lunes, 13 de octubre de 2025

DOWNTON ABBEY: EL GRAN FINAL La fuerza y la distinción del lenguaje

Título original: Downton Abbey: The Grand Finale
Reino Unido-USA 2025 123 min.
Dirección
Simon Curtis Guion Julian Fellowes Fotografía Ben Smithard Música John Lunn Intérpretes Michelle Dockery, Elizabeth McGovern, Hugh Bonneville, Jim Carter, Laura Carmichael, Paul Giamatti, Penelope Wilton, Joanne Froggatt, Dominic West, Allen Leech, Brendan Coyle, Lesley Nicol, Harry Hadden-Paton, Robert James-Collier, Arty Froushan, Michael Fox, Joely Richardson Estreno en Reino Unido y Estados Unidos 12 septiembre 2025; en España 10 octubre 2025

Downton Abbey
triunfó en televisión durante cinco años. Cincuenta y dos capítulos repartidos entre seis temporadas, fruto de la creatividad de Simon Fellowes, quien podría decirse había esbozado la operación en la aclamada película de Robert Altman Gosford Park. En cualquier caso, ambas producciones se basaban sin lugar a dudas en la mítica serie de los setenta Arriba y abajo, pero con una producción más holgada y lujosa. Simon Curtis ha sido de nuevo el elegido para dirigir esta tercera parte de lo que se supone una trilogía cinematográfica a partir de los personajes y vicisitudes de la serie, y que por lo tanto culminaría con este título. Un film que se ambienta en 1930, y que tiene al personaje interpretado por la atractiva Michelle Dockery como figura central, heredera del legado de la familia Crawley. Los prejuicios sociales y la crisis económica devenida como consecuencia del crack, y que sirve para dar relieve a la participación estadounidense en la producción, centran el episodio central de una película que, como las precedentes y la propia serie, cuenta tantas historias cruzadas como infinidad de personajes se pasean por la pantalla.

Un trabajo dinámico del artesano director Simon Curtis, cuyos trabajos más destacados son Adiós Christopher Robin, La dama de oro y Mi semana con Marilyn. Sin embargo, tal amalgama puede resultar indigesta e incomprensible, dada la cantidad de personajes y nombres, para quien no esté familiarizado con el conjunto. No obstante, su lujosa factura, el encanto de las localizaciones y el buen rollo y discutible amabilidad que destila, logran que el film se deguste con agrado. En este punto, destacamos lo que a nuestro juicio más nos ha cautivado, que es el exquisito y acertado uso del lenguaje, paradigma de los buenos modales y acierto como vehículo indiscutible que tenemos para expresarnos y hacernos entender, algo así como arma infalible para resolver problemas de toda índole, y que si nuestros políticos dominaran como debieran, evitarían mucha violencia.

En cierto momento, Lady Edith, como todos los demás excelentemente interpretado por Laura Carmichael, le lee la cartilla en plenas carreras de Ascot, magistralmente recreadas, a un presunto estafador de la familia. Todo un ejemplo de oratoria impecable, exquisita dicción (imprescindible la versión original) y lección interpretativa, que se repite a lo largo de la película en otras circunstancias y personajes. Sólo por eso, ya cabe dejarse seducir por la supuesta última entrega de la saga. Entre las curiosidades, destacar la presencia como personaje de Noel Coward, interpretado en esta ocasión por Arty Froushan como en Gosford Park lo hizo Jeremy Northam. Una constante en el imaginario de Julian Fellowes, que aporta calidad y encanto al conjunto, con sus canciones y citas literarias, llegando incluso a incluir como chiste su inspiración en el servicio del castillo para la comedia Vidas privadas. Por supuesto, hay homenaje y dedicatoria para la inimitable Maggie Smith.

sábado, 11 de octubre de 2025

EL TALENTO MEXICANO BRILLA EN UN DON GIOVANNI DE ENSUEÑO

Mariano García Valladares, dirección musical. Con Jan Antem, Daniel Noyola, Bryndis Gudjónsdöttir, Karen Gardeazabal, Montserrat Seró, Pablo Martínez, Yoshihiko Miyashita y Luis López Navarro. Teatro de la Maestranza, viernes 10 de octubre de 2025

Karen Gardeazabal y Daniel Noyola

Se echa mano de un segundo reparto, o reparto alternativo, cuando se programan tantas funciones de un mismo título que algunas tienen que ir seguidas en el calendario, con el peligro que supone para la salud de las voces, lo que conlleva también otra dirección musical que trabaje con los y las cantantes alternativas. Normalmente sólo hace falta sustituir a quienes cantan los roles principales, pero en Don Giovanni, como sucede también en otras óperas mozartianas, todas las voces tienen protagonismo y necesitan que se articule ese segundo, o alternativo, reparto.

Suele suceder que una combinación de voces que suenan en uno y otro elenco sea la mejor opción para disfrutar plenamente del espectáculo, pero provocaría un grave desequilibrio que el público no merece. No es cuestión de comparar los intérpretes de uno y otro elenco, por lo que nos limitaremos a destacar el trabajo de cada uno y una de este segundo, empezando naturalmente por quien da vida al personaje central, un Don Giovanni que sonó en la voz de Jan Antem con fuerza y decisión, aunque aún requeriría algo más de volumen y proyección. El joven catalán nos brindó un La ci darem la mano y una serenata en las que primaron el buen gusto en el fraseo y el sentimiento en el espíritu.

Jan Antem y Montserrat Seró

Pero como barítono, le ganó la partida Daniel Noyola, joven también talento mexicano al que ya disfrutamos en el Ariadne auf Naxos de la pasada temporada. Contó además con el mérito de hacerse con el papel apenas unos días antes de la representación, ya que acudió a última hora como remedio por la caída que el previsto, también mexicano Emmanuel Franco, sufrió hace una semana en la tarima de un decorado que nos sigue fascinando, sobre el que se despliega un excelente teatro con movimientos escénicos de ensueño. Noyola afrontó su papel de Leporello con vozarrón y enorme sentido cómico, suscitando una gran ovación al término del agradecido catálogo de conquistas.

Otra voz mexicana que nos sorprendió gratamente fue la de Karen Gardenazabal, que se enfundó en una Doña Elvira profundamente dolida y sufriente, con voz generosa, amplio registro y versátil expresividad, además de un timbre metálico y de enorme belleza. Otra de las mayores ovaciones de la noche lo mereció su hermosísimo Mi tradi quell’alma ingrata. También convenció nuestra ya familiar Bryndis Gudjönsdöttir, que tras alzarse hace ya algunas ediciones con el premio Nuevas Voces de Sevilla, pisa con cierta frecuencia nuestros escenarios. Su voz potente y bien proyectada, aunque con un timbre una pizca estridente, se hizo fácilmente con el papel de Doña Ana, si bien evidenció algunos roces y asperezas entre trinos y sobreagudos sobresalientes, además de una solvente capacidad para modular.

Bryndis Gudjónsdöttir y Pablo Martínez

A Pablo Martínez le falta más seguridad para resolver algunos problemas de afinación y rebajar vibrato, pero posee una hermosa voz, con la potencia suficiente para aportar emoción y sentimiento, especialmente en su aria Dalla sua pace. Más discreto fue el trabajo de Montserrat Seró como Zerlina. Tiene gracia y talento, pero acusa cambios de registro algo forzados y le falta en general un mayor volumen. Más acertado como actor que como cantante, cambiando a discreción tonos y registros, estuvo Yoshihiko Miyashita, mientras el malagueño Luis López Navarro logró, pese a su juventud, un convincente Comendador, con el tono justo para resultar suficientemente amenazante y aterrador.

En cuanto a la batuta, en manos del también mexicano Mariano García Valladares, parece increíble que con apenas veintitrés años se pueda tener tal control y dominio de la partitura, fundirse con las voces con tanto acierto y confianza, y lograr que la plantilla de la ROSS se ajuste a sus requerimientos con tanto sentido de la obediencia y la responsabilidad, logrando entre todos y todas una lectura brillante de la imponente música de un Mozart siempre tan fluido y natural.

Fotos: Guillermo Mendo

viernes, 10 de octubre de 2025

LA JUVENTUD BAILA Y SE COMPROMETE

Felling ROSS. Concierto de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla en colaboración con Juventudes Musicales. Álvaro Lozano Cames, violonchelo. María Castillo Mora, clarinete. Josep Planells Schiaffino, dirección. Programa: Obertura de Il mondo della luna Hob. 28/7 y Concierto para violonchelo nº 1 en Do mayor Hob. VII B1, de Haydn; Obertura de La finta giardiniera y Concierto para clarinete en La mayor K.622, de Mozart. Teatro de la Maestranza, jueves 9 de octubre de 2025

Fue todo un acierto por parte de la ROSS y Juventudes Musicales de Sevilla programar un concierto de estas características. Primero porque son ya varios los fructíferos años en los que se ha celebrado esta colaboración que brinda una oportunidad única a jóvenes valores de nuestro entorno para demostrarse a sí mismos y a los demás lo que valen, y contribuir así a ese empujoncito que necesitan para lanzar definitivamente sus carreras. Y segundo, por las piezas seleccionadas para la ocasión, puro clasicismo tan acorde al título operístico que se viene ofreciendo estos primeros días del mes de octubre, un Don Giovanni que enmarca a la perfección la propuesta de la orquesta y los jóvenes talentos seleccionados, todos y todas inmersas en la época y el estilo.

Parafraseando a La juventud baila, microespacio del programa Aplauso que a finales de la década de los setenta del siglo pasado convocaba a toda la familia alrededor del televisor para ver a jóvenes concursar bailando a ritmo de música disco y rock‘n’roll, los dos solistas de ayer tarde parecían dejarse llevar por el baile en sus felices comparecencias ante el público del Maestranza. Un público que, nos congratulamos, está en continua renovación, lo que significa que propuestas como ésta acerca nueva afición a la música clásica. Sólo así se comprende que gran parte de los y las asistentes aplaudieran después de cada movimiento de las piezas concertantes.

El jovencísimo malagueño Álvaro Lozano Cames exhibió en todo momento un porte aristocrático abrazando el violonchelo como si fuera su pareja de baile (de salón), con la cabeza bien alta mirando a un horizonte quizás no tan lejano. Así desgranó, con absoluta seguridad y un sentido inusitado de la elegancia para su corta edad, el primero de los dos conciertos que Franz Joseph Haydn compuso para el instrumento. Lozano Cames se desenvolvió con fluidez, manteniendo un sonido homogéneo que combinó hábilmente dulzura y aspereza, con suficiente cuerpo y líneas muy definidas tanto en el ritmo marcial del primer movimiento, la melódica cantinela del adagio y el fuego atlético del allegro final. Muy preciso también en el control de las dinámicas y la medición del rubato, la suya fue una exhibición ambiciosa y bien articulada en busca de una voz propia que estamos seguros llegará a encontrar pronto. Secundado por sus compañeros de instrumento, ofreció un Cant dels ocells, popularizado por Pau Casals, de hondo sentimiento.

Con gesto serio, la onubense María Castillo Mora no pudo, sin embargo, frenar su cuerpo, siempre atento al ritmo marcado por Mozart en su inmortal Concierto para clarinete, cuya fama potenció aún más su integración en la banda sonora de John Barry para Memorias de África. No fue la suya una interpretación meramente académica de tan trillada pieza, sino que echando mano de la imaginación y la fantasía, intentó insuflar también de personalidad su rendimiento, aportando un juego de dinámicas muy arriesgado y unas florituras de difícil resolución, sobre todo en las cadencias. En el famoso adagio central llegó a emitir notas en un delicado pianissimo, algo muy difícil incluso para los más experimentados. Ni que decir tiene que su dominio de la respiración fue sencillamente impecable. Una profusamente ornamentada versión de la Habanera de Carmen sirvió como propina tras un elocuente y emocionado agradecimiento de la solista a todos y todas quienes contribuyeron a tan feliz acontecimiento, incluida una orquesta con la que confesó haber crecido a lo largo de años de asistencia a sus conciertos de abono.

