domingo, 13 de abril de 2025

JIAYU JIN DESTACA SOBRE UN CONJUNTO ACOMODATICIO

XLII Festival de Música Antigua de Sevilla. Jiayu Jin, soprano. Ann Hallenberg, mezzosoprano. Il Pomo d’Oro: Zefira Valova y Laura Andriani, violines; Giulio D’Alessio, viola; Ludovico Minasi, violonchelo; Ismael Campanero, contrabajo; Arianna Radaelli, órgano. Programa: Salve Regina en La mayor, de Domenico Scarlatti; Salve Regina en Fa mayor, de Leonardo Leo; Stabat Mater, de Giovanni Battista Pergolesi. Espacio Turina, sábado 12 de abril de 2025


Llegamos a la recta final de la edición número cuarenta y dos del Femás, y lo hacemos a la manera tradicional, encomendando nuestra alma a Cristo y preparándonos así para la semana grande sevillana. Para eso contamos anoche con la presencia de Il Pomo d’Oro y tres páginas del Barroco dedicadas a glosar la figura de la Virgen María, y hoy por la mañana invocando a Bach a través de la Barroca de Friburgo y el coro Vox Luminis.

Son ya varias las ocasiones en que el conjunto italiano, fundado hace sólo trece años, ha visitado nuestra ciudad, siempre o casi siempre en el seno del festival de música antigua. Pero nunca antes en formación tan reducida, y sin director al frente, sea Riccardo Minasi o Maxim Emelyanychev, los más habituales. Una formación camerística no lo necesita.

Menos relieve y menos solemnidad por lo tanto en esta nueva comparecencia ante el público sevillano, a pesar de que las páginas seleccionadas lo merecían e incluso agradecían. Dos Salve Regina y el imprescindible Stabat Mater de Pergolesi sobre los atriles, y dos brillantes e informadas voces para poner en pie tan suculento programa sobre el papel.

Ann Hallenberg en modo cómodo

Domenico Scarlatti compuso dos Salve Regina, pero fue la segunda, su último trabajo antes de fallecer en Madrid, el que entonó la veterana y muy apreciada mezzosoprano sueca. La pieza es un claro ejemplo de madurez, sobre todo en su interpretación del motete. Considerada para soprano, rara vez se interpreta en esa tesitura, pues encaja más en la extensión de mezzosoprano o contralto, e incluso contratenor, como demostró Carlos Mena en la frondosa interpretación que grabó junto a nuestra Orquesta Barroca en un registro de hace unos años dedicado al compositor.


Tanto los músicos, apenas cinco, como la mezzo exhibieron cierta desgana en su desglose de los cinco textos que integran este Salve Regina. Eso se tradujo en una interpretación monocroma, sin apenas emoción y con una expresividad bastante seca, evidente en la aspereza cortante de las violinistas. Ni siquiera el cambio de registro, por ejemplo entre el dulce y anhelante arranque y el más agitado Ad te clamamus que le sigue, hubo atisbo de sincera emoción.

Sí lo hubo en el Salve Regina de Leonardo Leo, compositor también clave de la escuela napolitana, como los otros dos convocados. La obra es más luminosa y tiene un talante más operístico, casi adelantando el estilo galante. Aquí sí encaja perfectamente la voz de soprano, de lo que se hizo eco Jiayu Jin, toda una sorpresa con un torrente de voz descomunal y una pasión desbordada en su forma de atacar ésta y la pieza central del concierto.

Jiayu Jin deslumbró con una voz de gran calidad

Pergolesi apenas cosechó cinco años de actividad artística, debido a su prematura muerte. Estudió también en la Escuela Napolitana, auténtica metrópolis musical de la época. Su música evidencia una mayor expresividad sentimental respecto al estilo imperante hasta su aparición.


A los cinco componentes del conjunto instrumental, dos violines y continuo constituido por violonchelo, contrabajo y órgano, se unió una viola, pero el relieve siguió siendo escaso y el rendimiento opaco en general. Por su parte, las voces combinaron bien, con Hallenberg alcanzando una mayor dosis de expresividad, ideal para dar presencia y calidad a una voz que se nos sigue antojando de una belleza inmarchitable.

Pero fue de nuevo Jiayu quien destacó con una proyección desorbitada, que a veces el espacio fue incapaz de contener, y una expresividad próxima a la operística, con agudos refulgentes y cambios de registro fluidos y naturales. Ambas lograron brillar en Inflammatus et accensus, quizás la pieza más relevante del conjunto junto al popular y solemne arranque, en el que las voces van ascendiendo de manera harto expresiva entre sucesivas disonancias.

Voces e instrumentistas lograron rebajar el tono lamentoso que informa una página en realidad más distendida y acorde al camino seguido en esta ocasión. De nuevo pudimos disfrutar de los gentiles subtítulos cortesía de la Asociación de Amistades de la Barroca, pero el tono mayoritariamente sin aliento, así como los limitados recursos empleados, hizo que la brevedad de la propuesta resultara larga y no muy afortunada.

Fotos: Lolo Vasco
Artículo publicado en El Correo de Andalucía

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