Isabel Egea, mezzosoprano. Michael Thomas, director. Programa: Pavane pour une infante défunte y Ma mère l’oye, de Ravel; El amor brujo, de Falla; Prélude à l'après-midi d'un faune, de Debussy. Real Alcázar de Sevilla. Jueves 31 de mayo de 2012
Concierto del jueves en el Patio de la Montería de los Reales Alcázares |
Hace un año dábamos buena cuenta de la recuperación de la Orquesta Bética Filarmónica a propósito del concierto que tuvo lugar en la Pablo de Olavide bajo dirección de Juany Martínez de la Hoz Casas. Le ha tocado el turno ahora a su versión reducida clásica, la Bética de Cámara, recuperándose para la ocasión el programa con el que Falla dio a conocer la formación original en 1924, a partir de las partituras utilizadas entonces, anotaciones del autor incluidas, que forman parte del importante legado con el que hoy cuenta la orquesta. Su presentación se enmarcó dentro de las actividades del nuevo Foro Al-Andalus, una plataforma ciudadana determinada a regenerar la cultura y la sociedad de la ciudad desde una iniciativa privada.
La semana pasada volvíamos a vibrar con la Sinfónica Universitaria, y la próxima tendremos ocasión de reencontrarnos con la Orquesta de la Academia de Estudios Orquestales de la Fundación Barenboim-Said, en un concierto que ofrece el sábado 9 de junio en el Teatro Central, con el muy solvente Guillermo García Calvo a la batuta. Una vez más manifestamos nuestra alegría de que tantos y tantas jóvenes de Andalucía que se dedican a la difícil disciplina de la música estén encontrando su lugar en los múltiples conjuntos que han ido apareciendo, aunque su recompensa sea más moral y práctica que económica; por eso nos pareció imperdonable que en el tríptico de este concierto no se relacionasen los nombres de los integrantes de esta nueva Bética, ni siquiera el estupendo concertino que nos maravilló en Mi madre la oca.
Michael Thomas |
La abrupta expulsión de la OJA sufrida por Michael Thomas ha cimentado su leyenda de imprescindible y le ha granjeado más simpatías. No dudamos de su implicación en cada proyecto que acomete, aunque en esta ocasión su batuta se decantó por ofrecer un sonido extremadamente melancólico en un programa ya de por sí dulzón, manteniendo en todo momento, salvo en una muy imprecisa Pavana inicial, una línea estable sin afectaciones ni artificios. Pero la atmósfera encantada de Ma mère l’oye, la magia visceral de El amor brujo, donde la cuerda lució vibrante y el metal cálido, y la seductora expresividad del Preludio de Debussy, pasaron a un segundo plano ante una dirección siempre elegante y delicada pero monocromática. La mezzo granadina Isabel Egea cantó con estilo, esquivando con técnicas de proyección la falta de volumen de su voz. Ahora ya sólo hace falta continuidad, porque la bienvenida se la hemos dado gustosamente a un conjunto que nos ha convencido.
Versión ampliada de la crítica publicada en El Correo de Andalucía el sábado 2 de junio de 2012
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