La Barroca de Sevilla fue todavía más barroca anoche en el Maestranza con el patrocinio del Consejo General de Hermandades y Cofradías de la Ciudad de Sevilla. Una ciudad tan barroca y una orquesta tan en estilo conjugándose en esta primera cita navideña que brinda el coliseo hispalense al conjunto local, y que esperemos acabe convirtiéndose en tradición, como deseó el siempre elocuente y amable Ventura Rico en unas oportunas locuciones introductorias, y también lo deseamos todos y todas nosotras. Más que un concierto de Navidad, lo que disfrutamos con la Barroca anoche fue de un concierto de despedida del año, no en vano es el último al que la mayoría de los y las que estábamos allí asistiremos en este casi extinto dos mil veintiuno. Para la ocasión la formación se arropó convenientemente con la voz cada vez más rutilante de la joven soprano también sevillana Leonor Bonilla, que con su actuación se erigió en auténtica estrella que toda Navidad necesita, aunque más que para guiarnos esta vez sirviera para hacernos levitar.
Desde aquel lejano primer premio en el Certamen de Nuevas Voces de Sevilla, a Bonilla la hemos disfrutado mucho en roles belcantistas como Lucia di Lammermoor, L’elisir d’amore y apenas hace unos días en Capuletos y Montescos, siempre en perfecto estilo y resolviendo con sobresaliente las numerosas dificultades para la voz que esos roles ofrecen. Nos encantó también en aquel Orfeo y Eurídice que dirigió escénicamente Rafael Villalobos en Jerez, en el Carmina Burana que dirigió Pedro Halffter en 2016, y cuando participó junto a otras aclamadas voces españolas en la celebración del treinta aniversario del Teatro de la Maestranza, hace apenas unos meses. Siempre convence, y siempre en el estilo perfecto que exige cada ocasión, esta vez abordando páginas de Haendel y Vivaldi como si lo hubiera estando haciendo toda la vida, adaptándose así a la perfección a las exigencias de una orquesta que siempre ha procurado recrear la música de la época con el máximo rigor histórico posible. Bonilla encaró con tanta delicadeza como aplomo, según qué pasajes, el célebre Piangerò la sorte mia de Julio César, con vehemencia pero también mucha ternura el precioso Domine Deus del Gloria de Vivaldi, y con una extrema dulzura el Laudate Dominum de las Vísperas Solemnes de Confesor de Mozart, que el coro de la Asociación Musical CÓDICE arropó con mucho respeto y encanto, una nueva muestra de lo que lleva calando la buena música en nuestra ciudad desde ya tanto, como muestra es también de la pasión y la entrega que ponen los miembros de la Barroca que Valentín Sánchez se encargara de la dirección de esta pieza, al igual que hizo con la navideñas propinas, una Noche de Paz y un Adeste Fideles que soprano y coro entonaron como si del final apoteósico de una película romántica hollywoodense se tratara. Al segundo además fuimos invitados e invitadas todas a cantar, con resultados nada desdeñables. Con tres arias de El Mesías de Haendel culminó la participación programada de la soprano, para quien los elogios se nos agotan a la hora de valorar las inflexiones de su voz y los elegantes cambios de registro que experimentó en How beautiful are the feet y I know that my Redeemer liveth, así como las exquisitas agilidades desplegadas en la jubilosa Rejoice greatly.
Jacobo Díaz y Leonor Bonilla |
Se da, sin embargo, la circunstancia de que tanto en el concierto del día anterior con la Orquesta de la Fundación Barenboim-Saïd y Pablo Heras-Casado, como en este abundaron esos atrevidos aplausos fuera de lugar, entre movimientos e incluso en medio del aria de Julio César, lo que importuna muchísimo y causa tanta vergüenza ajena. Pero podemos entender por el lado positivo si consideramos que se debe a la continua asistencia de público nuevo, lo que esperemos posibilitará nuevos aficionados y aficionadas en un futuro próximo, quizás para este nuevo año que entra inminentemente y deseamos llegue cargado de fortuna y mucha salud.
Artículo publicado en El Correo de Andalucía