Dirección Andrew Stanton Guión Andrew Stanton, Mark Andrews y Michael Chabon, según la novela “Una princesa de Marte” de Edgar Rice Burroughs Fotografía Dan Mindel Música Michael Giacchino Intérpretes Taylor Kitsch, Lynn Collins, Samantha Morton, Mark Strong, Ciarán Hinds, Dominic West, James Purefoy, Daryl Sabara, Polly Walter, Bryan Cranston Estreno en España 9 de marzo de 2012
Resulta inexplicable que el mismo director de las espléndidas Wall-E y Buscando a Nemo sea también el responsable de este despropósito que traiciona el espíritu de aventura romántica y exótica del original en el que se basa, y de paso desaprovecha sus oportunidades. Edgar Rice Burroughs, el autor de Tarzán, escribió en 1912 la primera novela de este personaje de la Guerra Civil Norteamericana que viaja astralmente a Marte para allí convertirse en una especie de caballero salvador y redentor de las continuas guerras que asolan el planeta. Naturalmente la iconografía utilizada por el escritor en su momento luce muy distinta a la empleada por los representantes del Disney actual, descaradamente deudora de Avatares y Guerras de las galaxias (fundamentalmente la primera trilogía, la que se rodó en segundo lugar y más recientemente). Un arranque prometedor en pleno Oeste americano deriva a los escasos quince minutos en una batalla continua sin alma, comandada por un personaje desnortado y desorientado, con abuso de explosiones (en el original Burroguhs prefería que sus personajes se comportasen como caballeros medievales, sin armas de fuego), muchísima infografía, lo que hace que el producto tampoco difiera formalmente mucho de las cintas de animación de las que proviene su realizador, y nula química entre la pareja protagonista. Por cierto, existe una versión bastante más cutre, y aún más olvidable, de hace apenas tres años en la que a la princesa le da vida la ex-estrella del porno Traci Lords. Esta propuesta que nos ocupa carece de romanticismo, apenas esboza intriga o misterio, se pierde al apenas apuntar los precedentes del protagonista, y ni siquiera convertir al autor de la novela en el sobrino de su propia creación, así como depositario de sus relatos, se erige en punto de ingenio o interés. Sus dos horas y cuarto pasan de forma anodina, aburriendo más que otra cosa, muy a pesar de las millonarias cifras invertidas. Un fiasco considerable y un esfuerzo de producción desaprovechado, en la que ni siquiera las espectaculares recreaciones de paisajes marcianos ni la épica partitura de Michael Giacchino lucen satisfactoriamente.
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