Italia 2012 98 min.
Dirección Paolo Virzi Guión Paolo Virzi, Francesco Bruni y Simone Lenzi, según la novela “La generazione” del último Fotografía Vladan Radovic Música Thony Intérpretes Luca Marinelli, Federica Victoria Caiozzo “Thony”, Micol Azzurro, Claudio Pallitto, Stefania Felicioli, Franco Gargia Estreno en España 17 enero 2014
Tener como no tener descendencia debería ser en todo caso una opción. La sociedad en la que vivimos nos lleva casi irremediablemente a lo primero, sobre todo cuando vivimos en pareja y creemos haber alcanzado cierta estabilidad, y si es en el matrimonio aún mejor. Pero igualmente no tenerlo, y abortarlo, debemos considerarlo una opción de la mujer que no debería estar regida por las leyes de los hombres; teniendo en cuenta además que, como la comunidad científica lleva reiterando desde hace lustros, es muy discutible que la interrupción constituya asesinato ya que hasta cierto plazo no se puede hablar de verdadera vida humana; pero ya se sabe que desde tiempos inmemoriales Iglesia y Ciencia no se han entendido, han dado lugar a muchas infamias y sacrificios y luego, pasados unos siglos, con pedir perdón basta. La cinta que nos ocupa trata de lo primero, de quien busca exacerbadamente tener prole. Pero he aquí que la pareja protagonista apenas tienen nada en común; ella es alocada y desorganizada, bohemia y de familia proletaria, mientras él es muy discreto, culto, de familia burguesa e intelectual… y qué casualidad, es ella la que más empeño pone en la prole, hasta el punto de hacer tambalear su idílica relación, basada en el amor más profundo, en función del éxito o el fracaso de la empresa generacional. Y es idílica porque donde más triunfa esta amable y tierna comedia romántica del director de La cosa piú bella es en la descripción del personaje masculino, potenciada por la estupenda caracterización del actor Luca Martinelli. Es educado, chapado a la antigua a la hora de expresarse (a ella le encantan los cultismos hoy en desuso que utiliza en su lenguaje), sensible, comprensivo y, en definitiva, un buenazo sin llegar a pasteloso. Y así las cosas el espectador se deja llevar por el día a día, santo o no, de esta pareja disfuncional pero feliz, en busca de modelos alternativos que les permita seguir disfrutando su felicidad, pues al fin y al cabo ésta debería ser nuestra única función en una vida que, no lo olvidemos, es efímera, procurar nuestra felicidad y la de quienes nos rodean, adaptándonos a lo que tenemos, y si no es suficiente procurando algo más, pero sin pasarnos, no sea que pisemos la felicidad del prójimo y al final no hayamos hecho nada. Perdón por esta ingenua reflexión, pero proviene de ver una película tan ingenua en la superficie como emocionante en el fondo. En la forma nos encontramos ante una cinta aseada que muestra una Italia moderna de trenes rápidos, estaciones imponentes, hoteles relucientes y urbanizaciones agradables, en las antípodas de esa Italia decadente y envejecida a la que estamos acostumbrados, con un sentido del ritmo y el montaje típicos del cine indie americano y salpicado de amables canciones en inglés de la actriz y cantautora protagonista de la película, Thony.
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