Alma Mahler sostiene un retrato de su difunto esposo |
Las sucesivas tragedias que habrían de azotar la vida de los Mahler no se habían aún producido cuando el compositor gestó uno de sus trabajos más desoladores y desgarradores, su Sinfonía nº 6, contemporánea además de sus muy dolientes Kindertotenlieder. De hecho la compuso paradójicamente en uno de los momentos más felices de su existencia. No es sino una más de las constantes contradicciones de una personalidad atormentada, por lo que sólo a partir de un prisma demoledoramente dramático cabe abordar la obra de forma acertada. Exige por lo tanto zambullirse en sus pentagramas y analizarlos con profusión y mucha intención.
La lectura de Pedro Halffter fue como cabía esperar en él, generosa en lirismo y muy apasionada, pero quizás falta de ese toque desesperado y deprimente que tanto su tonalidad como su intencionalidad exigen de esta extensa sinfonía, la más tradicional y straussiana en cierto modo de Mahler. El incontestable buen gusto del director se apreció en las transiciones, pasando en el Allegro inicial con notable delicadeza de la energía marcial a la expansiva emoción del tema lírico que el autor relacionó con su esposa. Hallfter mantuvo buen pulso durante toda la narrativa de la pieza, dosificando convenientemente los recursos y dotándolos de un equilibrio extraordinario. Pero ni el Scherzo fue tan sombrío como debiera ni el Andante transmitió ese ambiente gris y frío que desprende la partitura. El Finale estuvo bien construido, ampuloso y espectacular, pero sin apenas atisbo de esa tensión lapidaria y agotadora que describe la lucha del Hombre contra los abismos del destino.
El nivel técnico de la orquesta fue excelente, más por parte de la cuerda, especialmente esa portentosa grave con la que cuenta el conjunto, que de los metales. Los solos de Crambes fueron muy emotivos, y acertada la resolución tras el escenario de las campanas de rebaño que adornan fundamentalmente los movimientos extremos, no así los famosos mazazos del Finale, un poco anecdóticos en su parafernalia. De cualquier manera, en una temporada en la que hemos escuchado a Mahler en los atriles de la OJA y de la Sinfónica de la Universidad y el Conservatorio, ésta de la ROSS ha sido sin duda la mejor y más experimentada representación que de su música hemos disfrutado este año.
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