Recital lírico. Ainhoa Arteta, soprano. Nancy Fabiola Herrera, mezzosoprano. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Lucas Macías, dirección. Programa: Preludios, arias, dúos y romanzas de Saint-Saëns, Charpentier, Offenbach, Puccini, Verdi, Ponchielli, Chueca, Guerrero, Barbieri, Giménez, Bernstein y Balbastre. Teatro de la Maestranza, viernes 19 de marzo de 2021
Un mes después del espléndido recital de Mariola Cantarero e Ismael Jordi,
el Maestranza volvió a encandilarnos con un espectáculo a la altura de un gran teatro de la ópera, esta vez además con el lujo añadido de contar en el escenario, gracias a la colaboración de Antea Prevención, con la
Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Apenas unos días después de verlas juntas en televisión, en el primer programa de la nueva temporada del
talent show Prodigios, Arteta otra vez como miembro del jurado y Herrera como invitada suya,
las dos divas demostraron que merecen el calificativo con un derroche de talento extraordinario y una capacidad para hacer espectáculo solo al alcance de pocas estrellas. La sintonía entre ellas estuvo además avalada por una
extraordinaria participación del joven oboísta y director de orquesta onubense Lucas Macías, capaz de extraer de nuestra orquesta un brillo y una suntuosidad solo al alcance de las batutas más sensibles y experimentadas.
En efecto, ya desde la Bacanal de Sansón y Dalila el joven de Valverde del Camino exhibió una enorme capacidad para conseguir que cada plano sonoro estuviera en su sitio, percibiéramos con claridad las texturas y matices de la partitura y vibráramos con el destello de voluptuosidad y erotismo que expide la música de Saint-Saëns. Prometieron una velada de alta temperatura y desde luego las piezas que la enmarcaron lograron con creces su cometido. Siguiendo el esquema clásico de pieza instrumental, aria o romanza alternada para cada voz, dúo y vuelta a empezar, el Intermezzo del segundo acto de Manon Lescaut de Puccini sonó en manos de Macías melancólico y profundamente sentimental, de un lirismo exacerbado y conmovedor, mientras en el Preludio de El bateo de Chueca fue capaz de transmitir todo el sabor costumbrista madrileño que rezuma la partitura sin excesos ni salidas de tono, de igual forma que logró captar el estilo cómico y alegre, en una línea eminentemente rossiniana, que Bernstein imprimió en la famosa Obertura de Candide. Y no digamos el extremado mimo y consideración con que se lanzó a acompañar a las dos divas este flamante fichaje de la Orquesta Ciudad de Granada.
Dos grandes personalidades
Vinimos a escuchar voces y vaya si salimos satisfechos y satisfechas.
Arteta comenzó algo irregular, con roces, cambios bruscos de color y pérdida ocasional de la línea de canto, perdiéndose la oportunidad de sacar todo el potencial del precioso
Depuis le jour de
Louise de Charpentier, que tan poco se representa pero fue muy popular en su tiempo, hasta el punto incluso de suscitar una película que dirigió Abel Gance y protagonizó la soprano americana Grace Moore en 1939. Pero pronto se recuperó y
revalidó esa espléndida sintonía que le une al público sevillano con una
Barcarola de
Los cuentos de Hoffman impecable junto a su compañera de reparto, y sobre todo una
desacerbada, trágica y sufrida interpretación del célebre Sola, perduta, abbandonata que Manon canta en el desierto de Nueva Orleans cuando cree haber perdido el amor de De Grieux. Su
torrente de voz en los agudos y un sensacional trabajo de modulación provocaron una de las mayores ovaciones de la noche. Después, en la tradicional segunda parte dedicada a la zarzuela, entonó un
No me duele que se vaya, de
La rosa del azafrán, con una considerable dosis de temperamento aunque sin perder nunca el buen gusto y la elegancia
Desde su primera aportación, el conmovedor
Mon coeur s’ouvre á ta voix que Dalila canta a Sansón en el título que
ella misma protagonizó en la pasada temporada,
Nancy Fabiola Herrera demostró conservar una capacidad expresiva y una línea de canto ejemplar, que se mantuvo en la
Barcarola a dúo y en el espeluznante
Racconto de la gitana Azucena de
Il trovatore, así como en
Sierras de Granada, con otra gitana apasionada, esta vez la enamorada María la Tempranica, después de encandilarnos en el dúo
É un anatema de
La Gioconda, una ópera de Ponchielli más interesante de lo que vaticina su popular
Danza de las horas, y el exquisito
Niñas que a vender flores de
Los diamantes de la corona, título de Barbieri que pudimos disfrutar en su integridad hace cinco años, que las dos entonaron haciendo gala de
una compenetración y una complicidad envidiable. Aunque nada como el número que cerró el espectáculo, motivo de sobra para afirmar que subió la temperatura, extraído de la insólita
Los presupuestos de Villapierde, otra ocasión que brinda Balbastre (
La corte de faraón) para que las cantantes exhiban un fuerte erotismo y sensualidad, esta vez dando vida a las dulces Caña y Remolacha con una
enorme carga sicalíptica y revoltosa, muy en línea
sticky & sweet.
Nunca antes, creemos recordar, habíamos disfrutado de los bises no al final sino intercalados en los números finales programados. Así, la mezzo cantó fuera de programa una sensacional Habanera de Carmen antes del Candide de Bernstein, aprovechando para pasear y lucir encanto por el estrechísimo corredor que quedó entre orquesta y foso, mientras Ainhoa Arteta mantuvo la línea introducida con el título del compositor de West Side Story, entonando en perfecto estilo y alarde de potentísima voz un Summertime de Gershwin antológico. Aunque lo cierto es que nos quedamos con ganas de que ofrecieran más propinas, alguna a dúo.
Fotos:
Guillermo Mendo