El pasado Viernes Santo esperaba mesa libre en un restaurante de la calle Reyes Católicos, junto a Pastor y Landero al paso del Cachorro de regreso a su iglesia. Al quedar una libre, un señor de sienes plateadas y bien trajeado se apresuró a cogerla, a lo que la encargada del establecimiento respondió informándole que había lista de espera y que nos tocaba a mi marido y a mí ocuparla. El hombre se levantó agitado y gritó El alcalde este se va a cargar la ciudad, ¡rojo de mierda!. La chica, nosotros y hasta las dos acompañantes del energúmeno en cuestión nos quedamos atónitos, preguntándonos qué tendría que ver Antonio Muñoz con las listas de espera en las terrazas de restauración de la ciudad, y si esos eran modales y el lugar idóneo para exhibirlos. Es el perfil de muchos y muchas de las votantes del Partido Popular, junto a quienes se han sumado en estas últimas elecciones quienes han entendido que había que dar un buen escarmiento a Pedro Sánchez, al Sanchismo como se han empeñado en tildar al gobierno democrático y legítimamente elegido por una mayoría del pueblo español, que de vez en cuando confía en que la única vía al progreso y la decencia la abanderan las políticas de izquierda.
Pero esa confianza parece haberse perdido en favor de ese castigo aludido que ha salpicado a los y las alcaldables de gran parte de España y a algunas de sus comunidades autónomas, entre las que destaca la cada vez más irrespirable dominada por esa mujer cuyos méritos y aciertos muchos y muchas no alcanzamos ni siquiera a vislumbrar. Había que castigar al Sanchismo y al gobierno Frankenstein de coalición, lo venían repitiendo desde hace mucho los medios de comunicación más influyentes del país, el ABC por supuesto, todo un ejercicio de coherencia, El Mundo, La Razón… y en Sevilla, el Diario de Sevilla (más incluso que el ABC, que al fin y al cabo va de cara y todos y todas sabemos cuál es su ideología y no engaña a nadie, como Vox con respecto al PP), paradójicamente el periódico más mimado por el Ayuntamiento de Sevilla, que contrata a diestro y siniestro a sus colaboradores para sus eventos institucionales, ¡qué periódico más ingrato!
Entendimos que España castigara al gobierno mentiroso y criminal de Aznar, doscientos muertos y una mentira inexcusable mediante. Pero, ¿qué hay que castigar a Sánchez, a quien ha subido las pensiones de nuestros mayores, el salario mínimo interprofesional en casi quinientos euros, lidiado con una pandemia, con sus aciertos y sus errores, con un volcán aniquilador, una crisis económica y una guerra con una crisis humanitaria monstruosa? Los medios no se han cansado de criticar las supuestas malas relaciones entre los socios de gobierno, como si una coalición debiera funcionar como una mayoría absoluta, cuando precisamente su grandeza es servir de freno a los desmanes y los comportamientos autoritarios de quien está a su frente. Y a pesar de eso, también han criticado al presidente como si se comportara como un dictador, el colmo de la incoherencia informativa.
Ha habido por supuesto errores, y la ley del sí es sí (así, en minúsculas, porque una ley no debería adoptar títulos tan vulgares), no porque fuera una mala ley sino porque había que prever que se aprovecharían de sus resquicios quienes más han procurado hacer daño a un gobierno de progreso, la oposición y una mayoría de jueces reaccionarios. A Feijoo no le ha pasado factura su falta de disposición a colaborar en la protección frente a la pandemia haciendo política de Estado, su continua predisposición al insulto y la descalificación ( su portavoz en el Congreso, Cuca Gamarra, es el paradigma de la crispación permanente), su filiación absoluta y descarada al gran empresario o su empeño en bajar impuestos sin advertir de los efectos que eso conlleva para la efectividad de los servicios públicos. Una política insolidaria y mezquina que ahora corremos el peligro de llevar a una Europa que nos había otorgado su confianza y aplauso, y que ahora deberá lidiar, si no lo remediamos , con otro presidente de derechas que no habla ni entiende el inglés. Todos son pasos atrás, propios de un país adormecido y dominado por la influencia de los medios y sus tiránicas intenciones.
No puedo evitar cierta sensación de luto por el sufrimiento que deben estar experimentando quienes tanto han luchado por nuestros intereses y por un medio ambiente que volverá a estar en peligro (vehículos libres para campar a sus anchas por nuestras pobres ciudades patrimonio de la humanidad, un Doñana amenazado por la política oportunista de Moreno…). Y entre ellos especialmente Antonio Muñoz, a quien le costará mucho digerir por qué la ciudadanía le ha dado la espalda, a él que en año y medio ha hecho muchísimas más cosas que Zoido en cuatro de gobierno local, que lo único que hizo fue derribar el Paseo de Colón, a pesar de los premios internacionales que acumulaba, para sustituirlo por un portaviones que se ha cargado el entorno de forma criminal y despersonalizada. Claro que al Diario de Sevilla solo le importa la Avenida de la Palmera por los supuestos mamotretos que se han construido en ella, quién sabe si futuros edificios a catalogar por su importancia e intrepidez arquitectónica, sin que se haya derribado ninguna construcción relevante ni se haya destrozado un entorno que disfruta de un contraste que en otras ciudades, como Nueva York, París o La Haya, se aplaude. En año y medio a Muñoz no le ha dado tiempo a resolver otros problemas, como el siempre delicado de la limpieza, pero ha dejado muchos proyectos ejecutándose para que ahora se ponga la medalla quien lo sustituya, que por cierto viene de gobernar Tomares, uno de los pueblos más ricos del país y por lo tanto más fácil de presupuestar, lo que facilita mucho la gestión. Ni Sánchez ni Muñoz se merecían esto, propio de un país ingrato y desagradecido. Menos mal que el Sevilla ha ganado su séptima Eurocopa, con eso ya está todo arreglado.
Los gobiernos de derecha nunca han supuesto un avance en derechos y libertades, pero sus responsables siempre han sabido aprovechar los progresos de las políticas de izquierda, como cuando se oponían radicalmente a todo lo que no fuera familia tradicional y acabaron casándose también sus militantes homosexuales. Este artículo me lo ha inspirado este otro de Carlos Fernández Liria, profesor de Filosofía de la Complutense, publicado en el diario Público, un medio considerado el diablo por algunas de las mentes intelectuales, como la de Ana Rosa, que controlan un país de ignorantes y gente perezosa.
Cuánta razón!!!
ResponderEliminarAplaudo cada línea que has escrito. Siempre a la izquierda, querido amigo. Un orgullo que sea así. ✊
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