La Barroca de Sevilla fue de nuevo la oferta estrella en las celebraciones del Día de la Música, y lo hizo significativamente con una generosa apuesta por el futuro de la formación musical. El encargado de hacer realidad este proyecto, Valentín Sánchez, advirtió del esfuerzo de los jóvenes intérpretes al encarar este programa justo en época de exámenes. Sea por esto, o porque todavía están en fase de rodaje y les queda mucho recorrido, los resultados fueron irregulares, aunque no por ello debamos dejar de reconocer el alto nivel de disciplina y responsabilidad alcanzado.
Un estilo italiano homogéneo recorrió la casi una hora de concierto. De la Sinfonía en Re mayor de Pedro Antonio Avondano, compositor y violinista portugués de origen italiano, se ofreció una versión vigorosa y bien ensamblada, con dinámicas muy controladas y una energía considerable. De la abundante obra de Evaristo Felice dall'Abaco, muy popular a principios del siglo XX pero ensombrecido tras el redescubrimiento de Vivaldi, se eligió un concierto en el que destacó Adriana Puentes al violín, a pesar de puntuales deslices e inseguridades que auguramos resolverá muy pronto. El tercero de los Divertimenti de Mozart, de notoria influencia italiana, no alcanzó la ligereza y el encanto que le caracteriza, resultando más bien algo tosco y anquilosado.
Entre los puntales de la Barroca convocados para la ocasión, como Ventura Rico, Alejandro Casal o María Ramírez, destacó Alexis Aguado en los solos del Concierto RV 386 de Vivaldi, por su destreza, lirismo y virtuosismo, si bien evidenció debilidades para alcanzar las notas más agudas en uno de los últimos conciertos del compositor, lleno de acentos y figuraciones que el solista defendió con considerable creatividad. Una curiosa versión barroquizada del Submarino Amarillo de los Beatles puso final a la fiesta; ahora el reto está en el intercambio con estudiantes de otros países europeos, enriqueciendo así la experiencia de estos jóvenes valores.
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