viernes, 15 de junio de 2012

CARACOLES EN LA CALLE SINAÍ

Además de ser el monte en el que Jesús sermoneaba a sus fieles, Sinaí es el nombre de una calle de barrio de Sevilla, concretamente mi barrio. Desde hace décadas es famoso en la ciudad por los caracoles que en sus numerosos bares, especialmente en El Cateto, se pueden degustar.

Pues bien, cualquier día de la semana sus bares registran llenos absolutos. Da gusto ver familias enteras, con los chiquillos y los abuelos incluidos, sentarse alrededor de mesas en las que abundan estos moluscos además de una variada oferta de típicas tapas sevillanas, no precisamente a precios populares. Bueno, no es que sean caros como el Oriza, pero tampoco se diferencian de los bares del Centro o Los Remedios, generalmente más elitistas. Hasta aquí perfecto, el problema es cuando uno piensa en la crisis que estamos atravesando, el nivel de paro que hemos alcanzado y la procedencia de este público que abarrota estas terrazas bullangueras, la Huerta de Santa Teresa y fundamentalmente el Polígono San Pablo. Gente obrera, y seguramente la mayoría de ellos en paro.

Es entonces cuando surge la indignación, porque los números no salen, y sólo una sociedad que se nutre de economía sumergida, donde se pone la mano para cobrar sin recibo ni comprobante y por lo tanto sin pagar impuestos, justifica el rendimiento de estos bares. En este país sólo pagamos impuestos quienes estamos en nómina, y nuestra economía no puede mantenerse con un sector de la población cada vez menos numeroso. Pero ni a nuestro gobierno ni al que nos controla en Europa parece importarle este asunto. No interesa, por lo que sea, intervenir nuestro sistema fiscal.

La verdadera ruina de este país, que va abocado al abismo, lo provoca esto y las escandalosas estadísticas que demuestran la ineficacia de nuestros políticos y el enorme e injustificado gasto que genera la clase política.

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