Benedetto Lupo |
Breve pero muy preciso programa el que nos ofreció la ROSS, a las órdenes de Christoph Campestrini, como cierre de su actual temporada de conciertos. Dos compositores italianos y otro alemán inspirado por sus experiencias y sensaciones en la tierra de Verdi ocuparon los atriles del conjunto hispalense. El director austriaco de formación americana ya nos visitó hace justo un año, dirigiendo entonces nada más y nada menos que la Sinfonía nº 14 de Shostakovich. Su estilo es académico y disciplinado, lo que traducido en la práctica dio lugar a una Italiana en Argel de Rossini aseada, vigorosa y trepidante, pero acaso corta en refinamiento y equilibrio sonoro. La pieza, que constituye una de las primeras piedras angulares de la renovación del género lírico en Italia, se estrenó en 1813, el mismo año que Tancredo, la última de las óperas rossinianas que hemos disfrutado en el Maestranza. Excelente fue el trabajo de flauta, fagot y clarinete solistas.
Del catálogo del compositor de las bandas sonoras de Romeo y Julieta, El padrino y La dolce vita, Nino Rota, ya tuvimos buena muestra el pasado domingo por la mañana en el habitual concierto de cámara de la orquesta, donde se interpretó su Quinteto. Su Concierto Soirée es posiblemente su mejor trabajo para piano y orquesta, y desde luego el más programado y grabado. Bien lo sabe Benedetto Lupo, que lo ha registrado al menos dos veces, una con Josep Pons y la Orquesta Ciudad de Granada. Su nombre deriva precisamente de las famosas soirées (veladas) musicales de Rossini, por lo que su programación no pudo ser más oportuna, como así lo fue también contar con este pianista que tiene a Rota como buque insignia. Por eso su interpretación fue absolutamente impecable, si bien el carácter modesto y ligeramente encantador de la pieza resta capacidad de lucimiento a su solista. Con reminiscencias notables de Prokofiev, exige proporción y equilibrio así como un acompañamiento discreto por parte de la orquesta, que tiene en sus dos últimos movimientos (el último reutilizado por Rota en la banda sonora de Fellini: Ocho y medio) las oportunidades de mayor lucimiento orquestal. Todos estos pormenores fueron aprovechados en una lectura precisa, enérgica y muy entretenida de la partitura. Su triste Romanza también fue reutilizada para el cine, concretamente en El Satiricón de Fellini. Para no romper la hegemonía, la propina también corrió a cargo de Rota y uno de sus Preludios (Andante cantabile) que el pianista marcó con elegancia y sentimiento.
En la segunda parte fueron las impresiones de Mendelssohn sobre el paisaje de la Italia en la que residió brevemente, en forma de la popularísima Sinfonía nº 4, las que ocuparon el buen oficio de la batuta invitada con una lectura exuberante y vibrante, cálida y entusiasta, pero en la que también echamos en falta algo más de sutileza y refinamiento, no obstante constancia manifiesta de su colorido, su vivacidad y su contagiosa felicidad. Después puede que alguno incluso se comiera una pizza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario