Celebramos el lleno casi absoluto del Espacio Turina para dar la bienvenida a una nueva temporada del ciclo de música de cámara de la Sinfónica de Sevilla, en la misma medida que lamentamos que hace unos días en este mismo recinto apenas unas cincuenta personas atendieran al magnífico conjunto francés Danel interpretando tres de los cuartetos de Shostakovich, ciclo imprescindible de la literatura musical del siglo XX del que son especialistas. Una vez más nos encontramos ante el desconcierto que provoca el público sevillano ante la música seria, de la misma forma que no nos explicamos la escasa audiencia que obtuvo el recital de Piotr Beczala la noche del pasado sábado.
Tras la saludable presentación y bienvenida que del ciclo hizo Richard Johnson, copropietario de English Language Institute, patrocinador del ciclo, el esfuerzo de Rafael Gómez, jefe de producción de la orquesta, para presentar las obras él mismo y de forma tan elocuente y no provocar así la desconcentración de los intérpretes frente a una obra tan emocionalmente comprometida como la de Messiaen, se vio malogrado por una desaprensiva madre, la vocecita de su bebé y la consiguiente escapada al trote, que enturbió e incluso interrumpió el solo de clarinete en el que consiste el Abismo de los pájaros del Quatour pour la fin du temps. En este punto Piotr Szymyslik merece un especial reconocimiento por salvar el escollo y ofrecernos aquí y en los demás movimientos en los que intervino un muy depurado estilo, flexible fraseo y melancólica expresividad. Junto al resto se ofreció una versión más que correcta de la célebre página, aunque sin llegar al grado de congoja que ha de suscitar. Quizás fuese la Alabanza a la Eternidad de Jesús, responsabilidad absoluta de Luiza Nancu al elegíaco y etéreo violonchelo y de Postnikova martilleando lenta y tenuemente el piano, el punto álgido y más conmovedor de esta versión.

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