jueves, 3 de julio de 2025

JURASSIC WORLD: EL RENACER La isla de los dinofreaks

Título original: Jurassic World Rebirth
USA 2025 135 min.
Dirección
Gareth Edwards Guion David Koepp Fotografía John Mathieson Música Alexandre Desplat Intérpretes Scarlett Johansson, Mahershala Ali, Jonathan Bailey, Rupert Friend, Manuel García-Rulfo, Luna Blaise, David Iacono, Audrina Miranda, Philippine Velge, Bechir Sylvain, Ed Skrein Estreno en Estados Unidos y España 2 julio 2025


Es verdad que en verano se relajan las neuronas, y eso hace más fácil digerir productos como éste, destinado a alargar una saga bastante agotada, pero que dotado de los recursos y los talentos suficientes logra su cometido, que no es sino entretener y hacer pasar un rato tan bueno como malo, en el sentido de sufrir con las mil y una aventuras y peligros a las que se somete a su nutrido elenco. De nuevo con Spielberg en la producción, y contando con David Koepp, responsable de los dos únicos títulos dirigidos por el propio Spielberg, como guionista de este tercer lanzamiento de la saga, la cinta logra momentos inspirados y espectaculares, siempre desde una tónica que ya ni sorprende ni resulta especialmente creativa. Esta, vaticinamos, primera entrega de un tercer ciclo, tras el protagonizado por la pareja Chris Pratt y Bryce Dallas Howard, arranca varios años después de que en la endeble Dominion los dinosaurios convivieran con los humanos incluso en ciudades. Aquello ni funcionó como tampoco parece lo hizo la mutación genética de algunos de ellos con fines científicos y terapéuticos. Seres mutantes que, confinados en una isla misteriosa de prohibido acceso, se convertirán en la pesadilla de dos grupos de seres humanos bien diferenciados, unos turistas y los otros mercenarios al servicio de una poderosa farmacéutica.

Pura aventura adrenalítica salpicada de humor y de continuos mensajes humanistas, desde el respeto y la admiración a la diferencia y a la población hispana residente en Estados Unidos, hasta los inevitables y necesarios mensajes ecológicos, la llamada de atención a la ambición de las grandes corporaciones, y la reivindicación de la ciencia al servicio de todos los seres humanos, independientemente de su condición. Todo muy válido dentro de un espectáculo impecable, aunque con contados disparates como el hecho de que la navegación de un mastodonte marino apenas levante el inevitable oleaje que zarandee la oportuna embarcación en peligro. Y tras la cámara alguien que ya trabajó para recrear los vaivenes del monstruo en el que se basan fundamentalmente los que abundan en esta sétima entrega del parque cinetemático, Godzilla, con resultados entonces muy por debajo de lo esperable. Mejor ahora, logrando junto a otra secuela, o mejor dicho spin-off, Rogue One, su trabajo más sobresaliente, con perdón del aplaudido debut con Monsters, una cinta humilde sobre invasiones extraterrestres. Así, donde Godzilla y semejantes nacen del apocalipsis atómico, los dinosaurios mutantes de esta película lo hacen de la alteración medioambiental del ser humano sobre la sufrida naturaleza.

Una hábil aunque trillada combinación de mensajes y aventuras que se agradece también como ejercicio nostálgico de aquellas películas de acción y misterio en tierras inhóspitas y desconocidas. Sólo el arranque ya merece la pena, con el castigo merecido de quien arroja el envoltorio de una chocolatina al suelo, a ver si así aprende una mayoría desaprensiva que hace caso omiso a las advertencias medioambientales. En el apartado estrictamente musical, Edwards echa mano de su colaborador en Godzilla, Alexandre Desplat, que se aparta así de su estilo personal para acometer otro más acorde a este tipo de superproducciones, más cercano al sonido mainstream impuesto por la industria hollywoodiense, eso sí, con citas frecuentes a los temas que John Williams compuso para los dos primeros títulos de la saga.

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