Son ya varias las
ocasiones en que el conjunto italiano,
fundado hace sólo trece años, ha visitado nuestra ciudad, siempre o casi
siempre en el seno del festival de música antigua. Pero nunca antes en formación tan reducida, y sin
director al frente, sea Riccardo Minasi o Maxim Emelyanychev, los más
habituales. Una formación camerística no lo necesita.
Menos relieve y menos solemnidad por lo tanto en esta nueva
comparecencia ante el público sevillano, a pesar de que las páginas
seleccionadas lo merecían e incluso agradecían. Dos Salve Regina y el imprescindible Stabat Mater de Pergolesi sobre los atriles, y dos brillantes e informadas voces para poner en pie tan suculento
programa sobre el papel.
Ann Hallenberg
en modo cómodo
Domenico Scarlatti
compuso dos Salve Regina, pero fue la
segunda, su último trabajo antes de
fallecer en Madrid, el que entonó la veterana y muy apreciada mezzosoprano
sueca. La pieza es un claro ejemplo de madurez, sobre todo en su interpretación
del motete. Considerada para soprano, rara vez se interpreta en esa tesitura,
pues encaja más en la extensión de
mezzosoprano o contralto, e incluso contratenor, como demostró Carlos Mena
en la frondosa interpretación que grabó junto a nuestra Orquesta Barroca en un
registro de hace unos años dedicado al compositor.
Sí lo hubo en el Salve Regina de Leonardo Leo, compositor
también clave de la escuela napolitana, como los otros dos convocados. La obra
es más luminosa y tiene un talante más
operístico, casi adelantando el estilo galante. Aquí sí encaja
perfectamente la voz de soprano, de lo que se hizo eco Jiayu Jin, toda una sorpresa con un torrente de voz descomunal y una pasión desbordada en su forma
de atacar ésta y la pieza central del concierto.
Jiayu Jin
deslumbró con una voz de gran calidad
Pergolesi apenas
cosechó cinco años de actividad artística, debido a su prematura muerte.
Estudió también en la Escuela Napolitana, auténtica metrópolis musical de la época.
Su música evidencia una mayor
expresividad sentimental respecto al estilo imperante hasta su aparición.
Pero fue de nuevo Jiayu
quien destacó con una proyección
desorbitada, que a veces el espacio fue incapaz de contener, y una
expresividad próxima a la operística, con agudos refulgentes y cambios de registro fluidos y naturales.
Ambas lograron brillar en Inflammatus et
accensus, quizás la pieza más relevante del conjunto junto al popular y solemne arranque, en el que
las voces van ascendiendo de manera harto expresiva entre sucesivas
disonancias.
Voces e instrumentistas
lograron rebajar el tono lamentoso
que informa una página en realidad más distendida y acorde al camino seguido en
esta ocasión. De nuevo pudimos disfrutar de los gentiles subtítulos cortesía de
la Asociación de Amistades de la Barroca, pero el tono mayoritariamente sin
aliento, así como los limitados recursos empleados, hizo que la brevedad de la propuesta resultara larga
y no muy afortunada.
Artículo publicado en El Correo de Andalucía
No hay comentarios:
Publicar un comentario