Puede
que clausurar el Festival (de Cine
Europeo) de Sevilla con tres actos bien diferentes, repartidos a lo largo
del día, no sea la fórmula más conveniente, especialmente si dos de ellos coinciden en la hora,
restándose público mutuamente. El primero se produjo al mediodía, cuando en el
Pabellón Tres Culturas se leyó el Palmarés y se entregaron los veintisiete
premios entre sección oficial y paralelas. Ya por la noche, la proyección de la película de clausura, una
excelente Chopin, Chopin!, previo
breve concierto de piano en el Cine Cervantes, coincidió con este concierto de la ROSS interpretando música
de cine español en el Cartuja Center, al que asistieron el director del
festival, Manuel Cristóbal, y el jurado oficial al completo.
Este
factor, unido al hecho de que el público
fanático de las bandas sonoras se concentra fundamentalmente alrededor de
los grandes compositores internacionales y el cine de Hollywood, propició que el aforo luciera algo desangelado. Una
sensación que se extendió también al modus
operandi de Lucas Macías y los maestros y maestras de la orquesta, que en
la primera parte no lograron estar a la
altura acostumbrada, especialmente cuando se trata de un género en el que
la Sinfónica brilló tanto en épocas pretéritas, cuando se celebraban los
añorados Encuentros de Música de Cine.
Sin
programa de mano físico, se hubiera agradecido que en las pantallas repartidas
por toda la sala se apuntaran los
títulos interpretados, como guía a un público algo desnortado cuyo
desinterés, en algunos casos, se tradujo en continuas y fastidiosas consultas
al móvil, no precisamente para seguir el programa. Grabar videos, hacer
fotografías y charlar sin compasión fueron otras de las lindezas repartidas por la platea, sin que el personal de sala
hiciera nada por impedirlo.
Primera
parte: Un popurrí variado
Quizás
la desacostumbrada acústica de la sala provocara que en la primera parte del
concierto se detectaran deficiencias de
diverso calado. Unas impresiones que tuvieron que ver con el aire afligido
que pareció predominar en el catálogo de partituras seleccionadas. Las de Antón García Abril, tan reconocido en
el ámbito de la música de concierto de vanguardia, y tan popular cuando de
música de cine o televisión se trataba (Sor
Citroén), sonaron un poco desvaídas.
Tras
la música que suena cada año en los Goya, que sigue la tradición habitual en
las fanfarrias, acompañadas de fragmentos más relajados que conforman una
suerte de suite, y que la ROSS interpretó de manera aseada, sonaron dos de sus composiciones para la televisión
más afamadas. Ambas siguen el patrón de melodía pegadiza y romántica
repetida hasta la saciedad. Se trata de Anillos
de oro y Fortunata y Jacinta,
aunque en esta última el piano de Tatiana
Postnikova quedó sepultado bajo la efusiva cuerda.

De
la agitada y, en esta ocasión, algo caótica sintonía de El hombre y la tierra, pasamos a una breve representación de la
hermosa banda sonora para la serie británica Monsignor Quixote, con la guitarra de Estefan Sánchez Gisbert algo deslucida por un trabajo en dinámicas
poco matizado. Otro insigne compositor español, Carmelo Bernaola, estuvo representado por un brevísimo tema a clave
solo de Nueve cartas a Berta, así
como la archiconocida banda sonora de la serie Verano azul, introducida por temas líricos protagonizados por el
acordeón de Ramiro García Martín, y
seguido del celebrado tema principal, con una percusión machacona, que sirvió
al final del concierto como bis acompasado por las palmas del público.
Un
bloque dedicado al internacional Fernando
Velázquez arrancó con una suite de Ocho
apellidos vascos, en el que destacó el trabajo
de los percusionistas de la ROSS en la txalaparta. Siguieron el elegíaco
tema principal de Lo imposible, con
buenas prestaciones de Alejandro Olóriz al chelo y las jóvenes voces de la Asociación Musical CÓDICE, y una
generosa suite de Lope, en la que
destacó el emocionante crescendo
final que la orquesta defendió con
fuerza expansiva.
Segunda
parte: Calidad e imaginación
Sólo
tres títulos integraron la más acertada
y de mayor calidad segunda parte, abordada por Macías y la orquesta con gran
interés. Las suites empleadas en las piezas de Manuel Parada y Jesús García-Leoz, fueron en su día grabadas por
José Nieto y la Sinfónica de Radio Bratislava, así como por la Orquesta
Sinfónica y Coro de RTVE bajo la dirección de Adrian Leaper. Suites perfectamente ensambladas para
dar una idea bastante completa y precisa de cada película y su ilustración
musical.
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| Foto: Marina Casanova |
En
Los últimos de Filipinas, Parada
siguió los cánones del cine de aventuras
hecho en Hollywood, que tanto habían popularizado autores como Korngold o
Steiner, echando mano de una sana imaginación y un variado surtido de géneros musicales, desde marchas a valses
pasando por una acción excitante, de todo lo cual se hizo perfecto eco la magnífica interpretación del conjunto.
En Bienvenido, Mr. Marshall,
García-Leoz acierta en ironía y ese toque pastoril tan característico,
defendido por Macías con gracia y candidez. El popular Americanos contó con la colaboración
al cante de Ana de Caro, toda gracia y desparpajo, y el apoyo del coro.
Para
el final se dejó una magnífica suite
para violín y orquesta de la película de Almodóvar La piel que habito. Una especie de concierto preparado por el
propio Alberto Iglesias, que con Alexa Farré como solista, concertino
titular de la ROSS que en esta ocasión dejó esa responsabilidad en manos de
Juho Valtonen, sonó sensacional, impecable. Farré demostró una vez más un talento de alto voltaje, que maneja
todos los resortes del instrumento con una maestría extraordinaria, y que es capaz de someterse a las dificultades más
extremas, y la partitura de Iglesias las contiene, y salir airosa. Macías
acompañó con fuerza y un trabajo dinámico sobresaliente, mientras la orquesta,
fundamentalmente la cuerda, respondió con sentido
de la armonía, misterio y agitación.
Fotos:
Lolo Vasco (SEFF)Artículo publicado en
El Correo de Andalucía