Concierto de cámara del Día de la Música. Alejandro Mateo González, piano. Programa: Sonata K466 en fa menor, de Domenico Scarlatti; Sonata nº 12 K332 en Fa mayor, de Mozart; Estudios Op. 25 nº 5 y 6, de Chopin; Ondine de Gaspard de la nuit, de Ravel. María del Mar Jurado Jiménez, violín. Darío Francesc García Garrido, viola. Álvaro Lozano Cames, violonchelo. Guillermo Ramírez Ortega, piano. Programa: Cuarteto para piano y cuerdas nº 3 en do menor Op. 60, de Brahms. Patio de la Montería del Real Alcázar de Sevilla, miércoles 21 de junio de 2023
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Foto: Manuel Vaca |
A las puertas mismas de una nueva edición de Música en los Jardines del Alcázar para amenizarnos las noches estivales que acaban de arrancar, el Patio de la Montería de este irrepetible palacio sevillano sirvió por dos noches consecutivas como escenario para mostrar lo mejor de nuestra juventud. La más responsable, esforzada y aplicada posible, que prolonga así el florecimiento en la ciudad de tanta juventud comprometida con la música clásica a tan alto nivel, se exhibió el pasado martes en el concierto de presentación de la Joven Orquesta Internacional de Sevilla, heredera natural de la Sinfonietta San Francisco de Paula, y ayer Día de la Música con el que podríamos considerar trabajo de fin de curso de algunos de los más aventajados alumnos de la Escuela de Estudios Orquestales que preside la Fundación Barenboim-Saïd con sede en Sevilla.
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Alejandro Mateo González en una imagen de archivo |
El escenario es el preferido de la institución para celebrar sus progresos a nivel formativo, que pudieron hacerse evidentes con la concurrencia del joven pianista malagueño
Alejandro Mateo González, que arrancó su participación, toda ella de memoria, con una de las más de quinientas sonatas en un solo movimiento que compuso, la mayoría en nuestro país, Domenico Scarlatti. La suya fue una
mirada solemne, casi parsimoniosa, de la
K466, leída lentamente, con grandes intervalos y alguna que otra elocuente disonancia, y con unos acentos muy marcados que en el piano moderno sonaron de forma además
tan sincera como estimulante. Su lado más jocoso y divertido se hizo patente en la
Sonata nº 12 de Mozart, de la que sólo interpretó su
allegro inicial, dejando una buena impronta, la que se manifiesta en
una gestualidad cómica y atrevida al compás de la distendida música, que en sus manos disfrutó de un inmenso colorido, permitiéndose incluso hacer guiños al fandango andaluz en una demostración de inventiva y falta de complejos muy saludable. Algo emborronado surgió el
Estudio Op. 25 nº 5 de Chopin, de cuya zona central supo sin embargo extraer unas
considerables dosis de lirismo. Mejor la
nº 6, donde a la
solidez técnica del pianista se unió un especial ingenio para aflorar sentimiento. Acertó también con
Ondine de Ravel, primera de las tres escalas que dan forma a
Gaspard de la nuit, que se deslizó con
un envidiable sentido de la seducción y el misterio, aparejado a unas más que convincentes dotes técnicas y expresivas.
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Álvaro Lozano Cames |
El
decidido y contundente arranque del
Cuarteto con piano nº 3 de Brahms hizo presagiar una interpretación llena de fuerza y drama que sin embargo fue diluyéndose no por falta de preparación técnica, sino porque
a tan temprana edad aún se echa en falta una mayor madurez y solidez interpretativa, más experiencia, para acometer con éxito una página tan complicada y conmovedora. Brahms inició su composición cuando todavía muy joven frecuentaba al matrimonio Schumann que tanto le influyó, pero no lo acabó hasta veinte años después, tras numerosas modificaciones y añadidos. En ella
se combinan pasajes de mucho ardor con otros más serenos, lo que exige unos contrastes anímicos que tan jóvenes intérpretes no alcanzaron a plasmar, dotando al conjunto de cierta debilidad expresiva y una languidez nada acorde a los postulados de la pieza. Cabe destacar no obstante la excelente técnica de cada uno y una de los intérpretes, destacando especialmente la
fluida articulación y sonido sedoso al violonchelo del también malagueño Álvaro Lozano, sin desmerecer a sus compañeros, que lograron momentos de considerable lirismo, manteniendo
un control técnico impecable y una perfecta compenetración, destacando el virtuosismo del endemoniado
scherzo, la nobleza de Lozano en el
andante, y la delicadeza de la linaerense
María del Mar Jurado y Darío Francesc García en el
allegro comodo final, con el siempre
eficiente contrapunto al piano de Guillermo Ramírez, todos los cuales pueden así confiar en un brillante futuro que ya ha sido reconocido con premios como el
Intercentros Melómano.
Ahora sólo hace falta que el público sea también tan aplicado como el alumnado, y no interrumpa piezas como el cuarteto de Brahms con sus aplausos fuera de lugar y sin dejar respirar los finales de cada movimiento. Será conveniente también que dejen el móvil a un lado, que parecen más concentrados en lograr la mejor instantánea o video para compartir y demostrar que estuvieron allí, en lugar de dejarse seducir únicamente por lo que de verdad importa, la música y sus jóvenes y talentosos intérpretes.
Artículo publicado en
El Correo de Andalucía
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