Quizás el emblema de esta edición, Metamorfosis, invite a echar un vistazo al pasado para encarar en
la próxima nuevos rumbos, y ello justifique la multitud de rostros y conjuntos
que se repiten este año. La excelencia interpretativa de Juan Carlos Rivera y Armoniosi
Concerti, y el placer que provoca en nuestros sentidos se dieron cita de
nuevo en un festival del que esperamos que en próximas ediciones nos brinde la
oportunidad de ampliar horizontes y conocer así más de lo que se hace en otros
entornos menos explorados en el campo de la música antigua. En el programa
ofrecido por este conjunto el pasado viernes, tras la apertura de la semana de
la vihuela que protagonizó el carismático Paul
O’Dette dos días antes, nos reencontramos con sonidos y formas con las que
estamos ya muy familiarizados; no por ello podemos dejar de destacar la
seriedad y rigor con el que Rivera, Consuelo
Navas y Juan Miguel Nieto
tañeron las danzas de Fabricio Caroso que popularizó Respighi, o las de Cesare
Negri, Girolamo Kapspeger y los inevitables Gaspar Sanz y Santiago de Murzia,
con tres visiones de los ya célebres canarios
españoles incluidas. Para el recuerdo la sensibilidad mostrada en Las penas y Pasacalles de Murzia, si bien hubo demasiada sobriedad en un
programa que demandaba mayor dinamismo y un carácter más festivo, pero cuya a
priori monotonía se vio una vez más salvada por la excelencia interpretativa de
los tres efectivamente armoniosos intérpretes.
Por si fuera poco los nombres que se repiten en esta
edición, los conciertos matinales dedicados a los músicos locales ofrecen
también más de lo mismo, adelantándose a la programación estival de los
Jardines del Alcázar. Temperamento
nos trajo un programa confeccionado de manera exquisita a fuerza de arias de
cantatas y oratorios de Bach, pero con resultados poco satisfactorios. Desde el
respeto y la admiración que nos merecen sus integrantes y sus excelentes
currículos, debemos sin embargo decir que Cristina
Bayón cantó fuera de estilo, con voz espesa de escolástica técnica y
continua e inexplicable tendencia al forte
y la coloratura. También sin apenas delicadeza ni estilo, de manera seca,
monótona y en exceso contenida atacaron el resto de los integrantes, Rafael
Ruibérriz a la flauta, Guillermo Turina al violonchelo y Alejandro Casal al
órgano.
También asiduos al Festival, los integrantes de Forma Antiqva, los hermanos Daniel,
Pablo y Aarón Zapico, aprovecharon la ocasión para presentar en sociedad su
último disco, Concerto Zapico, una
práctica muy saludable para cualquier festival y que debería ir acompañado de
su correspondiente rueda de prensa. Con una propuesta muy similar a la de
Armoniosi Concerti pero con un espíritu muy distinto, los jóvenes hermanos
derrocharon creatividad, agilidad, ritmo y sobre todo mucha musicalidad en su
paseo por fandangos, pasacalles, folías y otras danzas fundamentalmente
españolas, algunas para cuerda pulsada, otras para teclado, pero en todo caso transcritas
para guitarra, tiorba y clave, éste a veces adoptando una original sonoridad
laudista. Bendecidos por el ritmo, la jovialidad, la simpatía y un encomiable
sentido para la improvisación, no podemos obviar la delicadeza con la que
abordaron algunas recercadas, en un exquisito programa con piezas también de
Kapsberger, Murzia y Sanz (en las propinas), además de Roncalli, Ortiz y
Scarlatti, entre otros.
Aunque existe una grabación de 1965 de Edwin Loehrer de Santa Teodosia de Alessandro Scarlatti,
la nueva edición crítica de Eduardo
López Banzo de El martirio de Santa Teodosia, un oratorio escrito dentro de
una serie de ellos dedicados a promover la constancia de la fe en varias mártires
cristianas, gozó de honores de estreno en una Sala Joaquín Turina abarrotada.
Esta reedición prescinde del coro e introduce ligeras variantes en el texto,
que María Espada cantó con su
habitual brillo ornamental, sonido envolvente y extraordinaria delicadeza,
descubriéndonos arias tan hermosas como Se
il Cielo m’invita y otras de vertiginosas habilidades técnicas como Oh gradita sentenza. El tenor portugués Fernando Guimaraes prestó al príncipe
enamorado un bellísimo timbre aterciopelado y elegante fraseo; el contratenor Carlos Mena, otro habitual del festival,
desarrolló su rol con un toque preciso de ironía; y el bajo italiano Luigi de Donato lució una voz potente y
contundente. Banzo dirigió con entusiasta solvencia el conjunto aragonés Al Ayre Español, con los pilares
fundamentales para el éxito de la empresa de James Bush al cello, Juan Carlos
de Múlder al archilaúd, Carlos Gª Bernalt al órgano, y Farran James comandando
la cuerda.
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