USA 2016 116 min.
Guión y dirección Richard Linklater Fotografía Shane F. Kelly Intérpretes Blake Jenner, Tyler Hoechlin, Ryan Guzmán, Wyatt Russell, Jonathan Breck, Will Brittain, Zoey Deutch, Juston Street, Temple Baker, J. Quinton Johnson, Austin Amelio, Tanner Kalina, Forrest Vickery, Glen Powell Estreno en Estados Unidos 30 marzo 2016; en España 1 julio 2016
No le falta razón a quien opina que el mejor Linklater se encuentra en sus títulos menos ambiciosos, como Bernie; si bien es verdad que por un motivo u otro su trilogía del amanecer, atardecer y anochecer podríamos considerarla ambiciosa y resultona a la vez. Sin embargo, frente a la muy pretenciosa, rancia y laureada Boyhood, Todos queremos más se presenta como una ráfaga de aire fresco, una comedia alegre y desenfadada que no oculta su carácter celebrador más que nostálgico de una época últimamente muy reivindicada en el cine americano, la transición entre los 70 y 80. Es por eso que la publicidad y la crítica la han bautizado como continuadora espiritual de uno de los primeros éxitos del director, Dazed and Confused, que aquí se estrenó como Movida del 76. Pero ahora todo es alegría y diversión a través de las experiencias de un grupo de jóvenes pertenecientes a un equipo de béisbol universitario el fin de semana previo al inicio del curso; uno de sus protagonistas de hecho, Tyler Hoechlin, ha sido jugador profesional además del hijo de Tom Hanks en Camino a la perdición. Linklater se ha rodeado de un plantel de rostros poco o nada conocidos, a los que dependiendo del éxito de la cinta podría catapultar a la fama, como en esos mismos ochenta lograría Coppola con sus Rebeldes. No es gratuita la mención del famoso director italoamericano cuando todo en esta película rezuma homenaje y pleitesía por una generación de directores americanos que hicieron época, si añadimos al Lucas de American Graffiti y el Landis de Desmadre a la americana, sin olvidar al Peter Yates de El relevo y el menos reputado Ivan Reitman de Los incorregibles albóndigas y El pelotón chiflado. La ambientación, incluidos los colores y texturas de la imagen, es una de las bazas de la película, si bien la selección musical a veces desorienta sobre la verdadera época en la que se desarrolla; tanto baile disco y ropa de Los ángeles de Charlie y Fiebre del sábado noche podrían desvirtuar un inicio de los ochenta que ya se desmarcaba de estas tendencias. Mucha camaradería, divertidas gamberradas y mucho baile para reflejar la inocencia de una generación perdida, sin potenciar el carácter melancólico que la empresa podría haber adoptado, y echando mano de la simpatía de un reparto que haría las delicias, especialmente por su pelaje e indumentaria deportiva, del más incondicional público gay. De hecho hay una cinta que, de entre todas las citadas, se me vino más a la cabeza mientras disfrutaba con esta crónica sin argumento de la celebración del sexo y la juventud, y es La casa más divertida de Texas, una comedia musical del 82 que protagonizaron Dolly Parton y Burt Reynolds y transmitía la misma sensación de jovialidad y desenfado que ha logrado Linklater con la que podríamos considerar la película más refrescante del verano.
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