Dirección Laura Jou Guion Bernat Vilaplana Fotografía Marc Gómez del Moral Música Clara Peya Intérpretes Belén Rueda, Irene Escolar, Maria Netavrovana, Ilay Kurelovic, Manuela Vellés, Brays Efe Estreno 17 mayo 2024
Al margen de su debut en el largometraje, La vida sin Sara Amat, la directora catalana Laura Jou se ha curtido fundamentalmente en la televisión. Ahora, de la mano de J.A. Bayona, presenta su segundo y más ambicioso largometraje, otro retrato psicológico de mujer trastornada que tan poca falta hace, en la línea de aquella impresentable Tar que tanto dio que hablar el año pasado con Cate Blanchett como protagonista. Es verdad que de profesores exigentes y neuróticos el cine está lleno, por lo que el hecho de que esta vez sea mujer tampoco reviste especial inconveniente. Se trata de una entrenadora de gimnasia rítmica, una hiper maquillada Belén Rueda ya desde la secuencia inicial que parece mirar a la Glenn Close de Las amistades peligrosas, que vierte sus neuras y frustraciones de carácter fundamentalmente sentimental en una joven ucraniana refugiada de la guerra a la que da vida de forma casi autobiográfica Maria Netavrovana.
Lástima que a partir de aquí todo sea una sucesión de despropósitos en los que apenas se transmite la verdadera lucha de una y otra por lograr sus objetivos, con coreografías planas y resultados artísticos poco estimulantes. Por otro lado, todo lo que la protagonista desprende de dureza y exigencia, parece obviarlo en su relación de pareja, donde se muestra sumisa y entregada, potenciando el cliché rancio y anticuado de mujer enamorada incapaz de prescindir del recuerdo y la felicidad antaño vivida. Del guion se encarga el montador habitual de Bayona, Bernat Vilaplana, que ya colaboró en el de La sociedad de la nieve, revelándose incapaz de insuflar de verosimilitud y alguna dosis de fascinación una historia que progresa a fuerza de casualidades y golpes de guion, abundando la incoherencia y la ridiculez.
Una lástima porque cuenta con un buen presupuesto capaz de dar al conjunto la solidez artística que demanda, así como unas entregadas Belén Rueda e Irene Escolar, que protagonizan la única secuencia memorable de la película, y la mejor escrita, en el comedor del Centro de Alto Rendimiento donde ambas trabajan. El punto culminante de este esperpento con ínfulas freudianas se encuentra en una parte final ambientada en un hospital donde los disparates se suceden, la resolución llega de un plumazo poco convincente y una peluca fija se convierte en auténtico hazmerreir.
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