
Los dos de los tres divertimenti que Mozart concibió a la manera de cuartetos, determinaron una disposición de la cuerda bastante singular, con primeros y segundos violines enfrentados y cuerda grave centrada, lo que facilitó unas texturas cristalinas, una mejor apreciación del carácter inventivo de las piezas, y unos contrastes notables. La volatilidad y ligereza sin remilgos con la que los abordó Emelyanychev sumó réditos a una interpretación memorable. Mucho menos jubilosa fue la página de Bartók, concebida en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, que en manos del director ruso exhibió más una atmósfera de preocupación que de desasosiego, sin descuidar sus líneas neoclásicas deudoras del concerto grosso, y resolviendo con soltura tanto su aspecto improvisado como su atmósfera mortuoria.
El regreso de Asier Polo al Maestranza se saldó con considerable satisfacción a través del segundo de los conciertos que el Maestro Rodrigo dedicó al violonchelo, treinta años después del primero, el Concierto en modo galante que estrenó Gaspar Cassadó en 1949, precisamente de quien Polo interpretó una pieza de enorme dificultad y preciosismo como propina. Este segundo, como un divertimento, lo estrenó con gran éxito Julian Lloyd Webber, hermano del famoso compositor de musicales, en 1982, y contiene un aroma más folclórico que el primero. Su sencilla orquestación, pensada para no eclipsar al solista, se benefició de unas excelentes prestaciones en metales, celesta, xilofón y flauta, mientras Polo hizo gala de su lirismo, elegancia y sobrada agilidad, especialmente en unas cadenzas extremadamente difíciles.
Artículo publicado en El Correo de Andalucía el 28 mayo 2016
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