También joven, el valenciano Josep Planells Schiaffino se encargó de arropar con respeto y precisión las interpretaciones de los jóvenes talentos convocados, ofreciendo como adelanto en cada parte del programa una obertura operística de carácter bufo con el que dejó claras sus formas clásicas y su capacidad para que la reducida plantilla se ajustara en la medida de lo posible al estilo y el espíritu de la época, a través de esa tercera vía que permite recrearlos con instrumentos modernos.

miércoles, 8 de octubre de 2025

ADORABLE Otro retrato de mujer inestable emocionalmente

Título original: Elskling
Noruega 2025 101 min.
Guion y dirección
Lilja Ingolfsdottir Fotografía Oystein Mamen Intérpretes Helga Guren, Oddgeir Thune, Kyrre Haugen Sydness, Heidi Gjermundsen, Marte Magnusdotter Solem, Elisabeth Sand, Maja Tothammer-Hruza Estreno en el Festival de Karlovy Vary 2 julio 2024; en Noruega 11 octubre 2024; en España 3 octubre 2025


Un año después de su estreno en Noruega, nuestro país recupera esta película traduciendo el título internacional inglés en lugar del original Cariño. De cualquier forma, sea cariño o adorable, el título parce responder a una intención puramente irónica, por cuanto presenta a una mujer muy inestable, insoportable, que fracasa en cualquiera de las relaciones sentimentales y familiares que se le ofrezcan, ya sea con un marido tipo modelo publicitario al que no logra retener, sus hijos, potenciando esa maldad que se supone a la adolescencia, o incluso su madre. Nos encontramos por lo tanto de nuevo ante ese, a nuestro juicio, malentendido sentido de responsabilidad de la mujer, que si no es bruja es enferma mental o posee cualquier otro defecto inconfesable.

Su particular calvario, penitencia y redención, sirve a la debutante realizadora Lilja Ingolfsdottir, ampliamente curtida en el cortometraje, para obtener el reconocimiento casi unánime de la crítica y los premios especializados. Puede que seamos nosotros quienes erremos en nuestra apreciación de lo que es verdaderamente justo para la mujer, y desde luego no negamos que pueda ser inestable, caprichosa y todo lo malo que se nos antoje, pero despreciamos que sea casi siempre esto lo que se subraye en aras a conseguir todo lo contrario, que empaticemos con su condición y problemática.

Puede que sobrellevar cargas familiares, renunciar a una carrera profesional y sufrir la ausencia de una pareja continuamente de viaje por motivos laborales, acabe con su paciencia y le proporcionen ese carácter insufrible que exhibe la protagonista, y que Helga Guren afronta con todo tipo de gestos y mohines. Todo esto sería válido si supiésemos algo más de su pasado, sin que también su madre sentencie un comportamiento egoísta, nada generoso, evidenciado también en sus crónicas de cuando apenas era una niña. Cámara en mano, a menudo nerviosa, estirando ese estilo nórdico tan gastado, completa este desaguisado que a algunos, sólo unos pocos, no nos ha convencido en absoluto.

EL MITO DE DON JUAN DESDE LA INGENUIDAD

Festival de Ópera de Sevilla. Música de Helena Cánovas. Libreto de Alberto Iglesias. Jhoanna Sierralta, dirección musical. Bárbara Lluch, dirección escénica. Blanca Añón, escenografía. Clara Peluffo, vestuario. Urs Schönebaum, iluminación. Sixto Cámara, sonido. Con Sachika Ito, Josep-Ramón Olivé e Iván Sánchez Águila. Royal String Quartet. Proyecto Lorca. Coproducción del Teatro de la Maestranza, el Festival de Peralada, Gran Teatro del Liceu, Teatro Real y Teatros del Canal, en colaboración con el Festival de Ópera de Sevilla (Ayuntamiento de Sevilla). Foro Magallanes de la Real Fábrica de Artillería, martes 7 de octubre de 2025


La figura de Carmen Díaz de Mendoza Aguado, Condesa de San Luis, debe haber fascinado por igual a los compositores Alberto Iglesias y Helena Cánovas. Insospechadamente, el autor de bandas sonoras tan estimulantes como Hable con ella, Lucía y el sexo o El jardinero fiel, se encarga en esta ocasión del libreto, mientras la muy joven compositora catalana Helena Cánovas Parés pone música a un drama inspirado en un ensayo que la condesa llegó a estrenar durante la Dictadura de Primo de Rivera, de la que era muy afín, sobre el mito de Don Juan en clave feminista.

Estructurada en tres partes, en la primera la condesa asiste en compañía de dos amigos a una representación de Don Giovanni en París. Una ocasión que le hace reflexionar sobre cómo la mujer ha estado siempre supeditada al hombre, sus caprichos e instintos de seducción. En un segundo capítulo, años después, intenta llevar sus reflexiones al arte, descubriendo cómo a lo largo de la historia la mujer ha sido desplazada de la cultura y relegada a funciones domésticas, de lo que apenas se salvan algunas privilegiadas de rango noble. Finalmente, en la actualidad, alguien decide terminar el trabajo de Díaz de Mendoza, estrenado pero perdido, en clave operística.

Lástima que tan prometedor proyecto termine convirtiéndose en recipiente de proclamas que se nos antojan más ingenuas de lo deseable, apoyadas en frases que no hacen sino subrayar lo evidente, forjando reflexiones tan frecuentadas y recurrentes que apenas aportan nada nuevo. Iglesias se esfuerza, Cánovas también, pero los resultados son bastante pobres. Decididamente preferimos al Iglesias compositor, ganador de doce Goyas y cuatro veces nominado al Oscar, que al dramaturgo.


Tampoco la música de Cánovas suscita gran interés, cautiva de estilos y recursos más fruto del aprendizaje académico bien aprendido que de una genuina inspiración. Puede que el tiempo ayude y todos esos conocimientos acaben ofreciéndonos lo mejor de ella, a pesar de los reconocimientos obtenidos en su todavía corta trayectoria. De hecho, esta obra surge de la obtención del Premio Carmen Mateu para jóvenes artistas europeos, y logró que varias entidades teatrales se interesaran por ella.

Aunque hay hasta cuatro teatros y dos festivales implicados en su producción, Don Juan no existe no disimula su vocación humilde e intimista. La experimentada Bárbara Lluch propone, a través de la escueta escenografía de Blanca Añón, en la que sobresale un tobogán por el que se desliza la tinta derrochada por el talento prohibido de tantas y tantas mujeres, un continuo paseo por un espacio rectangular, en el que los personajes se abandonan a un continuo y fluido diálogo.

