The Fairy Queen, de Henry Purcell. Ópera en concierto semiescenificada. Orquesta de Les Arts Florissants. Paul Agnew, dirección musical. Mourad Merzouki, dirección de escena y coreografía. Remi Autechaud, asistente de coreografía. Claire Schirck, vestuario. Fabrice Sarcy, iluminación. Con los solistas de Le Jardin des Voix Paulina Francisco, Georgia Buzaschko, Rebecca Leggett, Juliette Mey, Ilja Aksionov, Rodrigo Carreto, Hugo Herman-Wilson y Benjamin Schilperoort y los bailarines de la compañía Käfig Samuel Florimind, Anahi Passi, Alary Ravin, Daniel Saad y Timothée Zig. Teatro de la Maestranza, domingo 23 de noviembre de 2025
Resulta extraño, a pesar del generoso aforo observado anoche, que este singular y gratificante espectáculo no hubiese generado un lleno absoluto, teniendo en cuenta que satisfacía a dos públicos distintos pero complementarios, el del canto y la música clásica, y el de la danza.
Para
entender esta propuesta híbrida del gran
Henry Purcell, hay que remontarse trescientos años atrás, cuando fue
estrenada. Generada como espectáculo para masas, la semiópera inglesa combinaba teatro, música y danza, pudiendo
llegar a alcanzar varias horas de duración, lo suficiente como para tener
entretenido al público un buen rato. Una adaptación libre de El sueño de una noche de verano de Shakespeare
está en el origen de La reina de las
hadas, obra en cinco actos para los
que Purcell creó a su vez cuatro masques
o piezas de baile y canto de contenido alegórico que no aportaban nada a la
narración pero reforzaban sus ideas. Un año después del estreno añadiría otra para el
primer acto.
Quizás
por este inconveniente de tener que programar un espectáculo de hasta cinco
horas si se quiere respectar su argumento, es por lo que esta obra de belleza delicada y singular apenas se representa y se
opta por estas recreaciones de sus masques
aisladas del contexto narrativo. Así las cosas, el público debe renunciar al argumento y las palabras de Shakespeare,
de las que el texto cantado no recoge ni una.
Pura
delicadeza musical
Paul Agnew y Les Arts Florissants nos han visitado recientemente en dos
ocasiones, aunque en versión reducida, pero es El jardín de las voces, espectáculo bajo la dirección de William
Christie con el que lo hicieron en este mismo Maestranza hace dieciocho años,
el que guarda mayor semejanza con esta Reina
de las hadas. La orquesta ofreció una
versión traslúcida y decididamente delicada de la partitura, con
prestaciones impecables de cada familia instrumental, y participaciones
destacadas de solistas de categoría, como las flautistas Nathalie Petibon y
Yanina Yacubsohn, el chelista Félix Knecht y, especialmente, el violinista Emmanuel Resche-Caserta,
que protagonizó junto a la cálida voz de Juliette
Mey un The Plaint realmente
sobrecogedor.
 |
| Ilja Aksionov |
Mención
aparte merecen las soberbias trompetas,
con arranques suntuosos y ceremoniales del primer y cuarto acto. Todo un
derroche de musicalidad y buen gusto, buscando fundamentalmente la delicadeza y
el ropaje más adecuado desde el punto de
vista estrictamente lírico para el feliz lucimiento de las voces convocadas.
Éstas procedían de la undécima edición de El
jardín de las voces, con el que el conjunto francés descubre nuevas promesas de la lírica, con
resultados a menudo tan satisfactorios como los que pudimos apreciar y
disfrutar anoche.
Excelente
trabajo en equipo
Ocho
jóvenes entusiastas y responsables combinaron sus aptitudes vocales de forma
que sonasen como un bien avenido coro,
con el añadido de una actividad escénica de altura, de esas que contagian
felicidad gracias al buen trabajo en
equipo destilado. La voz delicada y bien entonada de Mey y la más
autoritaria y contundente de Benjamin
Schilperoort iniciaron el viaje, en el que pronto hizo su aparición el
barítono Hugo Herman-Wilson como
poeta borracho, presentado por la cuerda intencionadamente distorsionada, una
divertida licencia de Agnew y la orquesta.
A
partir de ahí pudimos disfrutar de las preciosas
y cristalinas voces de la soprano estadounidense Paulina Francisco y la mezzo inglesa Rebecca Leggett, o la más espesa y perfectamente colocada de la mezzo
canadiense Georgia Burashko en
números como la canción de la primavera.
El tenor lituano Ilja Aksionov hizo también
acopio de delicadeza y ternura en el número
del sueño, y encandiló especialmente como cómico en su dúo junto a Wilson
en el que canta en falsete travestido de mujer pudorosa. Finalmente, el tenor
portugués Rodrigo Carreto nos cautivó como tenor lírico y romántico,
bordando canciones como See my many
colour’d fields del cuarto acto.

Pero
la buena sintonía no se quedó en el trabajo vocal, sino que todos y todas se mimetizaron a la perfección con el conjunto
de baile extraído de la compañía también francesa Käfig. Cuando se trató de coreografías sencillas, siempre
responsabilidad de Mourad Merzouki, todos
se atrevieron a bailarlas, mientras las partes corales poco comprometidas
permitieron a algunos de los bailarines acoplarse
al resto también en lo vocal.
Pero
en su trabajo estricto, el brillo de los
danzantes fue sobresaliente, con acrobacias, saltos y piruetas
sobrenaturales, vertiginosos movimientos al ritmo de hip hop, breakdance y
otros bailes urbanos, incluido el vogue (Alary
Ravin), acompañados de la fuerza musculada de Samuel Florimond, Daniel Saad y Timothée Zig y el baile delicado en
lenguaje tanto clásico como contemporáneo de Anahi Passi. Otro reto del equipo directivo del Maestranza que
tenemos que aplaudir, habiendo sido Sevilla la elegida junto a Madrid y
Barcelona para presentar en nuestro país tan
estimulante y refinado espectáculo.
Fe de errata: Les Arts Florissants han presentado
The Fairy Queen en Bilbao, San Sebastián y Sevilla, no en Madrid y Barcelona, que son las plazas a las que, junto a Sevilla, acudirá Cecilia Bartoli con
Orfeo y Eurídice de Gluck.