A Constantino Martínez-Orts le gusta contextualizar sus giras, y hace bien. Si Fénix se enmarcaba dentro del resurgimiento de nuestra vida cotidiana tras las anomalías de la pandemia, Krypton lo hace dentro de la alarma social que vivimos actualmente en torno a guerras, crisis y desastres medioambientales, como una llamada de atención para que seamos nosotros y nosotras nuestros propios héroes y heroínas y de esta forma salvemos en la medida de lo posible el planeta en el que vivimos y de momento nos da cobijo. Así, a partir de Krypton, el célebre planeta de cómic que vio nacer a Superman y desde el que viajó para convertirse en una suerte de mesías terrestre, el dicharachero director de la Film Symphony Orchestra diseñó un programa centrado en estos personajes, unos con poderes especiales y otros sin ellos, dedicados en cuerpo y alma a salvarnos de las adversidades. Y así, junto a Rodrigo Díaz de Vivar, William Wallace, Robin Hood, Lawrence de Arabia, Conan el bárbaro y el último de los mohicanos, el concierto de anoche se centró en algunos y algunas de las personajes más emblemáticos de los universos Marvel y DC Comics, principales promotores de ese mundo de fantasía y, también hay que destacarlo, violencia en el que se desenvuelven las historias evocadas en esta nueva fiesta del cine de la joven orquesta levantina.
Una fiesta que arrancó a ritmo de marcha con acento hispánico, la obertura que el gran Miklós Rózsa compuso para la película El Cid que Anthony Mann rodó precisamente en tierras del este de la península ibérica. A partir de aquí quedó constatada una vez más la fuerza, la entrega y el respeto con el que los jóvenes artistas que integran la orquesta acometen cada partitura que se les ofrece. Lástima que la inevitable amplificación haga que estas interpretaciones suenen a menudo planas, faltas de relieve, y con un sonido metálico que desfavorece el excelente trabajo de las y los músicos. Afortunadamente los discos que recogen cada una de sus giras dan fe de su impecable trabajo, si bien en este punto hay que lamentar que no estén suficientemente bien editados, sin suprimir aplauso alguno y repitiendo temas en unas y otras entregas.
Martínez-Orts es sin duda una persona muy singular, un auténtico apasionado de lo que hace, capaz de ilustrar profusamente cada pieza que interpreta, a nivel musical y cinematográfico, y así lo hizo también en esta ocasión, con un programa frecuentado por temas cortos en forma de fanfarrias, como el célebre tema principal de Batman, la obra que abrió definitivamente el camino al éxito de Danny Elfman, de quien también se interpretó el tema principal de Spiderman 2, pues en palabras del director es como el de la primera entrega pero mejorado; el desenfadado, rítmico y melódico tema de Christophe Beck para Ant-Man, o los épicos temas de Thor, el mundo oscuro e Iron Man 3, piezas de artesanía debidas a Brian Tyler que la orquesta atacó con toda la fuerza y la energía que demandan, igual que Capitana Marvel, tras narrar las vicisitudes que tuvo que pasar su compositora, la americana de origen turco Pinar Toprak, para hacerse cargo de la empresa, o las marchas triunfales que Alan Silvestri compuso para Capitán América y Los vengadores, resueltas con absoluto brío y una espléndida sección de metales, imprescindible para el programa acometido. Entre ellos y ellas, se colaron también héroes de carne y hueso históricos como William Wallace, el libertador escocés que evocó la epopeya Bravehart con la que la Film Symphony exhibió su mayor lirismo y contención, un trabajo de la cuerda lleno de sensibilidad, gracias al precioso tema de amor de James Horner, o el enigmático T.E. Lawrence, el mítico Lawrence de Arabia con su imprescindible obertura a cargo de Maurice Jarre, su primer trabajo con David Lean y primer Oscar de Hollywood (los otros dos también los obtuvo de la mano del director británico, con Doctor Zhivago y Pasaje a la India). También otros héroes semi ficticios como Robín Hood, de cuyas muchas adaptaciones se decantaron por la que interpretó Kevin Costner en 1991 y que cuenta con una hermosa partitura del malogrado Michael Kamen; de cómic como Conan el bárbaro con la percutiva y obsesiva música que Basil Poleduoris concibió para su tema principal, y El Zorro, con una suite de Horner para Antonio Banderas y La máscara del Zorro, atacada de forma algo deslavazada pero con el atractivo de los y las jóvenes músicos convertidos en eficaces palmeros. También emblemático y archiconocido es el tema principal que Trevor Jones compuso para El último mohicano, y que Martínez-Orts y la FSO abordaron de manera impecable, acentuando su carácter épico y romántico.
Pero si hay que destacar auténticas gemas en este particular concierto, nos quedamos con varias. En primer lugar los créditos finales (Incredits) de Los increíbles, para lo que la orquesta se convirtió en una auténtica Big Band y volvió a demostrar su versatilidad y capacidad para adaptarse con solvencia a todos los géneros, igual que hicieron hace algunos años con el ballet final de La La Land. También la suite de El caballero oscuro estuvo bendecida por una interpretación magistral, sobre todo en lo que concierne a las transiciones, abordadas con suavidad, sin rupturas ni estridencias, de la misma forma que sucedió con El hombre de acero, ambas de Hans Zimmer, aunque la primera con la concurrencia de James Newton Howard en los pasajes más líricos. Y finalmente, la joya de la ocasión estuvo representada por Black Panther de Ludwig Göransson, dechado de ritmo y triunfo para la que la orquesta se pertrechó de una excelente sección de percusión ampliada con instrumentos étnicos (la trama se desarrolla en Wakanda, un país africano ficticio), como el yembé y el sheker, y los y las propias miembros de la orquesta haciendo los coros, gritos de guerra y cantos étnicos entonados a la perfección. Lástima que entre todo este esplendor, curiosamente fuese la propina lo menos satisfactorio, y eso que la tienen bien trillada; nunca antes habíamos escuchado una marcha de Superman de John Williams tan percutiva, machacona y marcial, falta de toda la elegancia que presidió el resto del concierto. Con el tradicional Cantina Band adornado de gorros de Papá Noel y cuernos de alce, terminó esta gozosa fiesta en la que la iluminación, con detalles impagables como centrar el foco en los solistas, guitarra eléctrica incluida, también formó parte de un extraordinario espectáculo.
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