Con citas continuas al Don Giovanni mozartiano, la música de Cánovas se vale de un cuarteto de cuerdas, el muy experimentado en música contemporánea Royal String, y un conjunto de percusión y saxo, nuestro querido utrerano Manu Brazo, todos y todas excelentes, para dibujar líneas frecuentemente agresivas y agitadas, en un lenguaje típicamente atonal. El uso de la electrónica por parte de la propia compositora, echando a menudo mano de grabaciones que multiplican el efecto de las palabras, y la discreta amplificación de todos los agentes, provoca la estética moderadamente vanguardista que la pieza anhela.

Sachika Ito vuelve a demostrar lo cómoda que se siente en este tipo de repertorios, prestando su potente y perfectamente modulada voz a la condesa protagonista y la artista actual que repara en su valía, un doble papel que en el estreno en Peralada hace un año encaró Natalia Labourdette. Josep-Ramón Olivé, que también intervino en el estreno del Real hace unos meses, encarna a la pareja de la protagonista, y se desdobla en blanca estatua de Don Juan, muy en estilo Comendador.


El barítono se esfuerza en convencer a la mujer de lo estéril de su propuesta, especialmente en un tercio final, quizás el más interesante, en el que despreciando la memoria histórica, le repite que hoy las cosas ya no son como ayer y no merece la pena revolver el pasado, lo que supondría reponer a cada una en su merecido sitio. El igualmente joven tenor Iván Sánchez representa al contrapunto machista, el hombre que pretende mostrarse condescendiente pero se siente orgulloso de su mal entendida superioridad.

Una lista de mujeres que lucharon por su visibilidad cultural y política, con un muy elocuente efecto eco, casi a capela, potenció ese carácter didáctico que tiene la obra, siempre desde esa óptica ingenua que caracterizó a la función. Ingredientes sin duda atractivos, bien sazonados, pero que en conjunto evidencian más intención que buenos resultados, sin llegar a incentivar con la fuerza que el contenido merece, y quedan finalmente en aguas pantanosas, en este caso entintadas.

Porque tampoco podía faltar que ella acabe ensuciada hasta lo inaguantable, y por supuesto arrastrada por el fango negro, aunque la disposición de filas y gradas poco ayudase a participar de esas licencias dramáticas. Agradecemos que las pantallas donde se emitían los subtítulos estuviesen en alto, aunque en este caso poca falta hacía, dada la perfecta dicción de los intérpretes, especialmente de Sachika Ito.

Fotos: Agustín Pacheco (Archivo fotográfico del Festival de Ópera de Sevilla)
Artículo publicado en El Correo de Andalucía

martes, 7 de octubre de 2025

FRANCO FAGIOLI, DOMINIO SENTIMENTAL

Franco Fagioli, contratenor. Michele D’Elia, piano. Programa: Arias y canciones de Cavalli, Scarlatti, Cesti, Loti, Haendel, Giacomelli, Mozart, Bellini, Donizetti, Rossini y Mercadante; Sonata en sol menor K.347 de Domenico Scarlatti; Marche et Réminiscences pou mon dernier voyage, de Rossini. Teatro de la Maestranza, lunes 6 de octubre de 2025


Uno de los platos fuertes del Maestranza esta temporada, lo que no es poco teniendo en cuenta la suculenta oferta del coliseo, fue este recital de uno de los más afamados contratenores del momento. Ya saben, esa tesitura que tanto enamora y tanta admiración provoca entre los nuevos públicos. Enmarcado hábilmente en el Festival de Ópera, la de Fagioli fue una nueva oportunidad, siete años después de aquella memorable ocasión en la que acompañado por Il Pomo d’Oro nos deleitó en el Espacio Turina, para dejarnos seducir por su cálida y bien entonada voz.

Con la voz aún más cristalina y esmaltada que en aquel concierto del 2018, y una tesitura más asentada en el rango más agudo, a menudo casi de soprano, Fagioli hizo un interesante recorrido por el arte de los castrati, su medio natural, para avanzar después por el repertorio de las mezzosopranos y las contraltos, hasta adentrarse bien en el siglo XIX, entre el Clasicismo y el Romanticismo.

Todo un viaje emocional en el que destacó la habilidad del contratenor para extraer puro sentimiento de cada nota y vivirlas con absoluta naturalidad, disimulando hasta el extremo el falsete obligado. Su rostro evidenció en todo momento ese sentimiento y el enorme gozo experimentado en un repertorio exigente y extenuante, sólo aliviado por los dos únicos momentos, uno en cada parte del concierto, en los que el pianista acompañante actuó en solitario.

De la ópera arcaica al umbral romántico

Con un repertorio muy similar al que presentaba Cecilia Bartoli en su legendario registro Arie Antiche, Fagioli comenzó el recorrido con un aria de Il Giasone, de Cavalli. La escuela veneciana estuvo así representada con toda la melancolía y ternura de la que fue capaz la voz increíblemente homogénea del contratenor.

La otra gran escuela, la napolitana, llegó de la mano de Scarlatti padre. Con Già il sole dal Gange, de su ópera de juventud L'honestà negli amori, dio rienda suelta a su facilidad para la coloratura, una ornamentación profusa y una energía contagiosa. Pero fue con Intorno all’idol mio, canción de Orontea de Marc’Antonio Cesti, con la que apuntó directamente a nuestro corazón por primera vez, con un canto en extremo piadoso.

También resultó encantador y amable en el aria de concierto Pur dicesti, o bocca bella, de Antonio Lotti, ya a las puertas del Clasicismo. Tiempo hubo después para la tormenta y la agitación, de la mano por supuesto de Haendel en el rol de Rinaldo, pieza antológica para el repertorio de castrato, que defendió con una energía apabullante y una ornamentación al alcance sólo de los más dotados, logrando que cada matiz brillara con un dominio absoluto del instrumento en toda su extensión.


Sólo ocasionalmente asomó el obligado cambio de registro en las notas más graves, pero con considerable menor frecuencia que en otras voces también aclamadas. Caso curioso es el del aria Sposa, non mi conosci, de La Merope de Scarlatti, más popular como Sposa disprezzata tras ser adaptada por Vivaldi en su ópera Bajazet. Combinando melancolía con fuerza y rabia como Sesto en Parto, parto, ma tui ben mio, de La clemenza di Tito de Mozart, terminó una triunfal primera parte.

