España 2017 114 min.
Dirección Jon Garaño y Aitor Arregi Guión Jon Garaño, Aitor Arregi, Jose Mari Goenaga y Andoni de Carlos Fotografía Javier Agirre Música Pascal Gaigne Intérpretes Joseba Usabiaga, Eneko Sagardoy, Ramón Agirre, Aia Kruse, Iñigo Aramburu, Iñigo Azpitarte Estreno en el Festival de San Sebastián 23 septiembre 2017; en salas comerciales 20 octubre 2017
El talento desplegado por Jon Garaño y Aitor Arregi con su anterior película, Loreak (Flores), y el hecho de contar ahora con un presupuesto holgado para hacer frente a una historia ambientada con todo lujo de detalles en el siglo XIX, hacían presagiar una película notable. Su estilo fabulista intenta dotar al conjunto de un halo poético bastante considerable, y todo para contar una historia dura y trágica sobre un ser de tan generoso corazón como monstruosa apariencia. Pero donde esto daba lugar a un emocionante ejercicio de estilo y fondo en la excelente El hombre elefante de un aparentemente impersonal David Lynch, se diluye aquí en un trabajo más bien superficial, en el que se apuntan muchos temas, fundamentalmente el de la diferencia, trasladado no sólo a la peripecia personal del gigante protagonista, sino a la condición del pueblo vasco, especialmente rural, frente al conjunto de un país que ni lo entiende ni se esfuerza por hacerlo, y que se escenifica no sólo a través de las guerras carlistas sino también del desdén con el que la comunidad científica trata a los hermanos protagonistas de la función en una memorable secuencia dentro de un conjunto más bien anodino. La incontestable belleza de la fotografía, la música o la cuidada puesta en escena con suntuosos escenarios en Bilbao, Madrid, Lisboa o Londres, no encaja bien con un guión en el que se dan muchas cosas por hecho, se evitan otras que darían mayor relieve a una tragedia que no siempre debió ser tal, y no logra en definitiva insuflar la emoción y la ternura que debiera dadas las circunstancias y el prodigioso hecho que relata. Más superficial que otra cosa, sorprende que quienes fueron capaces de emocionar tanto con tan poco, esa historia de mujeres conectadas por un hecho luctuoso y un ramo de flores, no logren ahora con mayores recursos construir una película suficientemente sólida y emocionante a partir de una historia que sobre el papel resulta tan prometedora y generosa en sentimientos como ésta. Merece el esfuerzo de sus protagonistas, la sucesión de logradas secuencias como la que muestra a una joven Isabel II tan casquivana como se le supone, y el conjunto de sus logrados elementos artísticos, pero decepciona como producto encaminado a la reflexión y la emoción. Con todo, en San
Sebastián logró los premios Irizar al mejor film vasco y el Premio Especial del
Jurado.
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