USA 2013 180 min.
Dirección Martin Scorsese Guión Terence Winter, según el libro de Jordan Belfort Fotografía Rodrigo Prieto Intérpretes Leonardo DiCaprio, Jonah Hill, Margot Robbie, Kyle Chandler, Rob Reiner, Cristin Milioti, Matthew McConaughey, Jean Dujardin, Jon Favreau, Jon Bernthal, Joanna Lumley, Shea Whigham, Katarina Cas, P.J. Byrne, Kenneth Choi, Spike Jonze Estreno en España 17 enero 2014
Reconozco que no me gustan los excesos de Martin Scorsese, ni menos la violencia que expiden sus películas, ni su lenguaje soez ni la voz en off que recalca todo lo que vemos en pantalla y que tanto abunda en su filmografía. De todo esto hay en su última película y sin embargo me ha parecido grande, magistral. Mientras Woody Allen tiene la perspicacia de retratar la actual crisis económica mundial a través de una pija parásita y sin escrúpulos, Scorsese, colega de la misma generación y con una lucidez similar a la del genio neoyorquino, lo hace desde la misma raíz, los vendedores de humo, de nada, que han tenido la habilidad de cambiar el dinero de manos, de forma que sólo unos pocos lo controlen mientras el resto vemos cómo nos va desapareciendo. Y para este retrato nauseabundo de una persona sin ética ni moral, un auténtico depredador de las finanzas, y al mismo tiempo un artista inigualable e irrepetible, capaz de vender un bolígrafo con la misma facilidad con la que genera riqueza sin producir ni construir nada, Scorsese opta por la comedia pura, agria pero pura, con un ritmo frenético y un guión matemático, que surge en este momento tan delicado en el que tanta gente se está empobreciendo, de la misma forma que en 1961 Billy Wilder tuvo la genial desfachatez de hacer Uno, dos, tres, una comedia hilarante, frenética y divertidísima sobre una realidad tan tangible como que se estaba construyendo el dramático muro de Berlín en las narices de su equipo de rodaje. Orgías, drogas, viajes, propiedades… todo son excesos en esta película también con un excesivo metraje, en la que DiCaprio se pone por quinta vez a las órdenes del realizador de Casino, y por segunda vez en un mismo año en la piel de un multimillonario de fraudulento patrimonio; pero éste no es un romántico empedernido como Gatsby, sino más bien un truhán, mujeriego y adicto a todo tipo de vicios y placeres. El resultado es un artista, Scorsese, retratando a otro artista, Jordan Belfort, con la habilidad y el ingenio suficientes como para que a pesar de sus lujos y excesos y sin siquiera juzgarlo ni afear su aspecto ni su comportamiento, sin embargo no nos resulte atractivo e incluso llegue a repelernos. Rodeado de gente como él, sin cultura, prejuicios ni ética alguna, aunque sin el genio que le permite liderarlos, el personaje obtiene su castigo, porque no olvidemos que estamos en América, y su filosofía es tanto la de ser la tierra de las oportunidades, donde todo es posible, como erigirse a la vez en la tierra de la justicia, donde el que la hace la paga. El incorruptible agente del FBI que viaja en metro somos nosotros con nuestras vidas sencillas, disfrutando de una riqueza mejor repartida y en consecuencus más disfrutada. Lo demás es obsceno, disparatado, agresivo y terrorífico; pura adrenalina que sin control estalla. Y con todos estos recursos, sus magníficas interpretaciones, su frenético montaje, su ritmo trepidante y su capacidad para sorprender, el septuagenario Scorsese logra no sé si su mejor película, pero desde luego sí la que a este reseñista más le ha gustado y convencido.
A el guión me ha parecido digno de las astracanadas de Jim Carrey o Adam Sandler.
ResponderEliminarEs curioso porque ni lo había pensado, pero lo cierto es que también podría considerarse así. En cierto modo tienes razón, y es que hay tantas formas de ver las cosas. A mí sin embargo me parece magistral
ResponderEliminarLa verdad es que es super recomendable, la actuación de Leonardo DiCaprio deja atrás y por mucho a Jack, por fin. Hay pequeñas intervenciones, pero magistrales de Matthew McConaughey y Thomas Middleditch, el de Silicon Valley. Aunque a veces siento que cae en los excesos e incluso misoginia, pero admito que es buena.
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