Los máximos exponentes del Bel canto

Bellini, Donizetti y Rossini protagonizaron la segunda parte, completada con Mercadante. Dos de las composiciones de cámara de Bellini sirvieron para descubrir al Fagioli más encantador (Ma rendi pur contento) y rabioso o enfurecido en la muy temperamental Malinconia, ninfa gentile. Igualmente con Donizetti mostró su lado más tierno, con la arietta de quien se sabe moribundo Amore e morte, y el más alegre y despreocupado en la simpática Me vojo fa una casa, típica canción napolitana.

Tiempo para la exhibición de coloratura y el más refinado bel canto en el aria de La donna del lago de Rossini, Mura felici, auténtica apoteosis del género antes de terminar con Saverio Mercadante y la cavatina Dove m’aggiro de Andronico, seguida del broche agitado final, Era felice un dí, de la misma ópera. Después las obligadas propinas, otro aria de Andronico, la hermosa y sentimental canción La rosa y el sauce del compositor argentino del XX Carlos Guastavino, y ese éxito napolitano tan cerca de la opereta que es Non ti scordar di me, de Ernesto de Curtis, inmortalizada por Beniamino Gigli en la película de 1935 del mismo título.

El acompañamiento a piano ahí donde tocaba orquesta barroca, conjunto reducido o clave, resultó efectivo gracias al buen hacer y el sentido de la responsabilidad de Michele D’Elia, que en solitario se mostró contenido y detallista con la Sonata en sol menor K. 347 de Domenico Scarlatti, y algo menos jocoso de lo conveniente en la sorprendente Marcha y recuerdos de mi último viaje, de los Péchés de viellesse (Pecados de la vejez) de Rossini, donde se citan hasta ocho óperas del compositor pesarese, de Tancredi a Guillermo Tell, pasando por La cenerentola, El barbero de Sevilla y Semiramide.

Fotos: Guillermo Mendo
Artículo publicado en El Correo de Andalucía

lunes, 6 de octubre de 2025

STEVE Tensión forzada para una última oportunidad

Irlanda-Reino Unido 2025 93 min.
Dirección
Tim Mielants Guion Max Porter, según su libro Fotografía Robrecht Heyvaert Música Ben Salisbury y Geoff Barrow Intérpretes Cillian Murphy, Jay Lycurgo, Tracey Ullman, Emily Watson, Little Simz, Luke Ayres, Marcus Garvey, Joshua Barry, Joshua J. Parker Estreno en el Festival de Toronto 5 septiembre 2025; en Irlanda 19 septiembre 2025; en España (Netflix) 3 octubre 2025

Hace apenas dos semanas que Tim Mielants como director y Cillian Murphy como protagonista, estrenaron en salas Small Things Like These, sobre el drama de los bebés robados a sus madres pobres y solteras por instituciones religiosas, y ya aterrizan de nuevo en nuestra cartelera, aunque sea en plataformas digitales, con un nuevo trabajo conjunto. Se trata de la enésima revisión de la dificultad que tiene el profesorado para conciliar su vida personal y la profesional cuando de educar a jóvenes especialmente problemáticos se trata. Pero aquí se trata de ir más allá, por cuanto el centro objeto de análisis y reflexión está concebido como paso previo a un evitable reformatorio, para jóvenes realmente difíciles, con una apatía social extremadamente pronunciada.

Son los noventa del siglo pasado y una cadena de televisión decide grabar un reportaje para ser emitido en las noticias. Todo es histeria y caos a su alrededor. Lejos quedan aquellos famoso films como Rebelión en las aulas con Sidney Poitier en los sesenta, o Mentes peligrosas con Michelle Pfeiffer en los noventa. Parece que todo tenga que resultar siempre más violento y menos inocente, para presentarnos trabajos así, potenciados por una histeria insoportable, ya desde una cámara inquieta que persigue a los personajes y de paso marea al público.

Otra vez nos exigen paciencia para concienciarnos con temas tan serios y delicados. Pero en el fondo no se consigue, y menos cuando los cambios de registro son frecuentes, los planos caprichosos y las consecuencias blandas y convencionales. Con todo, Murphy consigue, dentro de los tópicos a los que es sometido su personaje, salir airoso gracias a su habitual contención y dominio del medio.

EXTRAÑO RÍO Efebos en aguas curativas

Título original: Estrany riu
España-Alemania 2025 106 min.
Dirección
Jaume Claret Muxart Guion Jaume Claret Muxart y Maritxell Colell Fotografía Pablo Paloma Música Nika Son Intérpretes Jan Monter, Nausicaa Bonnín, Jordi Oriol, Bernat Solé, Francesco Wenz, Roc Colell Estreno en el Festival de Venecia 29 agosto 2025; en salas 3 octubre 2025


Para su debut en la dirección de largometrajes, el joven Jaume Claret centra su atención en el río Danubio, que ya fue objeto de su inquietud en el corto Los Danubios, a partir de un relato de Claudio Magris, y donde un joven se le aparecía a un escritor como origen del mismísimo río. De viaje con la familia en bicicleta por las riberas alemanas del famoso río, un joven de dieciséis años se deja llevar por la experiencia sensorial de todo cuanto le rodea, para exorcizar sus propios miedos y traumas frente a la madurez intelectual y sexual que se le aproxima. Esta prometedora y poética ópera prima se adentra en esa etapa que para muchos y muchas dicen resultar bastante traumática, donde los radicales cambios que experimentamos acaban convirtiéndose en una a menudo amarga experiencia. Algunos, afortunadamente, necesitamos hablar en tercera persona cuando de este tema se trata, al no haber experimentado esos difíciles cambios de forma tan radical y problemática. Claret Muxart demuestra una madurez expresiva impresionante proponiendo esta experiencia inmersiva, una sabia combinación de realidad y ensueño, capaz del naturalismo más extremo y a la vez de recrear una experiencia onírica tan estimulante y, a todas luces, relajante.

Del agua, que es la vida, surgen las respuestas que el joven protagonista, un efebo heredero de Tadzio que podría iniciar así una interesante carrera como actor, si es esa su intención, encuentra para exorcizar las heridas de la edad, que tantos a esa edad consideran incurables. Una familia unida, comprensiva, consciente de los nuevos cánones románticos y sentimentales, en la que la única con experiencia en el cine es Nausicaa Bonnín, acompaña al joven protagonista en este viaje de feliz descubrimiento, una aventura iniciática que abre puertas y propone soluciones, siempre bajo el techo del idílico verano, bañado por las cristalinas aguas del río europeo más famoso, e ilustrado por un catálogo de sensibles partituras, desde Dafnis y Cloe de Ravel al adagio de Marcello arreglado por Bach, pasando por el bellísimo nocturno de la Suite Lírica de Grieg. Un derroche de sensibilidad sin maniqueísmos al que Claret añade otra de las que parecen ser sus inquietudes, la arquitectura moderna, que da pie a una lección del padre a los pies de una escuela al borde del río.

