martes, 29 de abril de 2025

EL ÚLTIMO SUSPIRO Radiografía del dolor y la muerte

Título original: Le dernier soufflé
Francia 2024 100 min.
Guion y dirección
Costa-Gavras, según el libro de Régis Debray y Claude Grange Fotografía Nathalie Durand Fotografía Armand Amar Intérpretes Denis Podalydès, Kad Merad, Mailyne Canto, Fabrice Scott, Charlotte Rampling, Ángela Molina, Karin Viard, Hiam Abbass, Agathe Bonitzer, Georges Corraface Estreno en el Festivald e San Sebastián 25 septiembre 2024; en Francia 12 febrero 2025; en España 25 abril 2025

Siempre es agradable volver a los clásicos, y Costa-Gavras sin duda lo es, como esos abuelos que tienen tanto que enseñarnos. A sus noventa y dos años, el director de Z, Estado de sitio, Desaparecido, La caja de música y Amén, regresa a la gran pantalla con su estilo preciso y austero para contarnos una historia de interés general, la llegada de la muerte, enfermedad mediante. Lo hace a través del lazo de amistad que se teje entre un escritor filósofo de fama intelectual y un médico especializado en cuidados paliativos, ante la posibilidad de que el primero sufra un cáncer agresivo y la admiración que le profesa el segundo. 
La película se estructura entonces en una serie de episodios protagonizados por otras tantas mujeres flamantes, de la aristocrática Rampling a la gitana Molina, pasando por una poco o nada resignada Hiam Abbass que atesora los preciosos recuerdos que le propició un viaje a Sevilla, y Karin Viard dando vida a la oncóloga que pone la puntilla final.

Gavras, a partir de un original escrito a cuatro manos, indaga así sobre distintas formas de afrontar la enfermedad y la muerte, el concepto de dignidad que indiscutiblemente debería acompañarla, y el dolor que provoca en quien la padece y sus seres queridos. Lo hace con su inconfundible estilo casi documentalista, sin más adornos que una serie de cenas y fiestas con colegas y familiares, quizás lo más discutible e incomprensible de su sólido trazo, a quienes los protagonistas confían esos descubrimientos que convierten el periplo humano y sentimental en una camino de aportación y enriquecimiento mutuo.

Pero el director no pretende ni se espera de él que sea complaciente, de manera que no quiere ni puede quitar hierro a una situación que todos y todas tememos y que antes o después padeceremos, salvo aquellos y aquellas que dejen este mundo de forma tan inesperada como oportuna. Y todo esto nos lo cuenta alguien cerca del centenario, en un alarde de valentía con una pizca de propio exorcismo. Su presentación en la sección oficial del Festival de San Sebastián, así como su desprecio absoluto en los últimos César, a pesar de las excelentes interpretaciones de Podalydès y Merad, denotan cierta incomprensión ante un film si no excepcional, sí considerablemente valioso.

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