Con un programa centrado en los Jesuitas a través de su divisa Ad Maiorem Dei Gloriam (A la mayor gloria de Dios), sorprende la media tan avanzada de edad que muestran los y las componentes de este conjunto vocal creado justo después de la Segunda Guerra Mundial, lo que en un principio pareció traducirse en voces poco firmes y destempladas, para solo unos minutos más tarde revelarse como perfectamente educadas y matizadas para, en su género, ofrecer una interpretación más que saludable de tan rico repertorio. Una manifestación que llevan paseando por ciudades como Córdoba y Granada y que tiene la cortesía de prestar especial atención a los tres grandes de la polifonía española, el madrileño Tomás Luis de Victoria y los sevillanos Cristóbal de Morales y Francisco Guerrero, no en vano los más insignes compositores del Renacimiento español y por extensión del mundo entero. Del primero las diecinueve voces convocadas (una femenina menos en la segunda parte) marcaron su carácter místico, destacando un exaltado Improperia a cuatro voces de especial calidad en su escritura y ejecución. Mientras de Morales, considerado el primer compositor español de fama internacional, destacó la transparencia vocal, y de Guerrero su gran belleza melódica en el Ave virgo sanctissima a cinco voces que cerró el programa.
El Coro Ripieno sobresalió en sus ricos juegos de armonía y contrapunto, felizmente colocados ellos de voces más agudas a las más graves, de izquierda a derecha, y ellas delante pero al revés, creando una sensación inequívoca de magia y misterio, lo que unido a su tendencia a la emoción y el sentimiento por encima del rigor y el misticismo, hizo que disfrutáramos de una experiencia singular, beneficiada por la espléndida acústica del Espacio Turina. Entre lo más destacable, un Adoramus te, Christe de Handl etéreo y encantador, o un sobrecogedor Agnus Dei de la Missa O quam gloriosum de Victoria, además de unas amables piezas de Gibbons o Tallis en su lengua vernácula. El concierto estuvo precedido de unas emotivas palabras de Arnold W. Collado, presidente de Juventudes Musicales de Sevilla, que organizaba el evento, en recuerdo de Emilio Galán, presidente de la Asociación Sevillana de Amigos de la Ópera, que nos dejó a principios de este año y a quien esta institución siempre ha visto como lo que era, un gran amigo y colaborador.
Artículo publicado en El Correo de Andalucía
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