Un ser mágico y fascinante se encargará de ayudar a nuestro joven y todavía confuso protagonista a encontrar su camino, mientras seducidos por su fascinante apariencia, olvidamos si lo que vemos y oímos pertenece al mismo tratamiento naturalista y realista destinado a la familia y su fluido viaje salpicado de episodios y anécdotas, como el encuentro entre actrices que protagoniza la madre y una joven alemana, y que contribuye a esa palpable sensualidad que inunda esta acuática, refrescante y relajante experiencia. Estaremos atentos y atentas a la carrera de este prometedor director, deseando que este milagro no sea fruto de la casualidad.

domingo, 5 de octubre de 2025

EN DON GIOVANNI CANTAN Y BAILAN, PERO SOBRE TODO ACTÚAN

Música de Wolfgang Amadeus Mozart. Libreto de Lorenzo Da Ponte, inspirado en “El burlador de Sevilla” de Tirso de Molina. Iván López-Reynoso, dirección musical. Cecilia Ligorio, dirección escénica. Gregorio Zurla, escenografía. Vera Pierantoni Giua, vestuario. Andreas Grüter, iluminación. Daisy Ransom Phillips, coreografía. Svenja Gottsman, dramaturgia. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Coro Teatro de la Maestranza (Íñigo Sampil, director). Banda interna del Conservatorio Superior de Música Manuel Castillo (Jaime Cobo, director). Con Alessio Arduini, David Menéndez, Ekaterina Bakanova, Julie Boulianne, Marina Monzón, Marco Ciaponi, Ricardo Seguel y George Andguladze. Producción de la Oper Köln. Teatro de la Maestranza, sábado 4 de octubre de 2025

Alessio Arduini y Marina Monzó

Puede parecer que Don Giovanni es un título recurrente en el historial del Maestranza, y sin embargo sólo se ha programado en cuatro ocasiones, una de ellas en clave de reposición. Lo hizo en aquel glorioso 92 de la mano Zeffirelli, y en 2008 con Mario Gas como director de escena, que se repitió en 2014. No es descabellado que, once años después, el disoluto castigado vuelva a la escena maestrante, con una mirada quizás más femenina gracias a la puesta en escena ideada por Cecilia Ligorio para la Ópera de Colonia, coliseo que depura mucho sus producciones para centrarse en su efectividad dramática y su elegancia formal.

Precisamente eso es lo que ofrece esta propuesta, en la que una plataforma giratoria hace que el escenario funcione eficazmente a fuerza de paneles austeros rematados con detalles clásicos, cerrados y abiertos según la ocasión, y a veces cortinajes que permiten pequeños cambios de escenografía. Una solución que favorece el elegante movimiento de sus siete personajes, entrando y saliendo de unas estancias a otras, como sucede en la laberíntica escena final del primer acto, justo después de que el septeto y el coro entonen ese atrevido Viva la libertad con el que Mozart se adelantó a la mismísima Revolución Francesa, aunque él se refiriese más a disfrutar de los placeres de la vida.

También es en el final del segundo acto, y por consiguiente de la ópera, donde brilla el movimiento escénico, elegante y suntuoso, de quienes sobreviven al seductor sólo para comprobar lo amargo de sus existencias, condenadas a la rutina y la vulgaridad, frente a la excitación que llegaron a experimentar de la mano de quien, consciente de que la muerte siempre está presente, decide vivir de forma tan despreocupada como libertina.

Julie Boulianne, Marco Ciaponi y Ekaterina Bakanova

Ahí es donde Ligorio decide incluir un guiño tan tópico como insolente como es la cabeza de un toro, que Don Juan (y Leporello cuando lo sustituye) se endosa en determinados momentos de la representación. Aunque en ningún momento se nombra Sevilla, es notorio que la acción transcurre aquí, lo que unido al significado de bravura y muerte que representa el animal, quizás diera pie a la escenógrafa a echar mano de tan recurrente elemento.

La directora se decanta así por una visión jocosa, que no cómica, del asunto. Una fiesta permanente en la que el baile está muy presente, con paisanos y paisanas que se prestan a sencillas pero muy efectivas coreografías a las que a menudo son invitadas las y los protagonistas de la función, rebajando así, acertadamente, la materia dramática a un título en el que ésta tiende a tener un considerable peso.

Insuficiente torrencial canoro

Esas virtudes mencionadas respecto a la funcional y elocuente escenografía, tiene también su peaje. Quizás influyera en la caja acústica del Maestranza para que, según la posición de los y las cantantes, sus voces sonaran compactas o en lejanía. Por supuesto que la calidad de las voces y, sobre todo, su proyección, contribuyó a que esto también sucediera así. Sabemos que en determinadas áreas del coliseo las voces llegaron en todo su esplendor, lo que refuerza la teoría de la esa inconveniente influencia de la escenografía.

De cualquier modo, lo que nos llegó fue la voz bien matizada pero insuficientemente proyectada de Alessio Arduini, un Don Juan de hermoso porte y acertada interpretación al que, sin embargo, faltó peso vocal. Destacó más en el enérgico  y festivo Finch’han dal vino que en el melancólico dúo con Zerlina, el célebre La ci darem la mano. Por el contrario, ésta fue un dechado de virtudes y emociones, puro canto, brillante, fluido y bien proyectado en momentos cruciales como Vedrai, carino. La hermosa soprano valenciana Marina Monzó se postuló así como lo más celebrado de la noche, junto a una Doña Anna encarnada en la voz de poderoso y bello timbre de Ekaterina Bakanova, a quien la refulgente orquesta no logró eclipsar en el desatado Fuggi, crudele de la primera escena.


