jueves, 21 de junio de 2012

LOOKING BACK Andreas Prittwitz y sus clásicos descafeinados

XIII Noches en los Jardines del Real Alcázar. Andreas Prittwitz, clarinete, saxofón y flauta. Daniel del Pino, piano. Programa: Ständchen, de Schubert; Vals Op. 69 nº 1, Estudio Op. 10 nº 3 y 3 Preludios, de Chopin; Selección de Children’s Corner, de Debussy; Gymnopedies 1 y 3, de Satie; 3 Preludios, de Gershwin. Miércoles 20 de junio de 2012


Hace tiempo que el músico alemán afincado en España Andreas Prittwitz viene experimentando con la música clásica y llevándola a un ámbito más popular y presuntamente cercano al público, algo que parece haber conseguido a juzgar por el entusiasmo con el que su propuesta fue recibida por los asistentes a este singular concierto en los Jardines del Alcázar.

Bien fuera versionando clásicos del Renacimiento, del Barroco o más recientemente Chopin, Looking Back es un proyecto de Prittwitz centrado en esos presupuestos estéticos e ideológicos. El pianista Daniel del Pino, ya un veterano de nuestros escenarios, ha sido su acompañante en esta última empresa chopiniana y ahora también en otra dedicada a compositores impresionistas y contemporáneos. Pero a juzgar por los resultados, más que enriquecer u ofrecer una alternativa a las lecturas ortodoxas de las páginas homenajeadas, más bien las reblandece y trivializa a fuerza de ornamentaciones previsibles y típicas en un estilo jazzístico discreto y poco arriesgado. En este punto preferimos las versiones que de Satie, Debussy, Ravel o Milhaud grabó el saxofonista Bradford Marsalis a principios de este siglo, donde se limitaba a sustituir los instrumentos originales por aquél en el que es un genio consumado.

Mientras del Pino logra que su piano suene con algo más de expresividad de lo que es habitual en él, disfrutando incluso de algún momento de lucimiento en solitario, los esfuerzos de Prittwitz al clarinete, saxofón, incluida una versión miniaturizada, y flauta, se antojan estériles y harto convencionales para no ofrecer más que unos clásicos descafeinados más apropiados para crear ambiente que para ser degustados en plan gourmet. Queda esto dicho desde el respeto que por supuesto brindamos al público que disfrutó con la velada, y el que merece el indudable entusiasmo y cariño con el que Prittwitz aborda su proyecto, y que tradujo incluso en las amables y simpáticas palabras en perfecto castellano con las que ilustró cada pieza interpretada.

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