domingo, 24 de enero de 2021

UN INTENSO PÉREZ FLORISTÁN DIRIGIDO POR SU PADRE

2º Concierto de abono (Ciclo 30 aniversario) 2020-2021 de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Juan Pérez Floristán, piano. Juan Luis Pérez, director. Programa: Conciertos para piano para la mano izquierda en Re mayor y para piano en Sol mayor, de Ravel; Nocturno Sinfónico, de Marcos Fernández-Barrero. Teatro de la Maestranza, sábado 23 de enero de 2021

El pianista bajo la atenta mirada de su padre
Foto: Guillermo Mendo
Decíamos con ocasión del concierto de la Barroca, la misma mañana del sábado, que se trataba de una ocasión única en la que el melómano sevillano podía disfrutar de nuestras dos joyas musicales en el mismo día y el mismo espacio. Los cambios ocasionados por las restricciones del covid posibilitaron la ocasión, desviando el habitual concierto de abono de la Sinfónica del jueves y el viernes al sábado a primera hora de la tarde y hoy domingo por la mañana. Las cuatro y media son ciertamente un horario corriente en muchas plazas europeas, pero no aquí donde primero tendría que acostumbrarse nuestro estómago, adelantando nuestra habitual hora del almuerzo. 

Este segundo concierto de la temporada del 30 aniversario de la orquesta coincidió con el anuncio de un posible y lógico fichaje de Marc Soustrot como nuevo director musical de la ROSS. Y decimos lógico porque su entendimiento con los maestros y maestras de la orquesta está fuera de toda duda tras tantos años de esporádicas colaboraciones, y porque suyo fue en gran parte el éxito de sus dos últimos conciertos, el de Año Nuevo y el de conmemoración de estos treinta años de andadura. Pero era este segundo programa de abono sin duda el más esperado de la temporada, por la confluencia en el mismo escenario de un padre y un hijo tan queridos para la ciudadanía que año tras año ha comulgado con nuestra querida Sinfónica. Considerado siempre como un eficiente artesano que ha sacado a la formación de más de un embrollo, con éste Juan Luis Pérez firmó el que es seguramente el mejor concierto que le hemos escuchado; sin duda ha trabajado estrechamente con su propio hijo, que también ha dejado una especial impronta en sus acercamientos ravelianos, y los espléndidos resultados se dejaron ver con satisfacción y notoriedad. 

Una cita singular: Los dos de Ravel y un estreno absoluto 

Foto: Guillermo Mendo
Dicen quienes asistieron a aquel concierto de hace algunos años que la interpretación que hizo Pérez Floristán de la Rapsodia en Blue de Gershwin fue antológica. Y deben tener razón a juzgar por la atmósfera y el clima que fue capaz de evocar en sus espléndidas versiones de los dos conciertos de Ravel para piano, tan influidos por el jazz y la impresión que causó en el autor del Bolero su viaje por Norteamérica a las puertas de la década de los treinta del siglo pasado. Con el Concierto para la mano izquierda, el que más ha prosperado de cuantos se escribieron para el pianista austriaco Paul Wittgenstein cuando perdió la mano derecha en la Primera Guerra Mundial, Pérez Floristán acertó a transmitir un aire crudo y amargo, incluso paródico en sus incursiones jazzísticas, siempre vulnerable y expectante, perfectamente acompañado por una batuta atenta y esmerada. La prodigiosa orquestación brilló en todo su esplendor gracias al trabajo impecable de Pérez, mientras su hijo se centró en ofrecer una mirada profunda e intensa, visible incluso en sus ademanes físicos. No fue quizás una interpretación emocionalmente devastadora pero sí tensa, dramática y hasta opresiva. Algo más amable, el Concierto en Sol mayor del mismo año 1931 permitió al joven pianista hacer acopio de virtuosismo, dejando también su impronta en unos pianissimi casi imperceptibles, sobre todo en el delicado arpegiado del adagio central, que resolvió con mucha sensibilidad, notable talento melódico y considerable capacidad de ensoñación. Batuta y piano se entendieron a la perfección en el endiablado presto final, sin descuidar jamás el equilibrio formal de la pieza. La Danza de la moza donoso de Ginastera protagonizó una sentida propina, precedida de un emotivo discurso con el que evidenció un enorme desparpajo. 

En medio de los dos Ravel, y para potenciar aun más la singularidad de la propuesta, asistimos al estreno de una obra premiada por la Asociación Española de Orquestas Sinfónicas y la Fundación BBVA, Nocturno Sinfónico de Marcos Fernández-Barrero, con la que pretende evocar la dinámica del sueño cuando se convierte en pesadilla. Su voluptuosa orquestación y enmarcarse en una efectiva corriente que vampiriza géneros y estilos hasta convertirse en una amalgama de sonidos tan seductores como envolventes, dan buena cuenta del buen hacer del autor, preso de un entusiasmo cultivado en este mundo tan tecnológicamente mediatizado. Un sugerente viaje por el subconsciente humano mientras descansa (o no), en el que destaca un sensacional diálogo entre acordes cortos de los metales y largos y sostenidos de la cuerda. Siempre es un placer y un privilegio acercarse a las obras de nuevo cuño, analizarlas por primera vez y vaticinarles si cabe algún tipo de futuro

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

No hay comentarios:

Publicar un comentario