Menos convincente resultó Julie Boulianne como Doña Elvira, con voz tremolante y puntualmente insegura, aunque de proyección anduvo sobrada, y a nivel interpretativo convenció por su volubilidad y tono amargo. Once años después de encarnar al mismo personaje en la producción del propio Maestranza dirigida por Mario Gas, David Menéndez acusa una voz menos potente y unos registros más rígidos que en aquella ocasión. Pero Leporello siempre cae bien y su actuación fue muy aplaudida.

Como tenor romántico, Marco Ciaponi da el nivel adecuado, aunque también exhibió una voz tenue e insuficiente, lo que se tradujo en un Dalla sua pace sentido pero algo mortecino. Sorprende que se prescindiera de la otra famosa aria de Don Octavio, Il mio tesoro intanto, sustituida en el estreno vienés por la antes mencionada, aunque hoy normalmente se cantan las dos. La participación de Ricardo Seguel como Masetto quedó en un discreto nivel, tanto en actuación como en canto, mientras a George Andguladze faltó un tono algo más oscuro y profundo, a pesar de lo cual su aportación a la escena del descenso a los infiernos resultó considerablemente aterradora. El próximo viernes 10 tendremos ocasión de comprobar si todo funciona mejor con el elenco completo alternativo.

La orquesta sonó brillante, rutilante de la mano de un esforzado Iván López-Reynoso. El director mexicano dio empuje a la partitura, agitó los momentos más dinámicos y acentuó la belleza de los más relajados, siempre desde unos parámetros más románticos que puramente clasicistas. La ROSS respondió con ese sonido cristalino que le caracteriza, con todas las familias instrumentales funcionando a un excelente nivel. Lo peor es que la batuta no se preocupó bastante en no eclipsar a las voces, especialmente apreciable en la tumultuosa escena inicial. Las breves aportaciones corales se saldaron con el habitual éxito, y en la coreografía, todos y todas las danzantes apostaron por ofrecer un buen espectáculo en tan atractiva experiencia.

Fotos: Guillemo Mendo
Artículo publicado en El Correo de Andalucía

sábado, 4 de octubre de 2025

THE SMASHING MACHINE Dobles caras en un melodrama brutal

USA 2025 123 min.
Guion y dirección
Ben Safdie Fotografía Maceo Bishop Música Nala Sinephro Intérpretes Dwayne Johnson, Emily Blunt, Bryan Bader, Bas Rutten, Oleksandr Usyk Estreno en el Festival de Venecia 1 septiembre 2025; en Estados Unidos y España 3 octubre 2025


Es curioso cómo el cine tiene la capacidad de introducirnos en mundos en principio tan ajenos de nuestros propios gustos e inquietudes. Basta algún que otro reconocimiento, por ejemplo en forma de León de Plata a la mejor dirección, para despertar nuestra curiosidad, por mucho que, a priori, Dwayne Johnson y los combates en un ring nos genere tan poco interés. Hemos visto a Ben Safdie en multitud de películas, a las órdenes de Christopher Nolan en Oppenheimer, con quien que volverá a aparecer en La Odisea, o de Paul Thomas Anderson en Licorice Pizza. Junto a su hermano Joshua ha dirigido unos cuantos títulos que han pasado desapercibidos, hasta que parece haber encontrado su oportunidad definitiva con este biopic sobre Mark Kerr, uno de los luchadores pioneros en esa disciplina que se conoce como artes marciales mixtas, y que dio lugar a la mayor empresa del mundo en este deporte, la UFC (Ultimate Fighting Championship). Un título que podría haberse traducido como La máquina machacante.

Al personaje da vida con total convicción y empeño The Rock, que sabe de la materia y se ha curtido en ella desde antaño. Para Johnson sin duda la película supone un antes y un después, un giro decisivo en su carrera, y lo ha aprovechado con nota alta. Ha sabido alternar la brutalidad inherente al personaje con una inusitada ternura y una tendencia al sentimentalismo que lo convierte en sujeto singular. Junto a él, Emily Blunt realiza también un trabajo excelente, luciendo además más bella que nunca como pareja controvertida, capaz de un incondicional apoyo y a la vez un lastre egoísta y superficial capaz para arruinarle el combate. Una pluridimensionalidad que ambos intérpretes aprovechan con magisterio, y que junto a la dirección firme y precisa de Safdie logran un film estimable que consigue crear cierto paralelismo entre la brutalidad de la lucha y esa insoportable vida cotidiana malograda por la continua disputa entre amantes.

Golpes en el ring y en el dormitorio que hacen del film un trabajo inteligente y a la vez bien mesurado, sin estridencias. Una puesta en escena efectiva, haciendo hincapié en el éxito de la empresa en Japón, donde los luchadores son verdaderas estrellas, así como un dinámico y enérgico montaje, consiguen redondear este film que supone a todas luces una sorpresa, aunque su digestión resulte difícil debido a la dureza de las situaciones que plantea. El propio Kerr aparece en el último segmento del film interpretándose a sí mismo, mientras brilla de nuevo el prestigio de la productora A24, cada vez más involucrada en géneros de todo tipo, tras iniciarse en el del terror. El aspecto entre documental y cine indie ayuda también a la verosimilitud de la propuesta, ya dispuesta para acaparar premios en la inminente temporada.

PARECIDO A UN ASESINATO Un thriller rocambolesco y artificioso

España-Argentina 2025 111 min.
Dirección
Antonio Hernández Guion Rafael Calatayud Cano, según la novela de Juan Bolea Fotografía Guillem Oliver Música Luis Ivars Intérpretes Blanca Suárez, Eduardo Noriega, Tamar Novas, Claudia Mora, Mariam Álvarez, Joaquín Climent, Raúl Prieto, Andy Poveda Estreno en el Festival de San Sebastián 22 septiembre 2025; en salas 3 octubre 2025

Tras su paso por San Sebastián en modo preestreno, el veterano director salmantino Antonio Hernández estrena en salas su nueva película, tras varios años apartado del cine y centrado en la televisión, con series que le han dado buen rédito, como Gran Reserva, Las chicas del cable o Eva & Nicole. A finales de los noventa y principios de este siglo, su luz brilló con potencia gracias a películas como Lisboa y, sobre todo, En la ciudad sin límites. Pero trabajos como Oculto, Los Borgia, El menor de los males y Capitán Trueno, fueron desluciendo su prometedor futuro. Ahora, de la mano de una novela con rocambolesca trama criminal, intenta recuperar ese espacio abandonado, con escaso éxito.

