena a pies descalzos o en la rutina de la marisquería en la Ría de Arousa. Pero sobre todo mujer superviviente, lo que obliga a nuestra aguerrida protagonista a cruzar fronteras y ríos en busca de justicia y libertad, dejando todo atrás y reivindicando su papel como mujer fuerte, independiente y autosuficiente. Entre medias queda el retrato de otras que no le sirven sólo de comparsa, sino de reivindicación, lucha contra los estereotipos y presencia rotunda frente a un hombre al que ya no le queda más remedio que rendirse y aceptar su fracaso y sumisión.
Madre, tierra y raíces, presentes también en la elección de la lengua vernácula como cultura identitaria, arraigada en un acervo popular al que ellas han contribuido tanto como los hombres que han escrito, e impuesto, su historia. Se trata por lo tanto de un trabajo preciso e imprescindible, al que quizás se pueda achacar ciertas caídas de tensión y ritmo, o demasiado ensimismamiento en sus planteamientos narrativos y estéticos, al menos en determinadas ocasiones. Nada cabe objetar sin embargo a la portentosa interpretación, y sobre todo presencia física, de Janet Novás, su fuerte y decidida protagonista.
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