Teatro de la Maestranza, jueves 16 de febrero de 2012
Josep Pons |
Cuando sólo le quedan unos meses para afrontar la dirección musical del Liceo en la que es su peor crisis desde el famoso incendio que lo devastó en la década de los 90, y recién desembarcado de una fructífera labor frente a la Orquesta Nacional de España, con la que ha diseñado unos muy atractivos programas en los últimos años, Josep Pons asumió de nuevo la batuta de nuestra Sinfónica como director invitado.
Siendo éste el único programa que ha sufrido modificaciones de la actual temporada concertística, aplaudimos el diseño final, una coherente y sugerente visión del clasicisimo a lo largo de tres siglos y de la mano de tres autores diferentes. Girando alrededor de Mozart, el homenaje a la sencillez del pasado desde el habitual gusto romántico de Tchaikovsky, y la recuperación de un estilo que simplificaba la escritura y el ritmo, de la mano del ecléctico Stravinsky.
Abordado desde unos prismas que seguramente pretendían reflejar el estilo sencillo de la época homenajeada, Pons exhibió quizás unos modos de dirigir demasiado austeros, sacrificando las posibilidades tímbricas de una orquesta generalmente aterciopelada y brillante, y prefiriendo unos tonos ásperos y hasta toscos. El excelente violonchelista alemán Daniel Müller-Schott volvió a hacer gala de un prodigioso dominio técnico y un virtuosismo fuera de toda duda, además de atinar a la hora de acometer los diversos estados anímicos que exigen las Variaciones Rococó de Tchaikovsky. Suyos fueron los momentos más sublimes de una noche en la que las otras dos piezas interpretadas evidenciaron su endeblez ante una interpretación correcta y justa pero no apta para levantar pasiones.
En la segunda parte, en la que se ofreció en su versión completa el ballet Pulcinella, Marina Rodríguez-Cusí y José Antonio López acertaron con unas voces magníficamente colocadas, de sobrada proyección, equilibrada modulación y satisfactoria emisión, mientras Francisco Vas sufrió ciertos inconvenientes en una voz que se antojó de insuficiente alcance y con más de un apuro en el endiablado Una te fa l'nzemprece. Pons acompañó con mucho respeto y sumisión, mientras la orquesta aprovechó su oportunidad para brillar en secciones que otras veces no han logrado convencernos, como los metales. Y de esta forma, en general el espectáculo resultó cohesionado, sencillo y amable, como el Clasicismo al que se tributaba.
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