Aprovechando el atractivo que siempre ha tenido el llamado Rashomon Effect, es decir, la historia contada varias veces en función de distintos puntos de vista, Parecido a un asesinato repite las hechuras aseadas que tanto gusta al reciente cine español asentado en casas de diseño y paisajes idílicos a vista de drone. El personaje de Blanca Suárez ha rehecho su vida junto a un escritor de fama y su intrigante hija, una joven y debutante actriz valenciana que, sin embargo, no da la talla como adolescente. Pero reaparece su ex marido maltratador y la cosa se complica para los cuatro personajes.

Cabe admitir que los giros de guion se suceden de forma atractiva y reveladora, pero todo, empezando por un guion excesivamente técnico y funcional, resulta artificial y escasamente convincente. Digerimos la trama con paciencia y curiosidad, pero conscientes de lo ridículo que puede llegar a resultar todo, empezando por su caricaturesco final y el empeño absurdo de la niña por grabarlo todo. La artifiosa fiesta con la que se reanuda cada vez la trama, da buena muestra de lo poco natural que resulta todo. La sensación de falta de autenticidad y vida lastra todo el conjunto, haciendo que la posibilidad de involucrarse en su intrincada trama sea prácticamente nula.

jueves, 2 de octubre de 2025

UN "COMBATE" DE MEDIO FONDO

Festival de Ópera de Sevilla. Fausto Nardi, dirección musical. Joan Antonio Rechi, dirección de escena. Juan Ruesga, escenografía. Alberto Rodríguez, iluminación. Orquesta Barroca de Sevilla. Rocío Martínez, soprano. Anna Alàs i Jové, mezzosoprano. Víctor Sordo, tenor. Francisco Fernández Rueda, tenor. Programa: Madrigales de Claudio Monteverdi. Producción del Festival Castell de Peralada. Patio de Carlos III de la Real Fábrica de Artillería, miércoles 1 de octubre de 2025


Este espectáculo concebido por Joan Antonio Rechi para el Festival de Peralada fue uno de tantos que se quedaron en el tintero cuando en 2020, a consecuencia del coronavirus, el Maestranza echó el cierre. Pudo verse entonces on line, por tiempo limitado, y ahora lo recupera este primer Festival de Ópera de Sevilla con resultados discutibles, al menos en lo teatral.

La idea de ambientar Il Combattimento di Tancredi e Clorinda, un episodio del Canto XII de Jerusalén Liberada, poema épico de Torcuato Tasso, en un ring de Pressing Catch, no deja de tener su sentido. Lo raro es que a nadie se le ocurriera antes, al fin y al cabo de lucha y combate si no fingida sí, al menos, malograda por los sentimientos amorosos, va el asunto. Lo equivocado, a nuestro juicio, es añadir madrigales a la propuesta y mantener esa misma puesta en escena que poco o nada aporta al sentido literal de cada uno de ellos, y sólo enturbia el disfrute integral de una música irrepetible y sin igual.

Todo esto sin olvidar el enorme esfuerzo al que se somete a los y las cuatro cantantes. La propuesta es dinámica pero insensata, con intérpretes cantando mientras vuelcan su esfuerzo en cambios ultrarrápidos de bata reversible, cargan con diversos utensilios o se tiran al suelo, mermando sus capacidades vocales, a pesar de lo cual podemos decir que salieron airosos del empeño.


Una estimable interpretación musical

También al público se le somete a un considerable esfuerzo, tal es la incomodidad de los asientos y la estrechez generalizada, agravado con unas pantallas para los subtítulos situadas a ras de suelo, impidiendo que más de la mitad del aforo pudiera seguirlos. Una sucesión de despropósitos que no merece esta sublime música.

Monteverdi publicó entre 1587 y 1651 nueve libros de madrigales, buscando el equilibrio perfecto entre texto y música. Junto a sus Scherzi musicali de 1632 constituyen lo mejor de su catálogo. Il Combattimento lo compuso en Venecia cuando era maestro de capilla en San Marcos. Lo estrenó en 1624 y lo publicó en 1638 como parte del Libro de Madrigales guerreros y amorosos número 8. Es una de las piezas de las programadas en este desigual evento que fueron concebidas para representarse, y un pretexto perfecto para confrontar los dos estilos que Monteverdi quería poner en liza, el más delicado y amoroso frente al más agitado, de batalla.

Con la Barroca siempre dando lo mejor de sí, esta vez bajo las órdenes precisas y bien formadas del especialista Fausto Nardi, Tempro la cetra, del Libro VII, sirvió como introducción del Combattimento. Y tras este prodigio de arquitectura musical, fueron desgranándose el resto de madrigales y scherzi pretendiendo que fluyeran como consecuencia natural unos de otros, aunque la estrategia no llega a funcionar en todo su esplendor.

A partir de ahí se sucedieron dúos formidables de Sordo y Fernández Rueda, por ejemplo en Zefiro torna, así como de Martínez y Alàs i Jové, que en formación de cuarteto en piezas como Damigella tutta bella, lograron salvar con óptimos resultados una puesta en escena fatigosa y fulgurante. Cada uno y una resistieron el combate con un canto refinado y acertadamente ornamentado, con especial hincapié en la voz potente, de timbre profundo pero aterciopelado, de la mezzo catalana, capaz también de explotar su vena cómica, y que en el Lamento d’Arianna estuvo soberbia.


Menos convincente resultó Rocío Martínez, que defendió sottovoce un Si dolce é il tormento algo melifluo, y exhibió en el resto una voz desigual, a veces espléndida, otras ronca y estridente. De sus compañeros de reparto destacamos la solvencia, sobriedad y coherencia de Víctor Sordo, de sonido homogéneo y, dentro de su tesitura, profundo y autoritario. Más romántico, Fernández Rueda logró también una actuación acertada, prestando su voz sedosa y discretamente ornamentada al papel de Tancredi, y resolviendo con igual soltura el resto de cometidos.

Como siempre, fue evidente el disfrute de los y las integrantes de la selección de la Barroca convocada al efecto, mientras del público pudimos extraer la consecuencia más o menos generalizada de que la propuesta de Joan Antón Rechi había resultado en general insatisfactoria.

Fotos: Alejandro Verdugo (Archivo fotográfico del Festival de Ópera de Sevilla)
Artículo publicado en El Correo de Andalucía