Si en marzo una violinista japonesa nos deleitaba con el Concierto nº 2 de Prokofiev y Halffter dirigía La isla de los muertos de Rachmaninov, su obra exclusivamente orquestal inmediatamente anterior a la Sinfonía nº 3, de nuevo ahora una acróbata nipona del violín y la maestría de Halffter con el compositor ruso protagonizaron el penúltimo concierto de esta temporada.
Programar juntos a Chaikovsky y Rachmaninov potencia la desafortunada teoría que algún geniecillo lanzó antaño y hoy se ha convertido en dogma de fe de que el segundo es una mera proyección del primero, despreciando la influencia que Rachmaninov tuvo entre quienes cultivaron su estilo rapsódico, especialmente en Estados Unidos y Reino Unido; pero también brinda la oportunidad de compararlos y desmentirla. Esta Sinfonía por ejemplo parece ser el modelo escogido por el también ruso Dimitri Tiomkin en sus bandas sonoras evocadoras de ambientes irreales, fantásticos y evocadores. La versión de Halffter es inmejorable, enérgica y apabullante, siempre atento a la transparencia y el detalle, evidenciando una autoridad inatacable en la materia. Si Halffter grabara más, sus discos de Rachmaninov serían de referencia.
Al margen de que ambos compositores sean rusos y románticos, no encontramos más motivos para compararlos indiscriminadamente. Curiosamente además las dos partituras seleccionadas en este concierto se gestaron a orillas de los lagos suizos, pero la de Chaikovsky se limita a un virtuosismo propio de gimnastas, lo único a lo que pudo aspirar Akiko Suwanai, de sonido ni aterciopelado ni áspero, sino intermedio entre bucólico y sobrenatural. A destacar el estupendo trabajo del flautista Vicent Morelló en ambas piezas. Por cierto, siguiendo con la música de cine, les invito a comparar el primer movimiento del concierto de Chaikovsky con la oscarizada música de Elegidos para la gloria de Bill Conti, todo un plagio.
Crítica extendida de la publicada en El Correo de Andalucía el 25 de mayo de 2013
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