Dirección Elmo Nüganen Guión Leo Kunnas Fotografía Rein Kotovy y Mart Taniel Música Jaak Jürisson Intérpretes Marko Leht, Maiken Schmidt, Kaspar Velberg, Anne Reemann, Maït Malmsten, Kristjan Sarv, Kristjan Úrksüla, Gert Raudsep, Hendrik Tompere jr., Prït Pius, Märt Pius Estreno en el Festival de Berlín 8 febrero 2015; en Estonia 20 febrero 2015; en España 1 julio 2016
En las antípodas de otros países que como Suiza se declararon neutrales en la Segunda Guerra Mundial, otros como Estonia se dividieron en dos bandos, generándose una especie de guerra civil paralela a la gran conflagración bélica. Estonia disfrutó durante poco tiempo su independencia de la Unión Soviética tras una guerra que se coronó con el Tratado de Tartu en 1920. Sólo veinte años después, y tras varios gobiernos democráticos desastrosos, Stalin depuso al gobierno de Tallinn y recuperó el territorio báltico, y entre 1941 y 1944 el país sufrió la invasión del ejército alemán nazi. Su ejército y la población civil se vieron entonces divididos y enfrentados, haciendo la guerra en favor de uno u otro país, ninguno de los cuales de su propio interés y simpatía, justamente en contra de su patriotismo. Esta doble tragedia es la que nos cuenta el actor (Mandarinas) y realizador Elmo Nüganen, que ya abordó en Nombres en mármol la Guerra de Liberación que acabó en la independencia de Estonia de la URSS. Fijando su mirada en un batallón pro nazi (a la fuerza) en su dura lucha en las trincheras, y especialmente en uno de sus integrantes, la trama gira a mitad hacia el otro bando, con otro protagonista tan desorientado como el primero y sin poder disimular sus simpatías hacia un enemigo que en realidad no es tal. Realizada con crudeza y rigor, la cinta no escapa sin embargo a las convenciones del género, acumulando escenas ya vistas mil veces, como la que retrata al soldado, monstruo sin conciencia de serlo, frente a la niña inocente que representa un país castigado, y que tanto recuerda a la célebre secuencia de Frankenstein de James Whale. De hecho este año son ya tres las veces que hemos visto multitudes de refugiados huir del enemigo por la carretera y sometiéndose a bombardeos tan significativos para retratar la sinrazón y la vergüenza de la ira desatada contra los hermanos, tras Suite Francesa y Mayo de 1940. Necesaria por su valor didáctico y su perfecta combinación de drama y acción bélica, resuelta con considerable factura técnica, la película no llega sin embargo a conmover lo suficiente, quedando en un mero ejercicio de memoria histórica bien construido pero incapaz de provocar la reacción de impotencia y rabia que merece. Su academicismo formal y cierta frialdad en el conjunto provocan este tibio resultado.
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