Teatro de la Maestranza, jueves 23 de febrero de 2012
Con un premio "Sevillanos en la Onda" bajo el braco, pero a la vez coincidiendo con la fuerte polémica suscitada por un controvertido e inoportuno artículo en el diario ABC que empaña aún más la delicada situación por la que pasan nuestras orquestas y la cultura en general en nuestra comunidad, el pasado jueves la ROSS celebró su décimo programa de abono de la presente temporada bajo la batuta de un director al que ya conocen sobradamente, el inglés Howard Griffiths.
Desconocemos hasta qué punto Griffiths les hace trabajar o no duro a los músicos de la orquesta, si es receptivo a sus propuestas e inquietudes, tanto como parece lo era Lombard (hasta ahora siempre habíamos creído que el tiempo en el que la formación estuvo bajo el mandato del francés fue su época más desastrosa y llena de incertidumbres, con sorpresas continuas, pero a la vista del citado artículo parece que estábamos equivocados), pero lo cierto es que sobre el escenario el director inglés derrocha gracia y simpatía, y su trabajo frente a las partituras resulta convincente, atractivo y sumamente adecuado. Desde el patio de butacas muchos y muchas hemos celebrado el progreso continuo de una orquesta que admiramos con orgullo y satisfacción, por eso nos apena que sus integrantes estimen que se encuentran estancados artísticamente; a no ser que se refieran a las posibilidades en giras y presupuestos que les está negando esta terrible y tan cacareada crisis.
El celebérrimo Concierto para violín en Mi menor de Mendelssohn destila clasicismo y romanticismo, quizás por encontrarse su autor en esa encrucijada, encontrando en la batuta de Griffiths una muy adecuada visión densa, lírica y melancólica cuando procede, así como vivaz y mordaz en sus momentos más vigorosos, algo a lo que el violín de la intérprete holandesa Isabelle van Keulen se adaptó perfectamente, en una lectura que como suele ser habitual en otros violinistas no fue buscando sólo el brillo y la gloria propia del virtuosista, sino captar la esencia de la música, sus aspectos más sutiles y su estilo refinado.
Continuando con la integral orquestal de Brahms que está ofreciendo la presente temporada, Griffiths volvió a destilar sobriedad en su interpretación de la sorprendente y majestuosa Serenata nº 1 de Brahms, logrando una gran sintonía en todos los instrumentistas, con excelentes momentos de lucimiento para las secciones de madera y metal.
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