Guion y dirección Maite Alberdi Fotografía Pablo Valdés Música Vincent van Warmerdam Intérpretes Sergio Chamy, Rómulo Aitken, Marta Olivares, Berta Ureta, Zoila González, Petronila Abarca, Rubira Olivares Estreno en el Festival de Sundance 25 enero 2020; en Estados Unidos y Chile (internet) 28 agosto 2020; en el Festival de San Sebastián 23 septiembre 2020
Hay dos cosas fundamentales que caracterizan a este film de la documentalista chilena Maite Alberdi. Una es su original formato, híbrido entre el documental y la ficción que puede desconcertar pero constituye una muestra incontestable de talento e ingenio. La otra es la especial sensibilidad con la que Alberdi y su troupe técnica y artística abordan un material pleno de ternura y amabilidad. Como si de una prolongación natural de su cortometraje Yo no soy de aquí, en el que una anciana gallega vivía cada día como si fuera el primero, celebrando sus raíces pero ignorando la nacionalidad chilena adoptada durante más de sesenta años, Alberdi genera ahora una ficción en forma de investigación criminal para mostrar una realidad, la de esas residencias donde los elefantes viejos, nuestros ancianos y ancianas, son abandonados para pasar sus últimos días sin molestar a nadie.
Parte de una premisa muy preocupante en la actualidad, como es la del posible maltrato y abandono sistemático de estos delicados huéspedes, que tanto ha dado que hablar especialmente en estos tiempos de pandemia. Pero poco a poco va sumergiéndose en otra realidad más velada, la de esa sociedad moderna sin hueco para los más vulnerables, y que tan poco margen de tiempo y disponibilidad deja a sus legítimos cuidadores, hijos, hijas, sobrinas o sobrinos, para hacerse cargo de ellos. Sin embargo se descuida en una de sus tesis, pues más que analizar la injusta soledad a la que son condenados, debería más bien cultivar otras formas de hacer frente a la vida, y que la soledad puede también ser una muy buena compañía, sin obviar que el propio documental muestra en ocasiones cómo en el seno de estas residencias se forman también nuevas familias.
Entre diversos pasajes la cinta muestra con ternura y sensibilidad la búsqueda de la ilusión del amor, el respeto hacia el prójimo, el cariño hacia desconocidas, y las habilidades sociales incluso cuando éstas parecen perdidas. Pero es en la forma donde El agente topo mantiene s mayor frescura y capacidad de atracción, entre la comedia amable y distendida y la crónica de una investigación, en la que personajes presuntamente ficticios interactúan con entrañables ancianitas y un no menos tierno protagonista, ese Sergio Chamy pletórico de vida, ilusión y felicidad aun en pleno duelo por la pérdida de su esposa.
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