Como cada año, Francisco Bernier, gran guitarrista y valioso agitador de la vida musical de la ciudad, aterriza con su Festival de la Guitarra para durante una semana ofrecer talleres, conferencias, concursos, exposiciones y conciertos en torno al instrumento español por excelencia, con la posibilidad de disfrutar de nuevos y consagrados talentos, muchos de ellos bajo su propio sello discográfico. Un encomiable esfuerzo en el que también tiene cabida su destreza al instrumento, a pesar de todo lo censurable que puede llegar a ser autoprogramarse, sobre todo cuando de presupuesto público se trata. Esta vez la organización ha ido aún más lejos, inaugurando el certamen con el estreno de una supuesta ópera cocinada por su director de marketing y desarrollo, Royds F. Imbert, y el propio Bernier a la guitarra como uno de sus principales intérpretes.
Se trata de una pieza de apenas media hora de duración, introducida por acordes de la Chacona de Bach, en la que la soprano japonesa afincada en Sevilla Sachika Ito, realiza un monólogo en torno a su peligrosa relación con un político americano y doble agente de la KGB, con partes recitadas en un confuso castellano y otras cantadas en francés sin subtítulos. La escenografía, pobre de recursos y de espíritu, sirve para esconder las partituras a las que se aferra la cantante con el pretexto de hacer teatro Brecht, con el distanciamiento como estilo, si bien en el autor alemán ese distanciamiento es sólo funcional, invitando al espectador a reflexionar y posicionarse, mientras aquí sólo provoca indiferencia. Unos dibujos proyectados que representan una dimensión celestial en el que asoma Marx, apenas aportan nada estética ni dramáticamente. El sonido innecesariamente amplificado distorsiona la música del compositor suizo de origen iraní Bardia Charaf, nada memorable ni trascendente, apenas vanguardista en su concepción, anclada en estéticas trilladas de hace ya un siglo, con sampleados y pasajes plagiados como el que permite brillar al violinista Anvar Turdyev como si de Vaughan-Williams se tratara. Sólo merece destacar la voz segura y flexible, bien proyectada y perfectamente colocada de Ito, obligada a portar un horrible tocado entre parodia de nuestras vírgenes barrocas, artículo de broma chino y delirio estilo Björk; otro dislate de la escenografía.
Lo único rompedor fue programar en la segunda parte una pieza tan diferente, de corte folclórico-pastoral, como es el Romancero Gitano de Lorca, con música de alguien tan relacionado con la guitarra como Castelnuovo-Tedesco. Bernier, con su proverbial facilidad para exprimir el instrumento a nivel técnico y expresivo, y el Coro del Conservatorio Manuel Castillo, bajo la atenta dirección de Esther Sanzo, se encargaron de recrearlo. El conjunto polifónico estuvo dominado por cierta languidez sólo alterada por momentos puntuales de mayor calado emocional. Entre los solistas destacó la voz del barítono Vicente Barragán, dentro de una partitura que no reviste especial dificultad.
Artículo publicado en El Correo de Andalucía
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