Concierto de Año Nuevo de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Marc Soustrot, director. Programa: Selección de La gaîté parisienne, de Offenbach; L’Apprenti sorcier, de Dukas; Trisch Trasch Polka, de Strauss jr.; Farandole de L’Arlesienne, de Bizet; 2º movimiento de la Sinfonía nº 6 de Chaikovski; Marcha húngara de La damnation de Faust, de Berlioz; An der schönen blauen Donau, de Strauss jr. Teatro de la Maestranza, domingo 3 de enero de 2021
Foto: Guillermo Mendo |
Tan importante cita con los y las melómanas de esta ciudad tuvo como garante una batuta que ha dirigido a la ROSS en infinidad de ocasiones en un pasado ya algo remoto, el veterano Marc Soustrot exhibiendo siempre con la orquesta una más que probada afinidad también ahora en este feliz y esperado reencuentro. Como viene siendo habitual en los últimos años, el de la Sinfónica de Sevilla no se limita a imitar el tradicional evento de origen indiscutiblemente burgués impuesto por la elegancia y el buen hacer vienés. Nuestro concierto paga el peaje de dos obras inevitables, el vals por antonomasia de la mano de El Danubio Azul, que Soustrot dirigió al final del concierto con toda la atención puesta en el matiz, la elegancia y el sentido justo y equilibrado del ritmo, y las palmas agradecidas de esa falsa propina que es la Marcha Radetzky de Johann Strauss padre, y que todos los años pone a prueba el envidiable sentido del ritmo y la mesura del público sevillano.
Clásicos populares y eclécticos
Marc Soustrot. Foto: Guillermo Mendo |
Podría parecer anticlimático, pero esa suerte de vals lento que es el segundo movimiento de la Patética de Chaikovski encajó a la perfección como nota melancólica, elegía por los seres queridos desaparecidos no ya en esta pandemia sino a lo largo de cada una de nuestras pequeñas historias individuales, que las fechas navideñas traen a nuestro recuerdo con más frecuencia quizás que en cualquier otra fecha del año. Soustrot lo dirigió con tanta delicadeza y la orquesta respondió con tanto respeto y consideración que logró el efecto seguramente pretendido. Pero no solo con calma se consigue un efecto melancólico, Soustrot extrajo de la Sinfónica unas texturas convenientemente gruesas en la amplia selección de La alegría parisina de Offenbach ensamblada y reorquestada por Manuel Rosenthal para el Ballet Ruso de Monte Carlo, de forma que parecía reproducir el estilo interpretativo austero, poderoso y recio de la época, allá por los treinta, de nuevo el número mágico, del siglo pasado. Un majestuoso arranque dio paso a un endiablado baile en la Farandole de L’Arlesienne de Bizet, mientras la Marcha húngara de La condenación de Fausto de Berlioz se resolvió con brío y sobrada agilidad. Desear que la temporada diseñada por la ROSS para celebrar su efemérides se lleve a cabo sin sobresaltos ni altibajos se convierte desde ya en objeto de nuestro más sincero brindis.
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